Cuomo, Cuba, Cambios
El capital amoral y la política indecente
El viaje de Andrew Cuomo a Cuba fue netamente de negocios, pero el gobernador ha tratado de fusionar lo político con lo comercial, cuando en realidad todo el asunto es exclusivamente de business
Las cuadrillas del comercio internacional, en estos días, han ido marchando a La Habana en compañía de sus oficiales electos. Nadie parece querer perder la oportunidad de desaprovechar la percibida “ganga” de comprar/arrendar barato antes de que llegue en groso del Norte, el invasor convertido por decreto (tentativamente) en inversor. A Cuba la geografía siempre la ha marcado. Ahora, nuevamente, vemos cómo su colocación espléndida la convierte, perceptualmente, en el próximo edén capitalista.
Andrew Cuomo, el gobernador de Nueva York, el aptamente titulado estado del imperio (“Empire State”), lideró como se sabe una comitiva de una parte de la alta élite empresarial neoyorkina de negocios de la talla de MasterCard, la aerolínea JetBlue, la farmacéutica Pfizer y los yogures Chobani. Lo trágico y risible a la vez, de esta excursión comercial/política, es la racionalización incongruente y engañosa que el primer jefe ejecutivo de Nueva York empleó. “El aislamiento no ha trabajado”, nos relató Cuomo. “El acercamiento y las relaciones completas”, continuó, “es la mejor forma de sostener un diálogo sobre los temas que estamos de acuerdo y sobre los temas que no estamos de acuerdo”. Esta discursiva no es original para nada. Es consistente con el disco grabado y rayado de los que ven en el “descongelamiento” lo más grande desde el invento del pan rebanado.
Lo tragicómico de la visita emblemática del gobernador neoyorkino con sus cortesanos comerciales, es la persistencia de querer engatusar al pueblo estadounidense e impactar la opinión pública para promover cambios más integradores en la política del Estado norteamericano hacia la dictadura cubana. El viaje de Cuomo a Cuba comunista fue netamente de negocios. El mismo encierra una iniciativa que ha titulado “Nueva York Global” y es parte de una estrategia comercial que buscar ampliar las operaciones mercantiles de empresas con el domicilio corporativo en el Empire State. El descaro (o una parte del descaro) yace en la apología barata que éste hace al fusionar lo político con lo comercial, cuando el asunto se trata exclusivamente de business.
El gobernador de Nueva York no es la excepción en ejecutar este estilo de llevar a cabo el negocio de gobernar. Todo lo contario, representa más bien la regla de una clase política que busca ensanches económicos, ignorando lo inmoral de comerciar con un régimen criminal y mafioso y pretendiendo a la vez, que sus conciudadanos (potenciales consumidores) no se den cuenta del encubrimiento. La mejor forma de timar al pueblo estadounidense, en este caso específico, es meter la política en el asunto y pretender convertir su postura mercantil en una gesta estratégica con propósitos políticos y “humanitarios”. “¿El aislamiento no ha trabajado?”. Podría adoptar esa postura si su misión a Cuba comunista fuera la búsqueda de una mejoría en el respeto a los derechos humanos, civiles, laborales, etc. Para eso, sin embargo, no estaría llevando un batallón de mercaderes. Su incursión al establo de los Castro, exclusivamente tiene que ver con intereses comerciales. La política se ensucia al desnaturalizarse en una ejercitación apolítica.
Es cierto que Cuba apunta a ser un edén capitalista. Los cubanos han demostrado su capacidad empresarial en todo el orbe. Su colocación geográfica le beneficia extraordinariamente. Esto es fundamental, sobre todo, cuando se toma en cuenta que la nación cubana extraterritorial supera en producción a sus conciudadanos intramuros (medido por el PIB). Cuba, sin embargo, sólo llegará a ese estado de adelanto y prosperidad cuando sea libre y democrática y se haya reemplazado el bárbaro sistema dictatorial actualmente en el poder.
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