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Actualizado: 25/04/2024 19:17

Cuba, Vida cotidiana, La denuncia de hoy

“El hombre piensa como vive”

“Qué caro puede costarnos un dolor de cabeza”, dice el autor que le escribía recientemente un amigo desde Cuba

El cubano de a pie es un individuo menesteroso. Digo el de a pie. Los de la élite gubernamental viven aceptablemente bien unos; bien otros; excelentemente bien otros, etcétera. Porque sucede que en la élite hay también varios y más varios estamentos; todos de “aceptablemente bien” hacia arriba. Las altas autoridades del Partido Comunista de Cuba y en general los prominentes jefes militares se encuentran en la cúspide. Los prominentes jefes, subrayo, puesto que aun encontramos coroneles que a cada rato “la ven pasar”, pero que están literalmente al pie del cañón esperando una “invasión imperialista” que, hace más de 30 años, asimismo esperaban los coroneles a los que ellos sustituyeron.

El cubano de a pie, el común y corriente, el que “guapea” el baro, clasifica en unos cuantos parámetros; pero todos de mal hacia pésimo. No hay más.

Estos van desde quien contrabandea alcohol de 90 grados de la farmacia —que luego será convertido en bebidas espirituosas— hasta aspirinas sustraídas del mismo sitio para comerciarlas en la bolsa negra. “Qué caro puede costarnos un dolor de cabeza”, me escribía hace poco un amigo residente en la Isla… Hasta el “maceta” que realiza magnos movimientos de “mercancías” sustraídas de los almacenes principales —enfatizo: “principales”— de variadas empresas (todas son estatales).

Más o menos entre los segmentos antes aludidos se encuentra el “cuentapropista”; grupo humano que respira un poco más arriba de los demás y que realiza las más diversas labores y aun cuenta entre sus haberes con la creación de otro empleo, para nada despreciable como están las cosas: el Inspector corrupto (¿será, en verdad, corrupto, o solo sucede que “de algo hay que vivir”, como suele decirse?). Pues sí…, ahí tienen que la famosa “mordida mexicana” no es solamente mexicana.

Nada. Ocurre que, a lo largo de sus 58 años y pico de existencia, la Revolución cubana y comunista ha sido pródiga en eso de crear divisiones, privilegios, desigualdades individuales y sociales.

Si en la década de 1960 y subsiguientes, un privilegio considerable sería poseer un pariente campesino que nos suministrara arroz —el cual había desaparecido como consecuencia de “el criminal bloqueo imperialista”— o frijoles negros, o mejor ambos, para no hablar ya de la pulpa de tamarindo, las guanábanas, la mortadela o el dulce de coco rallado… por aquellas mismas fechas y hasta mucho después fumarse un buen puro o escribir con un bolígrafo de alta calidad o irse a la playa —los que pudieran— con un traje de baño bonito… continuaron siendo privilegios…

Allá en mi barrio, por la década de 1980, constituyó una sensación el hula-hula que exhibió una niña. Una sensación envidia, rencores mediante, chivatería mediante: ¿aquel hula-hula acaso no había sido “desviado” de los niveles centrales —ojo: los “centrales”, solo estos podrían almacenar tan codiciada joya— del Ministerio de Educación o del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación?

Bueno, lo que quisiera comunicar es que el comunismo cubano, que como todo comunismo aboga por la distribución equitativa de las riquezas —supongamos que haya riquezas— ha convertido al ser cubano promedio en un ente realmente egoísta.

Se le atribuye a Carlos Marx la máxima: “el hombre piensa como vive”. Debemos creer que el autor de El capital lanzaba este aviso para diferenciar el buen o mal pensamiento, satisfacción, entre los burgueses y los proletarios; con todos los matices que puedan existir en uno y otro bando.

Mas, esta frase del genio de Tréveris tiene total aplicación en una y otra etapa de los casi 59 años de vida de la Revolución cubana.

Cito. Un amigo músico me ha expresado en reiteradas ocasiones que no critica a Fidel Castro porque gracias a él, a Fidel Castro, consiguió estudiar en el Instituto Superior de Arte (ISA).

Egoísmo. ¿Este amigo se ha olvidado de sus colegas que no pudieron ingresar en el ISA porque no contaban con un expediente “ideológico” totalmente “limpio”? ¿O de aquellos que sí pudieron ingresar, pero posteriormente fueron censurados, silenciados de alguna manera por posiciones políticas francas pero condenadas por el Gobierno? Sí, se ha olvidado de sus colegas, sus iguales. No piensa en ellos. No les importan.

Cito otro ejemplo. Un buen conocido, ya con más de 70 años de edad, sigue afirmando que él era hijo de un pescador pobre, y él, el hijo, pudo estudiar y “desarrollarse” gracias a la Revolución socialista.

Sí. De nuevo advertimos el individualismo pequeñoburgués. ¿Acaso este hijo de pescador pobre —hoy convertido en un dirigente político que habita en la supraestructura— se ha puesto a pensar en la pobreza generalizada, la miseria y el férreo control estatal existentes allí, donde nacieran él y su padre pobre? Pues no, no piensa en eso. Piensa como vive. Piensa en sí mismo.

Cito otro ejemplo. “Aquí puedo hacer lo que me gusta”. Esta frase forma parte de un mensaje que me enviara un escritor, si bien de limitada trascendencia hoy, un escritor que puede perfectamente lograr una obra atendible.

“Aquí” es Cuba y “hacer lo que me gusta” se refiere a llevar adelante su creación en la Isla.

¿Piensa acaso este escritor en cuántos como él, allí mismo, no pueden hacer lo que les gusta porque lo que les gusta queda fuera del gusto oficial… piensa en cuántos como él han tenido que abandonar su tierra porque allí no les han permitido hacer lo que les gusta?

No. No ha pensado en eso. Piensa como vive. El hombre piensa como vive. No le interesan las carencias, las adversidades de los demás.

Y otro caso, para terminar. Digámosle “Alberto”. Él era un púber cuando triunfó la Revolución cubana. Vivía con su familia en un barrio marginal y en una casa muy humilde.

Con la Ley de Reforma Urbana, proclamada en 1959, “Alberto” y su familia se mudaron para un mejor barrio y hacia una mejor vivienda.

Sin dudas, debe agradecerle este cambio para bien a la Revolución. Pero hoy, 58 años después, ¿habrá sentido “Alberto” que algo no anda bien toda vez que aquel barrio marginal es en la actualidad más extenso y más marginal, y se halla cuajado de casitas más misérrimas aun que la ocupada por él y su familia en 1959?

¿O debe olvidarse “Alberto” de lo anterior y continuar pensando en sí mismo por encima de todo?

Bueno… El hombre piensa como vive… Así van las cosas.

© cubaencuentro

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