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Actualizado: 28/03/2024 20:07

Cuba, EEUU, Castro

Historia de Halloween: Pettinà, Rojas y el diferendo

Antes de bajar de la Sierra Maestra, Castro percibió que tendría que dar guerra a “los americanos”. Para justificarse mejor esgrimió la “constante pretensión” de EEUU por apoderarse de Cuba

¿Se acuerdan de Oleg Darushenkov? Su libro Cuba: El camino de la revolución (1979) se vende todavía por ahí en $20 y cuenta que Batista perdió la guerra civil por conjunción de tres fuerzas opositoras: Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7), Directorio Revolucionario 13 de Marzo (DR-13-3) y Partido Socialista Popular (PSP). Este último era la vieja guardia del comunismo criollo, agarrada a los faldones del Kremlin, y Darushenkov tenía que dar fe historiográfica de que era partido de vanguardia para salvar la honrilla doctrinal del marxismo-leninismo.

Sin embargo, hasta el Che Guevara había declarado “que el partido comunista no dirigió la revolución, [sino que] fue incapaz de discernir los métodos correctos de lucha [y] oportunidades de triunfo” [1]. El PSP armó apenas una guerrilla hacia la primavera de 1958 por Yaguajay, al norte de Las Villas, bajo el mando del “Sr. Félix Torres, de ideas comunistas, muy bien organizado” [2].

Lo global y el globo

A diferencia de Darushenkov, Vanni Pettinà deja que consulten o descarguen gratis su artículo “The shadows of Cold War over Latin America: the US reaction to Fidel Castro's nationalism, 1956–59” [2]. Aquí narra que “en el verano de 1958 un grupo comunista comandado por Félix Torres abrió un nuevo frente guerrillero en la zona de Yaguajay, muy cerca de donde Raúl Castro había abierto antes un segundo frente”. Pettinà es oriundo de Florencia, Italia, pero como se doctoró en ese fenómeno histórico denominado revolución cubana, debía saber dónde quedan II Frente y Yaguajay.

Quizás la cercanía ideológica de Félix Torres y Raúl Castro propició este dislate insignificante de transfigurarla en cercanía geográfica de sus respectivas zonas guerrilleras. No obstante, la cosa se agrava al atribuirse el propio Dr. Pettinà, en polémica con Alan McPherson (Temple University), haber aportado a significant contribution to the historiography por señalar que la estrategia de coexistencia pacífica competitiva desplegada por Moscú en el contexto post-estalinista de la Guerra Fría explicaría mejor por qué la administración Eisenhower adoptó una posición hostil hacia Fidel Castro.

Hasta 1948 las administraciones de Roosevelt y Truman habían sido tan, pero tan buenas que, según Pettinà, antepusieron la consolidación del orden democrático en Cuba a los propios intereses económicos estadounidenses. Sólo que la maldita estrategia soviética metió tanto, pero tanto miedo a Washington que su percepción del nacionalismo cambió. Y este cambio por culpa de las brujas y brujos del Kremlin habría sido causa eficiente de los golpes de Estado contra:

  • Mohammed Mossadeq en Irán, el 19 de agosto de 1953, en vez de, como demostró Torey L. McMurdo en “The US, UK, and the Hidden Justification of TPAJAX” [4], por la reacción mundana de Gran Bretaña, disimulada con invocación de la amenaza roja, frente a la nacionalización de Anglo-Iranian Oil Company (AIOC)
  • Jacobo Arbenz en Guatemala, del 18 al 27 de junio de 1954, en vez de, como demostró David M. Barret en “Congress, the CIA, and Guatemala, 1954” [5], por el rejuego de la Casa Blanca y aun del Congreso en torno a los intereses afectados, en especial de la United Fruit Company, como consecuencia de la reforma agraria y otras medidas de Arbenz

Frente a los discursos tradicionales de la amenaza de Castro a los intereses creados y de que Washington no discernía claramente entre nacionalismo progresista y comunismo, Pettinà abre una suerte de tercera vía para suplantar la historia de los intereses por la historia de las percepciones y explicar así cómo el fantasma del comunismo, que ya recorría el globo, asustó tanto a USA que se metió a cambiar regímenes. Así Pettinà enreda más la pita historiográfica, pues si Moscú provocó el cambio de percepción en Washington, la clave histórica sería más bien explicar hasta qué punto el Gobierno de EEUU —incluida su comunidad de inteligencia— acertó o falló en las percepciones y estimaciones, que en este mundo desencantado es sabido hace rato que vienen determinadas por nudos de intereses.

Nadie se traga la guayaba de que la misión sublime de cortar el paso al comunismo determinó que la CIA se lanzara contra Irán (1953), Guatemala (1954) y Cuba (1961). Los tres casos de dieron antes de que Alexander Shelepin presentara a Jruschov, el 29 de julio de 1961, el plan maestro de la KGB para subvertir al Tercer Mundo, que el Comité Central del PCUS aprobaría como directiva secreta.

Diferendo Cuba-USA

Antes de bajar de la Sierra Maestra, Castro percibió que tendría que dar guerra a los americanos al ver “los cohetes que tiraron en casa de Mario”, como reza su carta de 5 de junio de 1958 a Celia Sánchez. Para justificarse mejor esgrimió la “constante pretensión” de EEUU por apoderarse de Cuba, que sus intelectuales orgánicos repican hasta la saciedad e incluso aparece como artículo de fe en el libro de texto universitario de Historia del Estado y el Derecho en Cuba.

Así y todo, el historiador de filiación castrista Oscar Pino Santos demostró que tal pretensión nunca fue constante, sino meramente circunstancial [6]. La lectura de los clásicos lleva a la misma conclusión.

El postulante de “la fruta madura” (1823), John Quincy Adams, se atuvo a las circunstancias y hacia 1836 se opuso en el Congreso a la idea de anexarse a Cuba. Amén de este pasaje histórico, la historiografía oficial oculta cómo sigue aquella famosa referencia de Jefferson, en carta al Monroe de la doctrina, sobre Cuba como the most interesting addition that can be made to our system of States. Jefferson agregó: I have no hesitation in abandoning my first wish to future chances, and accepting its independence, with peace and the friendship of England, rather than its association, at the expense of war and her enmity.

Sólo quedan en pie los intereses, que varían con el tiempo histórico, pero Rafael Rojas buscó refutar el extremismo castrista del sempiterno diferendo Cuba-USA yendo al otro extremo: que USA eran tan buena que no se propuso cambiar el régimen político de Cuba en 1959, sino que en 1960 “se opuso al cambio de ese régimen y su sustitución por otro, comunista, basado en la economía de Estado, el partido único y la ideología marxista-leninista” [7].

Esta historiografía de truco y trato pasa por alto que la decisión de tumbar a Castro se tomó en Washington mucho antes de que las nacionalizaciones acabaran de sentar la economía de Estado, las organizaciones revolucionarias integradas (ORI) marcharan hacia la formación del Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS) y Castro soltara por radio y televisión que era marxista leninista.

Tanto las nacionalizaciones como los acuerdos diplomáticos y comerciales con la URSS y otros países del campo socialista fueron tan acelerados que sólo pudieron responder a estrategia concebida de antemano, pero como todas las partes merecen igual trato en el relato histórico, Rojas no puede bajarse con la falacia que ya sólo el 17 de marzo de 1960 Eisenhower autorizó a la CIA para “que planeara —no ejecutara— el derrocamiento” de Castro.

Desde enero de 1960 la CIA tenía formada su Cuban Task Force (WH/4) al mando de Jake Esterline, quien como jefe de la estación CIA en Guatemala había dirigido la fuerza especial para derrocar a Arbenz. En el otoño de 1959, siendo jefe de la estación CIA en Caracas, Esterline fue contactado por uno de los lugartenientes operativos, Frank Wisner, para ver si estaba interesado in getting back into harness contra Castro. Y dijo que sí [8].

El work in progress databa de antes, tal y como consta en la breve cronología que el Subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, Dick Rubottom, expuso en la reunión 432 del Consejo de Seguridad Nacional: “El período de enero a marzo puede caracterizarse como la luna de miel (…) En abril se hizo evidente una tendencia a la baja (…) En junio arribamos al punto de decidir que ya no era posible lograr nuestros objetivos con Castro en el poder (…) En julio y agosto estuvimos enfrascados en elaborar un programa para reemplazar a Castro”.

Este sol histórico no puede taparse con un dedo historiográfico, ya sea el contexto global de Pettinà o la corrección diplomática de Eisenhower según Rojas.

Coda

Nada más que con la Ley de Reforma Agraria, el 17 de mayo de 1959, Castro dio ya suficiente motivo a Washington para proponerse cambiar el régimen en Cuba. Tal es el registro histórico, aunque sea versión oficial, que no se altera con ningún jueguito de truco o trato.

Notas

[1] Hoy, agosto 24 de 1963

[2] Diario de Guerra de la Columna 2, 8 de octubre de 1958

[3] Cold War History, Vol. 11, No. 3, Agosto 2011, 317-39

[4] Studies in Intelligence, Vol. 56, No. 2, junio de 2012, 15-26. Irónicamente, por este artículo la CIA concedió a McMurdo el Premio Walter Pforzheimer 2011.

[5] Studies in Intelligence, Vol. 44, No. 5, Invierno-Primavera 2001, 23-31

[6] El asalto a Cuba por la oligarquía financiera yanqui, Casa de las Américas, 1973, 21-23

[7] Aunque no sean ideas originales suyas, ambos extremos quedan bien ilustrados por Fidel Castro (“El imperio y la isla independiente”, en Cubadebate) y Rafael Rojas (“El origen del diferendo,” en Cubaencuentro).

[8] Entrevista de Don Bohning con Esterline, The Castro Obsession, Potomac Books, 2005, 16.

© cubaencuentro

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