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Cambios, Disidencia, Inversiones

La disidencia: otra clave del pacto Obama-Castro

Desde 1996 el Congreso, el Departamento de Estado, la USAID y la NED han gastado mil millones de dólares sin que la disidencia haya logrado ni arrastre popular ni arrancar concesiones al gobierno

Los análisis del reacomodo CUBA-EEUU vienen pasando por alto el informe confidencial que Jonathan Farrar, jefe de la diplomacia estadounidense en La Habana, envió al Departamento de Estado el 15 de abril de 2009: “No es probable que el movimiento disidente tradicional suplante al gobierno cubano (…) Será necesario buscar en otra parte, incluso dentro del propio gobierno, para detectar los sucesores más probables del régimen castrista”.

El paso del tiempo arrojó que solo podía buscarse dentro del gobierno y para hacerlo EEUU tenía que normalizar relaciones y resignarse a tratar a los disidentes como lo que son: víctimas de la represión sin poder alguno para constituirse como alternativa política.

Los jóvenes rebeldes

Hacia 2012 Rafael Rojas imaginó que Yoani Sánchez, Orlando Luis Pardo Lazo y Antonio Rodiles eran “los articuladores de un nuevo proyecto de transición a la democracia”. Ni Pardo Lazo, por marchar al exilio, ni Sánchez ni Rodiles en el insilio pueden articular nada.

Yoani Sánchez no tiene arrastre popular —ni siquiera con su generación por memoria flash de una “revolución underground”— y acaba de confirmar su miopía política con la riflexión de que negociar con Washington es “una profunda derrota” para el régimen castrista. Su “diario hecho en Cuba” es joya del periodismo independiente, pero ningún periodismo articula transiciones.

Antonio Rodiles cayó en estado de insatisfacción tras incoar trámite constitucional de queja y petición por no haber ratificado Cuba los pactos internacionales de derechos humanos, y pasó de actor político a mero actor de teatro del absurdo en escenas de apoyo al embargo y de berrinche por la negativa dictatorial a renovar su pasaporte. En carta abierta a Raúl Castro acreditó que desconoce por completo al enemigo, al confundir como temor de la dictadura —que desbancó a la CIA y viene ganando la carrera de fondo a la Casa Blanca— la simple calistenia de bloquear el acceso de algunos disidentes a foros periféricos de la Cumbre de las Américas.

El resto de la nueva guardia disidente tampoco es capaz de articulación política. Tal como su finado padre, Rosa María Payá no encuentra ni camino ni pueblo para enfrentar al castrismo. Ahora recicla el disparate de pedir un plebiscito a un parlamento donde no tiene un solo diputado a favor. Este delirio se apoderó también de Laritza Diversent, quien cayó en trance junto a Manuel Cuesta Morúa y los demás que sobrecargan el papeleo de recoger firmas con otro aún más fútil de levantar actas de discusión en el vacío sobre proyectos de leyes y constitución, sin tener vigor político para encabezar siquiera su circunscripción electoral ni sentir vergüenza por haber fracasado antes con la campaña de cien mil firmas para modificar tan solo la norma constitucional del derecho de propiedad personal.

Es sintomático que solo el joven Yuniel López, ajeno al jet set de la disidencia, mereciera cierto apoyo popular al ser nominado por sus vecinos como candidato a delegado de la Asamblea Municipal de Arroyo Naranjo. En contraste, Eliecer Ávila lidera el fantasmagórico partido Somos+, que apenas satisface aquel prurito suyo de viajar al exterior manifestado a Ricardo Alarcón en tiempos de militancia comunista.

Los artistas comprometidos

Al puntualizar en “El muro de la disidencia” (El Nuevo Herald, 25 de febrero de 2009) que la oposición había fracasado “en su principal misión: convertirse en un movimiento popular”, Ivette Leyva Martínez cifró la esperanza en “una promisoria muestra de creciente resistencia cívica [:] los blogueros, con Yoani Sánchez a la cabeza, artistas rebeldes como el escritor Orlando Luis Pardo y músicos como Gorki Águila”.

Esta esperanza se frustró. Tal como sucede con Yoani Sánchez, la bloguería opositora no pasa de ser una red igual de virtual en lo político. Entretanto la rebeldía de los artistas se desahoga en arranques hacia el exilio, como hizo Pardo Lazo, o en nichos del insilio que no impulsan ningún movimiento ni toma de conciencia, como la muela radial de Gorki Águila, tan inaudible como su música, que propone “cambiar la bola porque la disidencia puede ser muy divertida”.

Las demás figuras contestatarias del arte posáurico son políticamente desalentadoras. Tras abandonar el curso de capacitación en Miami Dade College, Danilo “El Sexto” Maldonado no pasó de la tentativa de performance porquerizo en el Parque Central y tras su fallido intento en Cayo Hueso de reencarnar a Martí y resucitar el Partido Revolucionario Cubano para la causa del anticastrismo, Tania Bruguera se creyó que la Plaza de la Revolución podía ocuparse sin tomarla por asalto y nueve gatos respondieron a su invitación.

UNPACU y las Damas sin Blanco

Raúl Rivero elogió la fundación de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) porque agrupaba líderes “con más de veinte años de experiencia” (“Delfín en un vaso de agua”, El Mundo, 28 de febrero de 2008). Sólo que esta experiencia radica en ir de un proyecto infructuoso en otro, como ilustró ejemplarmente Guillermo Fariñas al comentar que con UNPACU asistía por duodécima vez al estreno de una nueva oposición y apearse después en Miami con que el exilio abasteciera comedores populares en Cuba y otras fariñadas.

El 27 de noviembre pasado, José Daniel Ferrer comunicó que, “según fuentes del Ministerio del Interior [MININT] consultadas por UNPACU, Raúl Castro habría dado la orden de liquidar, por todos los medios, a la oposición más activa, UNPACU y Damas de Blanco, en un período de tres meses”. Aparte del surrealismo de la consulta, esta guayaba de cartón —junto con otras que pueden degustarse incluso en video— rebaja la credibilidad de un líder de sobrado valor hasta el nivel del Movimiento Cristiano Liberación (MCL), que presentó dos muertos como crimen de lesa humanidad.

Luego de agotarse su razón de ser por la libertad de sus familiares presos, las Damas de Blanco quedaron sin blanco preciso adónde disparar. Sus episodios de disidencia en la disidencia llegaron al extremo de unas cuantas tomando a otra como blanco de repudio. Ahora creen que se dan un chapuzón de pueblo yendo a Coppelia y posando como monjas de la caridad para dar comida a los hambrientos.

También sabemos por Farrar que los disidentes se preocupan ante todo por ir tirando en su vida cotidiana y para preservar el acceso a los recursos incluso limitan o marginan a otros disidentes. De ahí que el castrismo dé pita y más pita al diario 14ymedio de Yoani, al bufete Cubalex de Laritza y a otras entelequias presupuestadas desde el exterior, porque sabe perfectamente que casi todos sus fondos van a parar al mercado interno y no entrañan opción política alguna.

Eficacia de las inversiones

Mientras la disidencia siga dando vueltas en el redil de cómo conseguir fondos, en vez de prosélitos, continuará malográndose el objetivo político único de ganarse a la mayoría del pueblo y deslegitimar a la minoría gobernante en las elecciones o en la calle. La cosa ha llegado al punto de que para la militancia anticastrista se exige la ciega obligación de plegarse a proyectos y más proyectos urdidos sin racionalidad política y aun rayanos en la insensatez, como el alarde pueril de Antúnez con un paro nacional o el ademán opositor de Biscet, que se reduce a la tragicomedia patriótica de Diego Tintorero irrumpiendo en partidos de béisbol fuera de Cuba con un cartel enigmático para toda la concurrencia: “Emilia Vive”.

Las audiencias de disidentes a tropel en el Congreso de EEUU resultaron contraproducentes, pues confirmaron otro diagnóstico de Farrar: aunque suelen abordar problemas difíciles como la reforma constitucional, las fuerzas armadas y de seguridad, las políticas económicas nacionales e internacionales, cuando se les pide explicar cómo apelarán al pueblo en elecciones ninguno tiene una buena respuesta y al parecer no prestan mucha atención a esto.

Por simple cálculo de costo-beneficio, la Casa Blanca prefirió invertir con alto riesgo en el gobierno, ya que no vale la pena proseguir haciéndolo en disidencia con cero retorno de inversión. Desde 1996 el Departamento de Estado, la USAID y la NED han asignado más de $300 millones a la transición a la democracia en Cuba. Radio y TV Martí agregan unos $700 millones en igual período para sumar mil millones de dólares sin que la disidencia haya logrado ni arrastre popular ni arrancar concesiones al gobierno.

No hay ninguna garantía histórica ni sociológica, ni siquiera metafísica, de que tal situación cambiará. El anticastrismo no es problema teórico para urdir castillos en el aire, sino el problema práctico de cómo superar al castrismo. Si no se pudo con guerra y la disidencia pacífica se empecina en sonseras, hay que buscar en otro lugar. Que Obama tomara la iniciativa es puro accidente. Washington tenía que resignarse más tarde o más temprano a la triste realidad de que los opositores son tan solo víctimas de la represión política y, por eso mismo, incapaces de promover la transición a la democracia. Nadie sigue a las víctimas, mucho menos en Cuba.

© cubaencuentro

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