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Actualizado: 18/04/2024 23:36

EEUU, Kennedy, Oswald

Las conexiones castristas del magnicida de Dallas (I)

Interrogantes sobre el asesinato de John F. Kennedy y sus relaciones con el gobierno cubano. Un texto en varias partes

Nunca se conocerá la verdad sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy en Dallas, Texas, el viernes 22 de noviembre de 1963. El informe oficial de la Comisión Warren[1] no ha permitido establecer las responsabilidades, ya que el supuesto culpable, Lee Harvey Oswald, fue a su vez asesinado menos de 48 horas después por Jack Ruby. Oswald habló ante los investigadores, pero los datos que libró fueron insuficientes para establecer sus reales motivaciones y sus conexiones con la Unión Soviética y Cuba. Sin embargo, su simpatía hacia la revolución castrista era manifiesta, a la par de su desilusión con el comunismo imperante en la Unión Soviética, donde había vivido dos años y medio, entre octubre de 1959 y junio de 1962, y contraído matrimonio con Marina N. Prusakova —con quien tuvo dos hijos—, antes de regresar a Estados Unidos.

Un marxista heteroxo

Marxista, Oswald lo era desde su estancia en el cuerpo de los marines en Estados Unidos. Su viaje a la URSS tenía como objetivo primero proclamar su rechazo al «imperialismo americano». Pero era una deserción de poca monta para el Partido Comunista de la Unión Soviética. En realidad, no era un comunista ortodoxo. Había sido profundamente marcado por la lectura de 1984, de George Orwell[2], mientras aún estaba en los marines, a los que hablaba de sus convicciones marxistas y, en cierto sentido, anti-stalinistas, sin tapujos. Le atraía la guerrilla castrista, como a varios de sus compatriotas (tales Herman Marks, cuya «especialidad» era dar el tiro de gracia a los fusilados en la fortaleza de La Cabaña, bajo las órdenes de Ernesto Che Guevara, a partir de la toma del poder en 1959, desaparecido luego de Cuba sin dejar huellas, o el comandante William Morgan, fusilado más tarde por Fidel Castro, contra quien complotaba, en abril de 1961, a raíz de los combates de Bahía de Cochinos). La opción castrista, opuesta a la de Nikita Kruschov, sobre todo después de la crisis de los misisles de octubre-noviembre de 1962, era mucho más exaltante, orientada hacia la lucha armada en América latina y, ¿por qué no?, en Estados Unidos. A su hermano Robert, le escribía desde la Unión Soviética: «In the event of war I would kill any american who put a uniform on in defence of the american government —any american» (sic). El intento posterior de asesinato a través de una mirilla telescópica, el 10 de abril de 1963, del general Edwin Walker, candidato demócrata racista y extremista a la gobernación en Texas frente al entonces republicano John Connally, pero partidario de Kennedy, quien fue herido en el auto que también transportaba en Dallas a su esposa y a John y Jacqueline Kennedy, se enmarca en esa idea de que todos los americanos eran culpables de la política de su país. La militancia en un grupúsculo como el Communist Party o en el Socialist Workers Party, cercano a las tesis de Trotski, más afín a su orientación crítica, era poco satisfactoria. Además, había roto de facto con su sueño soviético en medio de su larga estancia allí, hasta el punto de cometer un intento de suicidio anunciado en su Historic Diary: «I am shocked!! My dreams!» La estrategia de Nikita Kruschev después de la crisis de los misiles no concordaba con sus opciones guerreras.

La ayuda a la revolución y su participación en ella, tal vez en alguna operación guerrillera en América latina, eran su meta confesada. Uno de los seudónimos, práctica común en las organizaciones de extrema izquierda, que utilizó, «Hidell» —entre otros muchos, «Osborne», «D.F. Drittal», «Lt. J. Evans», y también simples variaciones sobre sus nombres y apellido reales, «H. O. Lee» por ejemplo—, lo eligió, según su esposa, porque rimaba con «Fidel». Hasta concibió el proyecto, ya en 1963, abortado por Marina que consideraba que se trataba de una locura, de secuestrar un avión de línea para hacerlo aterrizar en la Isla, algo bastante común por aquellos años.

Fair Play for Cuba Committee

Lo esencial de su acción se desarrolló en el seno del Fair Play for Cuba Committee, en New Orleans, Louisiana, hasta por lo menos agosto de 1963, pocos meses antes del magnicidio, y se prolongó, nominalmente, hasta el 1° de noviembre, fecha en la que abrió un apartado postal en Dallas, Texas, a su nombre, al del American Civil Liberties Union y al del Fair Play for Cuba Committee.

Creado en abril de 1960 en New York, el Fair Play for Cuba Committee fue una especie de caballo de Troya del castrismo dentro de Estados Unidos. Contó para su creación con el respaldo de intelectuales americanos como los novelistas Norman Mailer y James Baldwin o los integrantes de la beat generation Lawrence Ferlinghetti y Allen Ginsberg —quien fuera expulsado de Cuba años más tarde, al emitir críticas hacia Fidel Castro y bromas sobre Raúl Castro y Che Guevara y relacionarse con poetas reprimidos—, o el filósofo francés Jean-Paul Sartre, quien acababa de efectuar un periplo de un mes en la Isla y de publicar una serie de 16 artículos ditirámbicos sobre Fidel Castro en el diario France Soir bajo el título de Ouragan sur le sucre (Huracán sobre el azúcar en su edición en un solo volumen en español). Prueba de la importancia, al menos simbólica, ya que no contaba con una numerosa membresía, del Comité. Castro aún no había decretado que su revolución era «socialista» ni que él era comunista. Sólo lo haría en 1961. Pero las relaciones con Estados Unidos ya se estaban degradando a medida que las relaciones con la URSS se venían fortaleciendo, después de un período de relativa indulgencia después de la caída de Fulgencio Batista el 1° de enero de 1959. Quien lanzaría los ataques más duros contra el régimen castrista establecido a corta distancia de las costas americanas era el que iba a ser designado candidato del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales de noviembre, John F. Kennedy, apoyado por su hermano Robert, frente a su rival republicano, el vicepresidente de Dwight Eisenhower, Richard Nixon. Nixon, en los debates televisivos que lo opondrían a Kennedy, se mostraría mucho más moderado, ya que tenía que guardar el secreto sobre el desembarco que estaba preparando la administración republicana. Parte de la elección presidencial, con resultados extremadamente reñidos, se jugaría sobre el tema cubano. Desde el inicio, pues, contrariamente a Nixon, que había recibido al líder revolucionario triunfante en la Casa Blanca en abril de 1959, Kennedy mostró una posición resueltamente hostil hacia Castro.

La creación del Fair Play for Cuba Committee fue una creación genuinamente procastrista, por parte de una intelligentsia que consideraba con simpatía una revolución que se presentaba como antiimperialista, pero no comunista. Su lema: «Hands off Cuba!»[3] («Manos fuera de Cuba»). A pesar de sus reducidas tropas, el comité tuvo un papel fundamental en abril de 1961, en el momento más álgido de los enfrentamientos en Bahía de Cochinos.

En efecto, entre el 16 y el 19 de abril, mientras los combatientes cubanos anticastristas de la Brigada 2506 reclamaban el apoyo aéreo prometido por Kennedy para destruir los aviones gubernamentales castristas que los estaban bombardeando, una manifestación, poco importante pero que tuvo gran repercusión internacional, se desarrolló ante la sede de las Naciones Unidas en New York, convocada por dicho comité. Esa protesta bastó para que Kennedy renunciara a la intervención de la aviación y de la marina estacionada frente a la costa sur de Cuba.

Altercado con anticastristas en New Orleans

Lee Harvey Oswald apareció espectacularmente en el historial público del Fair Play for Cuba Committee el 9 de abril de 1963, entre su retorno de la Unión Soviética, en junio de 1962, y el asesinato de Kennedy, en noviembre de 1963. Varias imágenes lo muestran enarbolando carteles con el ya clásico «Hands off Cuba!» y distribuyendo panfletos. En una de ellas, se encuentra frente a tres exiliados anticastristas, miembros del Directorio Revolucionario, Celso Hernández, Miguel Cruz y Carlos Bringuier, abogado en Cuba antes de salir para el exilio y autor de varios libros posteriores sobre las relaciones entre el castrismo y Oswald[4]. Ese día hubo un altercado entre Oswald y los militantes del Directorio, que terminó con la detención de los cuatro protagonistas. Pero el único que fue declarado culpable y multado por la policía —con la cantidad irrisoria de diez dólares— fue Oswald.

Pocos días antes, el 5 de agosto, hubo un extraño encuentro en el interior de la tienda de ropa de Bringuier, Casa Roca, que fungía como sede del Directorio Revolucionario y de otras organizaciones del exilio. Oswald había entrado a ofrecerse, por su conocimiento del manejo de armas, para una operación para derrocar a Castro, dejándole en la tienda una guía para los marines. El ofrecimiento fue rechazado por Bringuier. No se trataba simplemente de uno de los vaivenes ideológicos de Oswald sino, probablemente, de un intento —fallido, por impreparación política y linguística: Oswald no hablaba para nada español— de infiltrar al enemigo, una política extendida y permanentemente glorificada por la revolución cubana. Su posterior aparición en una calle de New Orleans con carteles procastristas era más bien una provocación, poco hábil, destinada a mostrar a qué bando pertenecía y a darles garantías a los dirigentes y representantes de la revolución cubana de su determinación a luchar por todos los medios en su favor. Pero en silencio no había podido ser[5].

El altercado causó cierto revuelo en New Orleans. El 13 de agosto una televisión lo fue a filmar distribuyendo los panfletos de su organización, del que él era el único integrante en New Orleans: no eran muchos los anticastristas convencidos en Estados Unidos. Lee Harvey Oswald fue entrevistado por una radio local y, pocos días más tarde, el 21 de agosto, invitado a participar en un debate frente a Carlos Bringuier, a lo que accedió. En el transcurso del debate, atacó duramente al presidente John F. Kennedy, pero quedó mal parado por tener que responder de su estancia anterior en la Unión Soviética.

Al enterarse del atentado contra Kennedy el 22 de noviembre, Carlos Bringuier quedó convencido de que la acción del hombre con quien se enfrentó en New Orleans estaba dirigida por Fidel Castro en persona. Su opinión ante la Warren Commission no fue considerada en ese aspecto, aunque sí su testimonio sobre sus encuentros con Oswald, que constituyó uno de los elementos esenciales para determinar sus ideas políticas. Por su parte, el fiscal, District Attorney, de New Orleans, Jim Garrison, desestimó sus declaraciones, concluyendo de sus interrogatorios que eran el vicepresidente Lyndon B. Johnson y el director de la CIA, J. Edgar Hoover, quienes se aprovechaban del asesinato del presidente[6].


[1]Report of the Warren Commission on the assassination of President Kennedy, New York, Bantam Books, 1964.

[2] George Orwell, 1984, London, Sexker and Warburg, 1949.

[3] Los castristas y sus seguidores tienen muy poca imaginación. En enero de 2019, el presidente venezolano Nicolás Maduro retomaba esa consigna: «Donald Trump, hands off Venezuela!» Le había sido dictada, sin lugar a dudas, por su mentor Raúl Castro.

[4] Carlos Bringuier, Red Friday, 1969, Operación Judas, Miami, Universal, 1993, Crime without punishment, 2013.

[5] La infiltración en los medios anticastristas del exilio es uno de los métodos más comunes de la revolución, tal como se ve en la serie de la televisión cubana En silencio ha tenido que ser, o con la Red Avispa, que desembocó en el encarcelamiento y la condena en Estados Unidos entre 2001 y 2014 de varios espías, considerados y glorificados como «los cinco héroes» por el gobierno de la Isla, que dio lugar en 2019 a una película propagandística de Olivier Assayas.

[6] Jim Garrison, A heritage of stone, New York, Paperback, 1970.

© cubaencuentro

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