Cambios, PCC
Los cuadros, los cuadrados y los cuadritos de Raúl Castro
O se rejuvenece la cúpula del régimen, o no quedará casi nadie para dirigir
Parecería que, al fin, Raúl Castro se ha decidido a comenzar un proceso de “rejuvenecimiento” de los cuadros del país.
Después de muchos avisos de que “viene el lobo”, finalmente parecen haber comenzado movimientos, el primero de los cuales en esta dirección sería el ascenso del canciller Bruno Rodríguez al Buró Político del Partido.
Podrá decirse que una gran mayoría de los ministros del Gobierno, miembros del Consejo de Estado y embajadores acreditados en el extranjero son relativamente jóvenes, comparados con las abultadas edades de los “históricos”, los veteranísimos de eso que todavía se llama “revolución”.
Pero esa no es la cuestión: en Cuba el poder no radica en instituciones formales, en el Gobierno, en el Consejo de Ministros o el Consejo de Estado. Todo eso es paisaje para adornar el verdadero poder, que se encuentra en las camarillas que se crean discretamente para controlar los procesos y las actividades.
El Buró Político tiene 15 miembros desde que recientemente el Canciller ocupó la plaza que había quedado vacante tras la muerte del general Julio Casas, ministro de las FAR. De esas quince personas, solamente cuatro pueden ser consideradas “jóvenes”: Miguel Díaz-Canel, 52 años, Marino Murillo, 51, Mercedes López Acea, 48 y Bruno Rodríguez, 54. El resto hace ya tiempo que pasó la edad de retiro, que son los 65 años. En ese grupo de la tercera (y cuarta) edad, además de cuadros, hay algunos cuadrados.
Por encima del Buró Político existe la “Comisión del Buró Político”, integrada actualmente por cuatro personas, incluyendo a Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura, más Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”) y Esteban Lazo Hernández. Inicialmente incluía también a los ya fallecidos Juan Almeida Bosque y Julio Casas Regueiro, así como a Carlos Lage (tronado). A ese nivel no hay “jóvenes”. Es aquí donde se toman las decisiones que posteriormente se someten al Buró Político, y al Secretariado, y al Comité Central, y en última instancia a todo el país.
En el Consejo de Ministros se repite la misma historia que con la Comisión del Buró Político: por encima del Consejo existe el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, formado por 9 personas, incluyendo a Raúl Castro, 81 años, y José Ramón Machado Ventura (82), como primer vicepresidente, y además los vicepresidentes del consejo de ministros Ramiro Valdés Menéndez (80), Ricardo Cabrisas (75), Ulises Rosales del Toro (70), Antonio Enrique Lussón (80), y Adel Yzquierdo (67). Aquí tampoco faltan cuadrados. Los “jóvenes” en esta instancia son Miguel Díaz-Canel (52), y Marino Murillo (51).
Nada es diferente en el Consejo de Estado, compuesto por 31 miembros, incluyendo un Secretario. Tiene un Presidente y un primer vicepresidente (Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura), y debería tener cinco vicepresidentes, pero en los documentos oficiales del Gobierno cubano solamente se mencionan cuatro: Ramiro Valdés (80), Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”), (73), Esteban Lazo (68), y Gladys Bejerano (65). Como puede verse, no escasean los cuadrados.
Viendo de conjunto la distribución de poderes en las pequeñas camarillas, aparecen en la Comisión del Buró Político Raúl Castro, José Ramón Machado Ventura, Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”), ministro del Interior y vicepresidente del Consejo de Estado, y Esteban Lazo Hernández.
Como miembros del Buró Político y del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, además de Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura, hay que incluir al comandante Ramiro Valdés y a Adel Yzquierdo, también ministro de Economía. Otros dos vicepresidentes del Consejo de Ministros, Ulises Rosales del Toro (Agricultura y Azúcar) y Antonio Enrique Lussón (Transporte) ostentan grados de General de División.
Miembros del Buró Político y Vicepresidentes del Consejo de Estado, además de Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura, son Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”), el Comandante Ramiro Valdés, y Esteban Lazo.
Analizando la distribución de cargos, cinco personas se reparten los cargos fundamentales en el Partido, el Gobierno y el Estado en Cuba: Raúl Castro, José Ramón Machado Ventura, Ramiro Valdés Menéndez, Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”) y Esteban Lazo Hernández. Entre los cinco suman 384 años de edad, un promedio de 76.8 per cápita. Esteban Lazo es el único que no proviene de la lucha guerrillera ni de la lucha clandestina, y es el “benjamín” de ese grupo, con 68 años. Hay quienes consideran que ser de la raza negra le ha ayudado para ocupar encumbradas posiciones en la jerarquía, porque se necesita un cubano negro en las altas esferas a los efectos de la imagen del país.
Entonces, de nuevo, se puede hablar de que se ven caras más jóvenes en el Consejo de Ministros, en el Consejo de Estado, en el Comité Central del Partido, y hasta en el Buró Político. Pero todas estas instancias conforman el paisaje, la escenografía que adorna la maquinaria del poder, para dar la imagen de renovaciones, entretener ilusos y desinformar a la academia y los corresponsales extranjeros (no a todos, sino a los que no se sienten mal desinformándose).
Pero siguen siendo las mismas caras, biografías y figuras en las verdaderas instancias del poder.
Raúl Castro acaba de afirmar hace muy pocos días: “Urge romper el bloqueo de pensamiento que todavía persiste a la hora de seleccionar y preparar a los jóvenes dirigentes” (…) “Contamos con jóvenes brillantes a los que debemos guiar y transmitir los conocimientos que hemos adquirido en tantos años de revolución”.
Se puede estar de acuerdo con esas palabras de Raúl Castro, pero solamente si pretende materializarlas en resultados concretos. Y como bien dice él mismo, el tiempo apremia.
Desde ahora hasta el 24 de febrero de 2013, cuando se constituye la nueva legislatura de la Asamblea Nacional y se seleccionan el Consejo de Estado y de Ministros, tiene tiempo suficiente para “romper el bloqueo de pensamiento” y modificar las realidades en un país donde la gerontocracia impera.
Puede y debe promover a personas más jóvenes, que acompañen de cerca a los “históricos” en lo que debe ser, por imperativos de la biología, su última legislatura en esta vida.
Pero promoverlos a los verdaderos cargos de poder. No a los de paisaje y escenografía.
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