Cambios, Raúl Castro
Raúl Castro, el modelo este-alemán y el museo jurásico en la Plaza
Después de todo, no era ni el modelo chino ni el vietnamita
Sorpresas del General: después de todo, no era el modelo chino, ni el vietnamita, lo que pretendía para nuestro país. Ni siquiera un modelo a gran escala del barrio chino de La Habana, que en su tiempo contó con excelentes expendios de arroz frito, pomadas medicinales, frituras varias, y hasta con el Teatro Shangai.
Todos hablaban por gusto, mientras el general insistía en que su “actualización” pretendía llevar el modelo cubano a algo muy original y muy autóctono, solamente comparable con cosas así como el guaguancó, el danzón, el jineteo con universitarias o los Comités de Defensa de la Revolución, exclusividades de la Perla de las Antillas, algunas antes de… y otras después de… ustedes saben de qué.
Sin embargo, no, no era así. Resulta que lo que está germinando de las canteras del neocastrismo raulista en la economía nacional, cada vez con más fuerza, es algo que recuerda a aquella afortunadamente desaparecida Alemania “democrática”, llamada RDA, esa de la STASSI, el muy democrático Muro de Berlín con minas y alambradas, y deportistas repletos de esteroides para arrasar con las medallas olímpicas.
No debería sorprendernos ver lo que pretende Raúl Castro. Al fin y al cabo, aquella tierna y dulce RDA, que disparaba alegremente y sin misericordia contra quienes pretendían saltarse el Muro de la felicidad comunista, o ponía a espiarse a padres contra hijos y viceversa, es un “modelo” muy aceptable y agradable en la Plaza de la Revolución.
Aquellos alemanes “de nuevo tipo” inventaron, entre otras cosas, los “combinados industriales” para organizar sus empresas y su economía, una variante socialista y caricaturesca de la Gesellchaft alemana, evidentemente inferior a la versión germano-occidental, que sin embargo resultaba por encima de las “uniones de empresas” soviéticas, los “complejos agroindustriales” búlgaros, o cualquier otra variante este-europea del socialismo real, y mucho más efectivos y eficientes, naturalmente, que los “contingentes” de Fidel Castro o las empresas de la “rectificación” cubana de los años ochenta.
Ahora Raúl Castro, sin mucho alboroto, vuelve al tema de la organización de las actividades empresariales cubanas, creando bajo el nombre de “agrupación empresarial” diversas instituciones empresariales, que serían las encargadas de planificar, organizar, dirigir y controlar las diferentes actividades en una misma rama de la economía.
Ya lo hizo primeramente con AZUCUBA, agrupación empresarial surgida cuando la disolución del absolutamente ineficiente Ministerio de la Industria Azucarera (MINAZ), y posteriormente se buscó el mismo camino para actividades mineras, eléctricas, sidero-mecánicas, y de industria ligera. Y también podría hacerlo en un futuro no muy lejano con la agricultura, producción alimentaria, transporte, comunicaciones, construcciones, y pesca, entre otras actividades.
En estos momentos le ha correspondido el turno a la producción farmacéutica y la actividad biotecnológica, colocadas en la agrupación empresarial BioCubaFarma, que reúne las actividades que se encontraban en el Polo Científico del Oeste de La Habana (otro invento de Fidel Castro) y en el grupo empresarial QUIMEFA. Para dirigir el nuevo grupo empresarial ha sido designado un médico, que en estos momentos dirigía el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC).
La idea organizativa, en sí misma, no es incorrecta: colocar las actividades empresariales en una gran institución empresarial vertical, separándolas de las actividades de dirección estatal, que se llevan a cabo en los organismos de la administración central del Estado o en los órganos locales del gobierno. Sin embargo, ni siquiera con los alemanes “democráticos” este mecanismo funcionó, porque la acción combinada sobre las empresas estatales del “papel rector” del Partido y la injerencia gubernamental, con sus “cuadros” celosos y temerosos de perder su espurio poder, cercenaba la autonomía y la efectividad de las empresas.
Y es el mismo fenómeno que ha caracterizado a las empresas estatales cubanas desde su misma creación en los años sesenta: el espíritu de la “empresa consolidada”, invento de un médico argentino, venido a menos y sin título verificable, que se creyó que sabía de economía, y con sus disparates sentó las bases para que nunca pudiera funcionar adecuadamente la anteriormente próspera actividad productiva y comercial cubana.
Para colmo de males, y para desgracia de las flamantes “agrupaciones”, recientemente han sido creados por el gobierno cubano el GGPE (Grupo Gubernamental para el Perfeccionamiento Empresarial), y el GEPE (Grupo Ejecutivo de Perfeccionamiento Empresarial), dos engendros burocráticos que, además, pueden replicarse a nivel provincial, cuya misión, en última instancia, y dígase lo que se diga, es cercenar la autonomía empresarial y afianzar el control estatal sobre las empresas.
Por consiguiente, lo que no pudo funcionar con los alemanes del este en las condiciones del llamado “socialismo real”, podrá funcionar mucho menos en las condiciones del “socialismo surrealista” cubano. Discutir sobre eso ahora no tiene sentido: ya vendrán los resultados, y podremos comprobarlo.
A esta variante criolla de los combinados este-alemanes, Raúl Castro suma un aporte que sí le corresponde realmente a él en toda su extensión, y que difiere totalmente del estilo que utilizaba Fidel Castro: la creación y mantenimiento del museo jurásico. Cuando era Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cargo que desempeñó durante cuarenta y siete años, la “oficina del Ministro” era un ente donde iban a parar militares “tronados” por una u otra razón, pero que no dejaban de ser “confiables”: por esa oficina pasaron en su momento (alguno sigue aún) los comandantes del Ejército Rebelde Efigenio Ameijeiras, Augusto Martínez Sánchez y Sergio del Valle.
En estos momentos, Raúl Castro aplica el mismo tratamiento a otros “líderes” venidos a menos, sea por avanzada edad, por problemas de salud, o simplemente por absoluta incompetencia, designándoles como “asesores especiales” del Presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, es decir, de él mismo: bajo este procedimiento han pasado a la “asesoría” del Presidente el octogenario José Ramón de la Caridad Fernández Álvarez, conocido como “el gallego”, ex vicepresidente del Consejo de Ministros, y el ex ministro de Cultura y mediocre escritor, Abel Prieto Jiménez; ahora le ha tocado el turno a un siempre favorito de Fidel Castro, el eterno incompetente José Miguel Miyar Barruecos, conocido por “Chomy”, también octogenario, quien recientemente había sido Ministro de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, y Jefe del Polo Científico.
De manera que, entre dinosaurios en retiro y agrupaciones empresariales que no pueden funcionar eficazmente, se va “actualizando el modelo” y va pasando el tiempo. No se resuelven los problemas ni mejoran la economía ni las condiciones de vida de los cubanos, pero se condena “el bloqueo” y se sigue reclamando la libertad de “los cinco”: así que, por lo menos, hay cosas para entretenerse.
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