De antemano se sabía que los ganadores de la esperada Cumbre de las Américas serían Cuba y Venezuela, dos países con sistemas para los cuales la retórica de cartón piedra y la estridencia política son más importantes que la prosperidad de sus ciudadanos. La Habana logró que Obama esté considerando retirar a la Isla de la lista de países patrocinadores del terrorismo, algo que en nada beneficiará a los cubanos, porque eso no se come; pero, insufla el petrificado discurso de victorias contra el imperialismo yanqui.

Sin embargo, los cubanos que no reciben remesas del extranjero seguirán viviendo de la libreta de racionamiento que les permite acceder al mes a dos kilos de arroz; medio, de chícharos y frijoles; un cuarto de aceite, cinco huevos, un pan diario y un muslo de pollo cada dos o tres meses…

Y continuará el miedo de los ciudadanos a no dejar de entrar por el aro, metido en su piel desde que nacen, gracias a una chambona, pero vigorosa represión de las libertades, explicada mejor que nadie por el escritor Norberto Fuentes: “Van casa por casa y tocan justamente en las puertas designadas y hablan con toda claridad con el ciudadano que debe ser advertido. El mensaje es rústico, elemental si se quiere, pero de una enorme efectividad. No se te ocurra un invento, porque te la cortamos. Mira el hacha”.

Porque las recientes concesiones de Obama a La Habana no son a cambio de alguna modificación en el sistema económico y político que dirigen los hermanos Castro desde el 1 de enero de 1959, desayunando, almorzando y comiendo palabrería. Cuba cree que no debe ceder en nada. Para el sistema cubano no existe eso de que, en política, uno no obtiene lo que se merece, sino lo que es capaz de negociar.

Caracas también ganó mucho antes de que arrancara la Cumbre: Obama reconoció que Venezuela no es amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, como había afirmado el 9 de marzo pasado, además de que estaba “profundamente preocupado por intimidación contra opositores”.

Pero a los ciudadanos venezolanos eso tampoco les sirve para nada, porque seguirán viviendo en una dictadura que permite al Presidente gobernar por decreto y que agentes armados puedan encarcelar y reprimir a disidentes y manifestantes. En Venezuela seguirán canceladas las aspiraciones democráticas y se recrudecerán el control electoral, las expropiaciones y el chantaje a los trabajadores del Estado, que en 14 años aumentaron de 800 mil a 2,4 millones.

Así que, con las retumbantes Cuba y Venezuela satisfechas por haber conquistado lo que querían de la Cumbre, aun antes de su inicio, la reunión de Panamá fue para todos los participantes: ahora sí, un comen… y se van, con Raúl Castro y Maduro, sonrientes y victoriosos.

© cubaencuentro