Cuba, EEUU, Cambios
Tiempo de transiciones
La enajenación generacional provocada por el arribo de Fidel Castro al poder está al terminar
Mientras Chirino cantaba Nuestro día ya viene llegando (1990) y Oppenheimer sonaba La hora final de Castro (1992), la caribóloga Dr. Gillian Gunn Clissold armaba su Cuba Project en la Universidad de Georgetown para discutir la situación de la Isla, sobre todo con académicos y funcionarios gubernamentales.
Gunn Clissold se alzó enseguida con un grant del think tank Twentieth Century Fund [The Century Foundation] para investigar las opciones políticas de EEUU con vistas a la transición en Cuba y terminaría dando a imprenta Cuba in Transition (Brookings Institute Press, 1993, 104 pp). Al igual que el libro de Oppenheimer, este folleto se puede adquirir hoy a quilo en Amazon, pero el Dr. Néstor García Iturbe acaba de desempolvarlo así: “Si usted encuentra alguna similitud con lo que está sucediendo en estos momentos, no es pura coincidencia”.
Pas de deux
García Iturbe fue spymaster de la Misión de Cuba ante Naciones Unidas y rector del Instituto Superior de Inteligencia Adriana Corcho. Ya retirado de esos trajines se dedica a investigar y hacer periodismo con foco en EEUU. Gunn Clissold dejó Georgetown en 2002 y siguió la rima en la Universidad Trinity hasta que se retiró a Virginia como entrenadora de caballos.
En agosto de 2008, el analista de la contrainteligencia militar estadounidense Chris Simmons soltó que Gunn Clissold había sido agente de influencia del servicio de inteligencia castrista. Ella replicó era absurdo, pero se abstuvo de demandar por difamación. Cabe suponer entonces que el fin último de aquella investigación suya fue advertir a Castro por dónde irían los tiros y propiciar cómo escudarse mejor. García Iturbe resume así el informe de Gunn Clissold:
1. Fundamentación
La enajenación generacional provocada por el arribo de Fidel Castro al poder está al terminar, pero nadie sabe que vendrá después. Sin embargo, la transición a la democracia puede llevarse a cabo pacíficamente, sin intervención ni ocupación militar y sin políticas que pudieran causar estallidos de violencia. Cuba debe ser inundada con productos, servicios e inversiones de EEUU, pero sobre todo con estadounidenses. El gobierno cubano debe ser llevado a una posición en que no tenga otro remedio que actuar acorde con EEUU.
2. Cambios en la política de EEUU
Hay que suspender la retórica agresiva y reiterar el mensaje de que EEUU no intenta agredir a Cuba. Asimismo debe cesar la presión sobre empresas de terceros países para que no comercien con la Isla. Toda ayuda humanitaria debe enviarse a través de ONG en EEUU a ONG en Cuba y solo para mejorar la situación del pueblo.
EEUU debe dejar bien claro que se opone al gobierno, pero no al pueblo. Debe abstenerse de maniobras militares agresivas e informarlo tanto privada como públicamente. Los exilados tienen derecho a preocuparse por Cuba, pero cualquier solución debe venir desde dentro. Washington debe guardar distancia con respecto al ala conservadora de la comunidad cubanoamericana, trabar más estrechas relaciones con otros segmentos y disipar el temor de que busca imponer un gobierno dirigido por exilados en la Cuba post-Castro.
3. Pasos hacia la transición
Es preciso abrir oficinas de prensa en Washington y La Habana, cerrar TV Martí y rediseñar Radio Martí, así como celebrar reuniones conjuntas sobre medio ambiente, tráfico de drogas y otros temas de mutuo interés. Además de establecer vuelos directos y mejorar el correo y las comunicaciones, hay que dar mayores posibilidades de viajar a Cuba y de enviar remesas y mercancías, e incluso financiar becas y viajes de muchos cubanos a EEUU, sobre todo de jóvenes, involucrados en el gobierno a distintos niveles.
4. Medidas de Cuba para normalizar relaciones
Hay que principiar con negociaciones para compensar a las firmas estadounidenses que fueron expropiadas. Amén de permitir que Naciones Unidas investigue la situación de los derechos humanos, se requiere liberar a los presos políticos y efectuar elecciones municipales y nacionales con la presencia de observadores internacionales.
5. Conclusiones
El gobierno que surja de transición pacífica en Cuba no será necesariamente anti-EEUU, pero estará ansioso por demostrar su independencia. Es posible que ese gobierno se denomine aún socialista, aunque no será de corte leninista, sino más bien al estilo europeo, con beneficios para los trabajadores, las familias y los desempleados.
Hasta aquí las clases de Gunn Clissold, que García Iturbe recicla para dejarnos clarito que el castrismo tardío conoce bien el paño y sabrá cómo arreglárselas, a no ser que pase algo que lo borre de pronto: el paro nacional de Antúnez, el plebiscito de Rosa María Payá, la asamblea constituyente de Cuesta Morúa, otro diario digital de Yoani, otra novela de Fariñas u otro golpe de Estado poético de Tania la Verdadera.
Lección del embargo
Al enrumbar políticamente Obama por el camino que académicamente vislumbró Gunn Clissold, los líderes opositores en Cuba tomaron partido a favor o en contra, sin acabar de aprehender la única moraleja que les atañe: si el embargo —como mecanismo de presión y ficha para negociar de la mayor potencia global— no ha logrado por más de medio siglo que la élite gobernante ceda ni un tantico así en el poder, ¿qué sentido tiene pedirle desde abajo, sin mecanismo efectivo de presión ni ficha alguna para dar a cambio en ninguna negociación, leyes y más leyes, diálogos y más diálogos, que siempre entrañan concesiones del poder?
Ningún sentido. El culillo de la oposición pacífica por ilustrar al gobierno y al pueblo —desde el Proyecto Varela hasta el Foro por los Derechos y Libertades— corre la misma suerte del alarde de la oposición cívica, desde el Proyecto Emilia de Biscet a la carta abierta de Antúnez a Raúl Castro. Son pamplinas, por mucho coraje que se derroche y mucha represión que se arrostre.
El único mecanismo de presión y la única ficha para negociar de toda oposición pacífica o cívica es el apoyo popular masivo, que solo puede manifestarse en las urnas o en las calles. Toca a los líderes de la oposición encontrar la vía, a sabiendas de que jamás se dará con ella en virtud de premios o invitaciones del exterior ni reuniones dentro con funcionarios extranjeros.
El castrismo había cumplido ya su tercera década en el poder cuando se apretaron las clavijas del embargo con las leyes Torricelli (1992) y Helms-Burton (1996) tras la desunión post-soviética. Ni llegó nuestro día ni sonó la hora final de Castro. Sin él ni su hermano como jefe de Estado y Gobierno, el castrismo se apresta a cumplir tres décadas más en 2019. Si la oposición pacífica y/o cívica no transita a ganar partidarios para dar guerra en las urnas, el castrismo continuará perpetuándose por entre sucesivas metamorfosis.
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