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Justicia, Transición, Disidencia

Transición y máquina de Nozick

El filósofo estadounidense Robert Nozick concibió una máquina hipotética que proveía flujos de experiencia conforme a las decisiones tomadas por cada sujeto para ser feliz

El turismo de aventura cubanológica congregó el viernes 4 de octubre a dos alemanes, tres exiliados y un disidente visitante en el auditorio del campo Wolfson (Miami Dade College) para la Segunda Conferencia sobre Reconciliación y Cambio, que la institución sede y el Grupo Cuba Study ensamblaron con el Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad Internacional de la Florida (FIU).

Para esta ocasión, el exopositor germano-oriental Günter Nooke y el profesor Dieter Dettke (Universidad Georgetown), el empresario Carlos Saladrigas y la profesora Marifeli Pérez-Stable (FIU), el reverendo episcopal Leo Frade y el intelectual católico Dagoberto Valdés se engolfaron en la experiencia alemana con ánimo de sacar lecciones para Cuba.

A casi veinticinco años de la caída del Muro de Berlín, la aventura cubanológica anda todavía por el monte de las analogías, sin haber dado jamás con ningún atajo hacia el cambio democrático en la Isla ni con salidas prácticas para el proceso de reconciliación entre cubanos.

Este alejamiento de los contextos vitales se explica por el experimento mental que el filósofo estadounidense Robert Nozick (1938 – 2002) describió en Anarchy, State, and Utopia [Anarquía, estado y utopía] (Basic Books, 1974).

La máquina de las experiencias

Para imprimir giro ético al problema cartesiano de “pienso, luego existo,” Nozick concibió una máquina hipotética que proveía flujos de experiencia conforme a las decisiones tomadas por cada sujeto para ser feliz.

Si la felicidad radicaba, por ejemplo, en ser un líder político querido y admirado, el sujeto se conectaba entonces a la máquina de la forma preconfigurada para recibir las experiencias derivadas de aquella condición. Igual ocurre con quienes son felices como cubanólogos en virtud de las experiencias que fluyen desde los medios de comunicación, eventos académicos y otros por el estilo.

El problema de razón práctica que planteó Nozick estriba en si es preferible la felicidad por sensaciones ilusorias antes que arrostrar experiencias vitales mucho menos placenteras. El régimen estuvo enchufado a una máquina de Nozick que suministraba teoremas del marxismo-leninismo junto con subsidios soviéticos para propiciar las ilusiones de construcción simultánea del socialismo y el comunismo, formación del hombre nuevo, zafra de diez millones y todo lo demás que desembocaría en un país hecho leña. El turismo de aventura cubanológica se enchufa hoy a una máquina similar, siempre en ultramar, para que algunos se sientan políticos o politólogos.

La transición a la democracia y la reconciliación entre cubanos parece haberse complicado con otro problema, que el escritor inglés Aldous Huxley (1894-1963) reflejó en la novela Brave New World (Chatto & Windus, 1932) y el genio de Woody Allen recreó en la película Sleeper (1973). Tras haber demorado menos de una década, en cada caso, para zafarse de Machado y Batista, el pueblo de Cuba viene comportándose con suma docilidad por más de medio siglo con los Castro, como si estuviera enchufado a otra máquina de Nozick.

Coda

Será difícil desconectarlo de esa máquina si quienes se encargan de estudiar el problema cubano se enchufan a otra generadora de ilusiones mediáticas o académicas. Y lo que es peor: si quienes asumen la misión de movilizarlo se enchufan a máquinas de experiencias ilusorias (desde premios Sajarov hasta menciones en Radio Martí) sobre la oposición política dentro de la Isla.

Nada puede objetarse a que sean felices así, en sus nichos de mercado, salvo que se empeñen en vender el mismo género de experiencias a quienes rehúsan conectarse.

© cubaencuentro

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