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Actualizado: 21/05/2024 22:00

Opinión

Uno contra todos

Lo que Hobbes nunca imaginó: el Estado cubano se organiza de tal modo que su acción daña a todos los individuos.

Thomas Hobbes, el famoso historiador británico del siglo XVIII, fue el principal animador de la idea de que las sociedades dejadas a su libre albedrío reproducían la guerra del todo contra todos, propia del reino animal. Por lo tanto, esta es una conclusión de Hobbes: en las sociedades que quieran ser civilizadas los individuos deben ceder al Estado, y a perpetuidad, unas cuantas de sus libertades para que éste les garantice una vida en paz, armonía y seguridad.

Para Hobbes, y a diferencia de Hegel, el Estado no era la sublimación del Espíritu reconciliado consigo mismo, sino algo más prosaico: la garantía exclusiva de que los hombres no se mataran entre sí en el inevitable roce de la vida. El Estado permite la perpetuación y reproducción civilizada de nuestras vidas y está al servicio de todos los seres humanos. En esta noción, el "todo contra todos" da paso a la noción del "uno para todos".

Lo que Hobbes no imaginó fue la noción del "uno contra todos", en la que el Estado se organiza de modo tal que todos, absolutamente todos los individuos o ciudadanos, salen dañados con su acción, en mayor o menor medida. Y eso porque Hobbes no es contemporáneo de los cubanos que han vivido o nacido después de la segunda mitad del siglo XX.

Escribo en serio. Estoy preparando un ensayo, que exige el rigor de los datos y el análisis, en el que intento demostrar que el Estado en Cuba no está organizado ni siquiera a favor de la idea de revolución, de las masas o de los pobres; para no repetir el Perogrullo de que nada tiene que ver con las leyes o con la mejor noción política de la modernidad: el ciudadano.

Sería bueno que alguien asumiera el desafío intelectual de negar con datos históricos la siguiente afirmación: el Estado en Cuba no está concebido en beneficio de la burocracia, aunque esta le saque algunos dividendos. Ni a favor de las masas, a pesar de que logre la reproducción primaria de su existencia, o del campesino dueño de la tierra, ni de los profesionales instruidos, ni de las mujeres igualadas, ni de los negros emancipados, ni de los comunistas de Marx o de Lenin, ni de los martianos de república e independencia, ni de los revolucionarios entregados en sus vidas y en sus obras, ni de los intelectuales que trabajan con su mente, o de los obreros que construyen con sus manos, o de los militares que defienden con sus armas.

Ninguno de estos sectores, ni ciudadano alguno, puede interpelarlo cuando aquel lo machuca o cuando cree que debe ser mejorado.

Esquizofrenia absoluta...

Esquizofrenia absoluta

El asunto del Estado en Cuba es una cosa triste pero curiosa: es el œnico caso en la modernidad donde no se organiza para la reproducción, al menos, de uno o dos sectores consolidados, cuyos intereses estén garantizados por la estabilidad de los mecanismos e instituciones que los Estados ponen en función por doquier. Todos vivimos en Cuba con la inseguridad de lo que pasará con nosotros mañana cuando despertemos, o mañana cuando el país cambie. ¿Cuál será nuestro lugar después del próximo discurso o después del fin de los discursos? Esas son las preguntas de todos los cubanos, con independencia de origen, sexo, religión, profesión, credo filosófico o ideológico, ideas políticas o sector de pertenencia.

Después de la humillación a un par de ministros, esos mismos ministros tienen que firmar sus respectivas resoluciones, por las que alguien más abajo va a sufrir su respectiva cuota de perjuicio, que perjudicará a su vez a una banda más ancha de ciudadanos, crean o no en una revolución que ayer expropió a aquellos con los que hoy quiere negociar y contra los que hay que "luchar", si algún día deciden invadirnos con el propósito de privarnos de unas tierras que no podemos producir o de unas viviendas que no podemos vender, cuando queramos abandonar un país libre en el que hay que pedir permiso si uno quiere ir a vivir, fundamentalmente, al país que nos quiere ahogar (Estados Unidos) y desde el cual, mientras no nos ahogue, enviamos remesas a nuestros familiares para que sean golondrinamente gravadas en beneficio de unos sectores que deberían vivir del trabajo que crearon para mejor lustre de la primera experiencia socialista del hemisferio occidental.

Esto es una esquizofrenia absoluta, originada no en la falta de modelo político o social, sino en la indefensión de todos los cubanos frente a un Estado que no reproduce ni defiende siquiera la existencia de unos cuantos. La posibilidad de que todos los ciudadanos de un país puedan ampararse en los mecanismos del Estado, se da únicamente en aquellos que realmente amparan la vida de algunos de ellos.

La legitimidad del Estado de derecho burgués radicaba en que efectivamente defendía los derechos de la burguesía. Por esa brecha se colaba el resto de la sociedad, obligando al Estado a definirse como "uno para todos", "uno para pocos" o "uno contra todos".

El sentido de conservación más el sentido común disparararon la imaginación de la burguesía, haciéndola más sutil. Y esta dijo: "uno para pocos a través de todos". Ello explica la tensión que viven los Estados modernos: para perpetuarse necesitan asumir a todos si quieren proteger a unos pocos.

Cuba es el único país en que el "uno contra todos", es decir, el Estado contra todos sus ciudadanos, existe en condición de laboratorio y se vive con una mezcla de desidia y orgullo, como resultado de un país de múltiples pobrezas. De todos modos, alguien por ahí debe estarnos despreciando con ese racismo del que hablaba Foucault: un racismo que no tiene origen étnico, sino social y cultural. Un racismo de cepa aristocrática, de sangre azul, que rechaza a los de abajo: a todos los cubanos, excepto...

© cubaencuentro

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