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Literatura, Crítica y Revolución. Homenaje a Salvador Redonet III

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Carpentier y otras etcéteras.(Primera Parte).

Entrevista inédita a Salvador Redonet.

La bibliografía del autor de El siglo de las luces preparada por la investigadora cubana Araceli García Carranza evidencia la abundante literatura existente en torno a la obra de Alejo Carpentier- tanto en lengua hispana como no hispana- dirigida a investigar preferentemente su producción novelística. Sin embargo, la obra carpenteriana incluye, además, algunos relatos breves, que por diferentes razones no han contado, al menos en el país, con una investigación sistemática, a diferencia de las novelas. Es por ello, entre otras cosas, que la tesis de doctorado Composición y oposiciones en tres relatos breves de Alejo Carpentier, elaborado por Salvador Redonet y fundamentalmente el contenido de su propuesta, constituyó el móvil de esta conversación. En un principio, pensamos que nos ceñiríamos a este tema; pero a medida que avanzamos, entre preguntas y respuestas, advertí que el objetivo nuestro (hablar sobre Composiciones y oposiciones en tres relatos breves...) era fruto, en buena medida, de otros trabajos críticos y de investigación de nuestros entrevistado, quien en la asignatura que imparte de Investigación Critico Literaria dedica buen tiempo al análisis de las narraciones breves de Carpentier. Resultó finalmente esto que aquí aparece, donde se habla de la narrativa de Alejo Carpentier, del cuento, de la investigación, y otras etcéteras.

Julio, 1989.

D. Matos. Redonet, en el segundo certamen del Premio “Razón de Ser” (1987) convocado por el Centro de Promoción Cultural Alejo Carpentier se te otorgó uno de los premios por un proyecto sobre la cuentística cubana más reciente. ¿Por qué el cuento? ¿Cómo y cuándo se te ocurre el proyecto?.

S. Redonet. No sé si es cuestión de pereza, o si los culpables fueron los cuentos de Chéjov y sobre todo los Proverbios y cantares y las Parábolas de Antonio Machado, que demuestran lo mucho que siempre se ha podido decir con poco. En fin, no sé; tendría que someterme a un (auto) buceo psicoanalítico (y no es el momento), pero lo cierto es que desde hace años prefiero el cuento como género (como investigador y como lector). En realidad, escasean las buenas novelas. También en la docencia he tendido la posibilidad de dedicarle tiempo al género, no tanto desde el punto de vista diacrónico, sino más bien sincrónico; y sobre todo a determinados textos, a determinados autores que me interesan por alguna razón o simple y llanamente me gustan. A partir de cierto momento me fui adentrando en la cuentística cubana de los últimos años. Así me fui enredando en esta madeja, que es un libro de investigación (más crítico que histórico) literaria sobre el cuento en Cuba desde 1959 hasta la fecha (que en eso consiste mi proyecto). Más de uno me había sugerido la idea de escribir algo así, pero la de enviar al concurso no fue mía. Me la dio Guillermo Rodríguez Rivera, quien ese mismo año obtuvo otro de los premios por un proyecto de investigación sobre la poesía cubana. Asimilé la cuerda investigativa científico-literaria-económicamente y envié el proyecto al “Razón de Ser”.

¿Por qué sería de aparición tan tardía o reciente?

Por muchas razones que sería extenso enumerar ahora- se supone que esto sea una entrevista y no una (auto) biografía – yo llegué bastante tarde (¡Casi no llego!) al forcejeo con la literatura.

El hecho de haberme graduado en Lengua y Literatura Hispánica en 1975 a los veinte y nueve años, eso es lo de menos: el título no hace al monje, ni es necesario -hay más de un ejemplo- haberse graduado para escribir un libro, por supuesto. Pero en comparación con otros coetáneos míos, mis primeros encontronazos con la docencia, la crítica, la investigación y hasta con la ficción fueron (son) tardíos (o recientes, según se vea). En realidad, lo más probable es que hasta entonces no haya tenido nada realmente interesante que decir; lo cual, si no es un gran motivo para callarse, lo es para no publicar un libro (que es casi lo mismo).

Entonces ¿La llegada tardía de tus libros lo justifica, en cierto modo, el hecho de haber entrado algo atrasadamente, según tú mismo, en un ambiente literario propicio para ello?

Nada justifica nada. Por ese forcejeo tardío le dediqué (y le dedico), con gran placer, bastante tiempo a los temas que imparto en la docencia, que –yo casi no sé bien cómo- se han fundido armónicamente, para suerte mía, con mis intereses en la investigación, en la crítica, de lector, y en la vida cotidiana. Y le dedico bastante tiempo no solo porque sé que todavía soy (y lo seré hasta el final de mi vida) un gran ignorante; sino porque pretendo que quienes me escuchen lo sean cada vez menos; y eso se logra enseñando a pensar que uno siempre es un gran desconocedor; es decir, enseñando a pensar con cabeza propia (y ello incluye la cabeza ignorante de los demás).

Eso quizás explique en parte (no justifica) un poco la “recientez” o “tarditud” de esos libros; que –para ser sincero- a mi no me preocupa en lo más mínimo (lo reciente o lo tardío). Hay cosas más importantes por las cuales preocuparse. Quizás esté equivocado; porque desde hace tiempo más de uno siempre me pegunta cuándo voy a publicar un libro y pensándolo bien: la parición de estos libros ahora (sobre todo, los de investigación) se debe –entre otras cosas, que no viene tampoco al caso enumerar ahora – a que distintos compañeros (y, en su aplastante mayoría, alumnos y exalumnos míos) me dando la cuerda (y la he asimilado, parece) sobre su probable utilidad.

De todos modos, no hay arreglo: sigo prefiriendo –hasta hoy (subrayado el hasta hoy) 26 de julio de 1989- de todos los libros (como decía Martí) “el de la vida, que es también el más difícil de leer” y para serte más sincero todavía, si tengo que escoger entre un diálogo vivo – de cualquier tipo- y escribir ( o leer) una línea de cualquier cosa, prefiero lo primero – aunque don Juan Manuel afirmaba que "es mejor el tiempo de facer libros que en jugar a los dados o facer otras cosas viles" -, creo que siempre es mejor, cuando la escritura y la lectura se produzcan post diálogo ( o post monólogo): ambas, cada una a su modo, no son sino una manera de re-crear(se) (en) la vida; no la vida. Puede ser que también esté equivocado: entre los seres humanos y los libros prefiero –hasta ahora- a los seres humanos (Subrayado lo de humano). No todos, por supuesto, y no a toda hora; pues la gente (uno incluido) cambia y acaba siendo como en realidad es; y entonces a veces hay sobradas razones para quedarse en casa (o en una biblioteca) escribiendo o leyendo un libro. O mirando al techo. Parodiando algo conocido: en ocasiones después de alguna humana experiencia (con otros) o después de tirarse uno un buen vistazo por dentro, se termina prefiriendo ciertos libros o una reconfortante soledad humana unamuniana.

Pero, no obstante, en estos años has publicado, aquí y allá algunos trabajos. ¿No?

Pertenezco a la clase de los seres (no sé si humanos) imperfectos y por tanto no he podido escapar, hasta ahora, a las tentaciones. De ahí que haya publicado algunos trabajos; fundamentalmente sobre el cuento y sobre la narrativa de Carpentier. Con parte de ellos armé ese Vivir del cuento; y con otra tengo medio armando algo que debe aparecer en algún momento bajo el título de Textos carpenterianos y otras etcéteras, que incluyo especulaciones elaboradas entre 1982 y 1985, y otros que espero incluir –tiempo mediante- antes del noventa.

¿Por qué tu interés en la obra de Carpentier?

Desde hace un buen tiempo la narrativa de Carpentier –y específicamente sus relatos breves- ha sido otro de mis medios de supervivencia en la docencia y en la investigación. La “culpa” la tiene sobre todo (Ella, quizás, no lo sabe) Mercedes Santos Moray: allá por el año 73- si mal no recuerdo- ella impartía en la Facultad de Artes y Letras, el curso de investigación literaria en que debía presentar tres trabajos sobre “El camino de Santiago”. Desde entonces hasta la fecha la obra narrativa de Carpentier ha sido una de las constantes en mi trabajo; y –hasta ahora-no me arrepiento.

¿Y qué específicamente abordas en el tema de Doctorado?

La candidatura de Doctorado – de la cual quizás salga (vamos a ver cómo) en septiembre o diciembre de este año- trata especialmente los relatos breves que Carpentier escribe entre 1944 y 1965, y en particular: “Los fugitivos”, “Semejante a la noche” y “El derecho de asilo”. Me interesa sobre todo estudiarlos desde el punto de vista composicional. En realidad, en esta investigación trato de combinar el estudio mismo de estos textos carpenterianos con una proposición (especulación) sobre la indagación composicional del texto narrativo en prosa. Para mi este tipo de acercamiento es un placer, una fiesta y un medio de llegar –con la mayor justeza y objetividad- a las proposiciones, de todo tipo, de una obra. Y no me han logrado convencer de lo contrario, hasta ahora.

¿Por qué ese interés especialmente en los relatos breves de Carpentier?. ¿Por qué no las novelas?

Como ya te dije, una buena novela es una buena novela. Me ha interesado por más de una (incluidas algunas de Carpentier). Pero con los años se me ha enraizado –como ya te dije también- un interés particular por los relatos breves (sobre todo, los muy breves) en general y en particular por la cuentística.

En un libro marcadamente singular que me prestaron hace poco La letra G (Fragmento de un diario) Agusto Monterroso dice con gran razón (creo yo) que:

“Un libro es una conversación. La conversación es un arte, un arte educado. Las conversaciones bien educadas evitan los monólogos muy largos, y por eso las novelas vienen a ser un abuso del trato con los demás. El novelista es así un ser mal educado que supone a sus interlocutores dispuestos a escucharlo durante días”.

Claro, a nadie le puede pasar por la mente que a Monterroso no se le ocurra aclarar y matizar (“Que sea mal educado no quiere decir que pueda ser encantador [...]”) y más adelante ejemplifica: “Bien por la mala educación de Tolstoi; de Víctor Hugo”. Uno podría ampliar la lista de los buenos novelistas “mal educados” y también ofrecer millones de ejemplos de malos novelistas mal educados. Pero aunque no faltan los cuentistas (y no sólo por un problema de extensión) mal educados, no es menos cierto que la mala educación en el cuento es más perdonable – a fin de cuentas la extensión del cuento es menor y uno sale rápido del mal rato- que en la novela. Ese es quizás uno de los motivos de mi preferencia por el cuento.

Pero, además, prefiero – sin desdeñar las novelas (sobre todo El arpa y sombra y El siglo de las luces y también El reino de este mundo, El recurso del método) de Carpentier- sus relatos breves por varias razones.

- Las particularidades artístico-literarias (ideotemáticas y composicionales) y las polémicas que aún se dan en torno al significado de los textos breves que integran Guerra del tiempo

- Las constantes y variables que, en relación con los relatos precedentes, pueden observarse en los escritos en 1965 (“Los advertidos” y “Derecho de asilo)

- Y los aciertos que hay, indudablemente, en sus primeros relatos, que han sido descuidados, por la crítica, guiada tal vez por el hecho de que el mismo autor solía dejarlos en el desván del olvido (me refiero a “Oficio de tinieblas” y “Los fugitivos”)

Algunos de nuestros estudiantes universitarios, sin embargo, en sus trabajos de curso y diploma se han interesado por estos y otros relatos de Carpentier. Precisamente, “Composición e ironía en Oficio de tinieblas” es el título de unos de los premios de ensayo “13 de Marzo” de 1985, de Alejandro Cánova, cuyo trabajo de diploma está dedicado al análisis de este y otros dos relatos carpenterianos (“Los advertidos” y “El derecho de asilo”).

No es casual el interés que en los últimos años han despertado los relatos breves de Carpentier: una gran parte de los trabajos enviados al concurso “Letras y Solfa”, en su última convocatoria, estaban dedicados a ellos. Uno de los tres premios –el trabajo de Olga García Yero-se centra precisamente en Guerra del tiempo.

Sé también que hay compañeros de en la Universidad de Las villas dedicados al estudio de los primeros relatos de Carpentier.

A propósito de esto último. ¿Cuál es el estado actual de la bibliografía nacional sobre la obra de Carpentier?

Para ser exactos habría que rastrear la Bibliografía de Alejeo Carpentier, elaborada por Araceli garcía-carranza y publicada en 1984, y también las bibliografías de críticos cubanos que se publican en la Revista de Literatura Cubana, las distintas publicaciones periodísticas y especialmente el anuario Imán y la revista de la Universidad de La Habana, nº 223 dedicada casi toda a Carpentier.

Lo interesante es lo siguiente: junto a los nombres de investigadores que desde hace tiempo se han dedicado de un u otro al estudio de la obra de Carpentier (Grasiella Pogolloti, Salvador bueno, Ambrosio Fornet, José Antonio Portuondo, Roberto Fernández Retamar, Leonardo Acosta, Mercedes santos Moray, Ana Cairo, Denia García, Lisandro Otero, Ángel Augier, Rogelio Rodríguez Coronel y otros), desde finales de loa años setenta y a lo largo de los ochenta aparecen nuevos nombres, entre los cuales hay jóvenes estudiosos ( Leonardo Padura, Lucía López Coll, Frank Padrón, Osmar Álvarez Calvel, Aída Bahr, Enrique Soldevilla, Virgilio López Lemus, Mirta Perras...y otros no tan jóvenes: en primer lugar (y el día que él los publique se verá porqué Luis enrique Rodríguez -que anda combinando (y con gran acierto) sintaxis, estilística y computación-; Luisa Campusano, Dolores Nieves, Gloria Barredo, Amaury Carbón,...). hay indiscutiblemente más nombres y trabajos. Del mismo modo, hay diferencias, por el grado de profundidad entre los trabajos – tanto de los “viejos” investigadores como de los “nuevos”: por su carácter: informativo, descriptivo, reseñas, investigación, ensayo...; por el enfoque investigativo, etc.; pero esto puede dar así sea una vaga idea de o que viene ocurriendo en los últimos años: un interés crítico –en ascenso- por la obra de Alejo Carpentier; y en gran medida, lo mismo ocurre con la de Lezama y Piñera; sobre todo entre los jóvenes, cuyos trabajos veremos ir apareciendo, y con enfoque que irán desvelando nuevas aristas den la obra de estos tres grandes narradores.

En todo esto no ha sido desdeñable el peso de la labor del Centro de Promoción cultural “Alejo Carpentier”; el premio “Letras y Solfa” que este convoca; la re-edición de los textos narrativos de Carpentier, la promoción y la divulgación de sus obra a través de los club de lectores que llevan su nombre, los trabajos (de curso y de diploma) de los estudiante universitarios. Por los trabajos presentados en diferentes concursos en los talleres literarios, es evidente que con el tiempo y otras etcéteras, muchos lectores han ido venciendo esa especie de temor al barroquismo sintáctico y cultura carpenteriano.

¿Piensas que en realidad resulta difícil leer a Carpentier?

Lo que en realidad resulta difícil es leerse muchos textos y no precisamente de Carpentier que andan por ahí. La diferencia entre la lectura de algunos autores y la de Carpentier, es la misma que existe entre el tránsito por una vía de un solo sentido de dirección y por una autopista con una alta densidad de circulación. ¿Me explico?

Hay una característica señalada por los estudiosos de la novelística carpenteriana: la poca presencia de diálogos. Ocurre esto también en sus cuentos?. ¿Responde ello en general a alguna razón de naturaleza contenidista o formal?

Es verdad que el mismo Carpentier se alertaba a si mismo (y alertaba a los demás) sobre la falsedad de los diálogos. “Los diálogos novelísticos me horrorizan (contesta en una entrevista) porque no corresponden a ninguna realidad: me parecen tan falsos como los del teatro de un Victorien Sardou y como creo que sus mecanismos ilógicos no han sido lo suficientemente estudiados, trato siempre de evitarlos”.

Esta idea la repetirá una y otra vez en entrevistas, encuentros...Sin embargo, convendría quizás precisar que cuando Carpentier habla de diálogo, está reduciendo el término al diálogo directo (es lo que todos normalmente entendemos por diálogo) y no incluye otras variantes como son: el diálogo indirecto, el diálogo indirecto libre y el diálogo narrado. Es cierto también que en lo referente a la utilización de diálogo directo, a partir de su primera novela puede observarse un viaje que va: desde la prácticamente ausencia de diálogo directo (tíresele un vistazo a “Oficio de tinieblas” y se podrá apreciar esto. Me atrevería a afirmar provisionalmente que no se hallan allí ni las restante variantes del diálogo), pasa por una moderada utilización del directo y la mayor utilización del indirecto hasta llegar a partir de 1965 un notable incremento de todos los tipos, y en el especial del directo (en comparación con los momentos precedentes).

Las razones son de dos tipos: contenidistas y formal. Creo que cuando retrospectiva y autocríticamente Carpentier analiza las deficiencias de Ecue-Yamba-o , se estaba refiriendo, entre otras cosas, al narrador y a los diálogos de la novela. Escribió el mismo Carpentier: “Creí conocer a mis personajes, pero con el tiempo vi que, observándolo superficialmente, desde fuera, se me había escurrido el alma profunda [...]. Además el estilo mío de aquellos días”

Continuará



Literatura, Crítica y Revolución. Homenaje a Salvador Redonet II

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Tomar el cuento por asalto (Segunda parte).

Entrevista a Salvador Redonet

(Viene de la primera parte)

¿En estos casos qué ocurre?

El autor se ve obligado – como dice Cortázar en algún momento- a ser un lector “macho” cómplice o activo, a interrogar también al discurso y dar una respuesta final a la idea; o mejor, armar y completar la idea, el sentido del texto; en todos los casos, deben ser recuperados y completados por el lector, incluso en la novelas “tradicionales”. El lector debe participar –pobre de él, si no lo hace- siempre activamente en este proceso de comunicación.

¿En qué medida es impersonalizado el narrador que aparece en los cuentos de ese período?. ¿Por qué en la narrativa post revolucionaria llama usted a este período el “Quinquenio de Oro?

No creo que en esta literatura haya un narrador impersonalizado, sino un juego de distintos puntos de vista. (Después se emperezará repetir esto con una ineficacia espantosa). Creo que la literatura del 66 al 70 pone el énfasis en esto, se trata de buscar una verdad y desde el punto de vista contenidista y formal; se busca –entre otras cosas- a través no de un narrador impersonalizado, sino de un juego de voces, de punto de vista. Lo que trata de rechazar este período narrativo, especialmente, es ese narrador en tercera persona omnisciente. Si te fijas en los cuentos, por ejemplo, del Chino Heras y de Jesús también en Escambray 60 de Chinea, te encuentras con la casi ausencia del narrador en tercera y la aplastante presencia de monólogos en primera, monólogos en segunda y una narración en tercera con el punto de vista de los personajes. Al narrador le interesa presentar a los hombres, a sus seres, a sus criaturas, denudándose frente al lector o frente a otros personajes; personajes que constantemente se están cuestionado, indagando en los problemas, y que están muy lejos de la impersonalización o la despersonalización.

Por lo tanto, te diría que hay una alta subjetivización del narrador. Cuando no hay esta subjetivización, desde el punto de vista del narrador –como pasa en los cuentos de Norberto Fuentes o en algunos de Jesús –te enfrentas a personajes que dialogan intensamente, y en estos diálogos tienes que hallar la respuesta o –también en el caso de Norberto (y de Jesús también)- te encuentras con un narrador “tradicional”, pero este no da toda la información, o sea es un narrador en tercera , objetivo, que escamotea información para reclamar una participación más activa del receptor. Por esto y todo lo anterior hay, creo, una conquista, un logro en esos años del “Quinquenio de Oro” de nuestra cuentística más reciente. (Al menos hasta el sol de hoy –como dicen aquí en el barrio- y de ahí el nombre.)

Crees que nuestro cuentistas se esfuerzan en dar –argmumentalmente hablando- el principio y el fin de los acontecimientos para que el lector agregue lo que falte ente ambos?

Yo te diría todo lo contrario: generalmente dan lo del medio, para que después infieras, sobre todo, el principio y el final. Y ese final, por ciento, no como conclusión de la acción, sino de todo lo que ha pasado en ese medio, y de lo que pudo pasar al inicio. Esto, vale aclararlo, no es un redescubrimiento nuestro ni de ahora, sino una conquista narrativa de hace un buen rato.

¿Qué ocurre en nuestra cuentística a partir de aquel quinquenio?

Historia larga y compleja: después del año 70 ó 71 se produce “¿La mala hora”?: hubo un hueco, un bache, porque se empezó a mimetizar, reproducir, prácticamente con papel carbón, mucho de lo que habían hecho los narradores precedentes. Faltaba, sin embargo, talento, sensibilidad, y sobre todo valentía, para ahondar en los conflictos; entre otros casos por lo polémicos que resultaron algunos libros del quinquenio anterior, y añadiría: más que polémicos, mal interpretados.

¿A qué libros, específicamente, se refiere?

Pienso en los mismos que tú mencionabas al inicio de la conversación: Condenados de Condado de Norberto y Los Pasos en la hierba de Heras. A mi juicio, fueron libros superficialmente analizados y valorados a partir de una simplificación de los conceptos de tipicidad, tendencia y perspectiva autoral. Y de una confusión –por algunos- de las leyes del testimonio y las leyes del cuento. De arte hay, por supuesto, en ambos; pero cado uno tiene sus rasgos caracterizadores.

Luego de esto, se produce lo que llamas “¿La mala hora”?

Sin lugar a dudas. Pero el nombre –siempre insito- va entre signos de interrogación y entre comillas, que es una manera de evitar los esquematismos y simplificaciones, perjudiciales también a la hora de explicar (se) uno los procesos literarios. La historia, te dije, es larga y compleja: dentro de ese mismo bache, por ejemplo, comienza a aparecer una nueva manera de narrar, solidamente fundada por Soler, quien vuelve a contar un poco a la manera tradicional (por llamarle de algún modo). Soler, hijo del autor de El pan dormido, toma como asuntos la Campaña de Alfabetización y la formación de las Milicias, pero conscientemente, insistentemente, al personaje que desciende –claro está-, del pasado, no tiene deudas que saldar, en relación con este pasado (como ocurriría en una buena parte de la narrativa del 59-65) personaje adolescente (sobre esto Francisco López Sacha presentó una argumentada ponencia hace algunos años en el Centro de Promoción Cultural “Alejo Carpentier) , cuyas contradicciones no se dan en el violento plano de las luchas que, por lo general, se recrean en los libros de Jesús, Norberto, Heras, Chinea, Travieso…Las contradicciones, los conflictos –con Soler- comienzan a ser otros, que se irán consolidando en los cuentistas nacidos aproximadamente en los años cincuenta y cuyos libros han aparecido sobre todo a partir del ochenta.

En el caso de Rafael Soler hay un alto nivel de sugerencia; un narrador en tercera persona, que de nuevo –como Hemingway, Babel, Norberto- ofrece información que el lector debe descodificar. No sucede exactamente así en muchos de los que vienen después (Senel Paz, Mirta Yañez, López Sacha, Reynaldo Montero, Luís Manuel García, Guillermo Vidal, Miguel Mejides, Abel Prieto…) Tratando de sumir: dentro de esa misma “¿Mala hora”?, comienza a surgir nuevos narradores, nuevas tendencias narrativas. Digo esto, porque no se puede decir que el “Quinquenio de Oro” imponga determinadas normas, patrones, que debían seguirse: Los que vienen detrás harán lo suyo, otra cosa, en relación con lo que se había hecho. Soler desautomatizó –de nuevo- una percepción que se había congelado, estereotipado, a partir de la creación de igual cuño; con lo cuál abría las brechas que – literatura mediante- van a ponerle fin ya en los años ochenta a esta Mala Hora (ahora si sin comillas y sin signos de interrogación)

Hace un momento mencionaba a los escritores que vienen después de Soler. ¿ Qué los caracteriza?

Auque hay excepciones, diría que los escritores que vienen después de Soler (los nacidos en los cincuentas) tratan de evitar la narración lineal y también la voz narrativa omnisciente todo poderosa , y lo más importante –me parece- de rehuir el diálogo tradicional y mantener el juego espacio-temporal, aunque no tan marcadamente como en el “Quinquenio Dorado”.

Desde el punto de vista temático-composicional se observa en los cuentos de la penúltima promoción conflictos subyacentes, no claramente marcados: resultan elaborados poéticamente y no se dan con ese mismo carácter antagónico, tajante, con que se presentaban en los textos de 1966-1970; pero vuelven estos narradores a su papel de indagadores que habían perdido aquellos cuentistas, en gran parte responsables de que uno a veces le quite las comillas y los signos de interrogación a “¿La mala hora”?

¿Por qué penúltima promoción?

Creo que los nacidos en los 60 (más o menos) se vienen abriendo paso -¡y fuertemente!- con sus problemas (sus temas, sus ideas, sus conflictos) y reuniendo toda la experiencia estilística precedente.

¿Quiénes por ejemplo?

Hay unos cuantos; pero – aunque me quedo corto- recuerdo ahora: -un libro que sorprendió a media humanidad, Los otros héroes, con el cual Carlos Calcines (1964) – quien en ese momento andaba por los 16-17 años- obtuvo primera mención en el David del 1981, y se ganaba justamente de derecho a ser incluido en una antología (Cuentos de la remota novedad) publicado al año siguiente. Llama la atención, en este primer libro de Calcines, la limpieza del dialogo, la verosimilitud de los personajes y la adecuada selección de los puntos de vistas y el funcional montaje de algunas secuencias narrativas;

- Amir Valle Ojeda nacido en 1967, y quien –con solo ahora veinte años- ya tiene del lado de allá el premio “13 de marzo” del 86 con Tiempo en cueros, la primera mención, en el mismo año, en el “David” con La barba de mi vecino y – como al paso-primera mención de Testimonio en el UNEAC del mismo año;

-el desordenado orden con que se presenta la actualidad temática de “Alacranidad” (Premio del XII Encuentro-Debate Nacional de Talleres literarios) de un respetable poeta, Alberto Rodríguez Tosca (1962) , texto donde la carga ética, social, se desplazan humorística y trágicamente (¡ como en la vida misma!), contextualizando la norma lingüística popular, textos musicales, la reflexión filosófica…( y sin costuras);

-¿Por qué llora Lelie Caron?, premio “ 13 marzo”, en su última convocatoria, de Roberto Urías Hernández (1959); conjunto de narraciones que si bien en su escritura resultan diferentes, están unidas por la mirada crítica (elemento –digo yo- tremendamente estilístico) lanzada por el autor sobre el entorno y vivencias –suyas y/o ajenas- de extrema actualidad;

-las indagaciones psicológicas, que en textos (no) fantásticos y (no) breves realiza Roger Daniel Vilar (1968) en sus Corceles en la pradera 1986 en Holguín;

-la factura tropológica (a nivel de significante y significado) en El pico del flamenco de Roberto Luís Rodríguez (1958), quién obtuviera Premio en el XI Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios (1994);

-la consciente, búsqueda reexpides poética de el mundo adolescente, en escuelas y albergues, de Miguel Cañellas Süeiras en De un muchacho no se enamora (primera mención en el X Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios);

-la creación de un barrio (Los mangos) con claras referencias a nuestros contextos habitados por becados, estudiantes, profesores y parientes, quienes reproducen – a su modo y manera- los conflictos de siempre, en los cuentos de Alberto Abreu García (1961), quien ha obtenido más de un premio y/o menciones;

-los cuentos para niños, de Eddy Díaz Sousa (1965) y Alejandra Villar (1959), cuentos de Andrés Jorge González Ortega (1960) y Alberto Guerra Naranjo (1961);

-y muchos más de los que uno puede imaginar (basta tener la suerte de recorrer los municipios, provincias o simplemente dialogar –humana costumbre- que no siempre se conserva- con quienes te rodean): a lo largo y ancho andan (escriben) tratando de tomar –y esto ya lo dije en otra parte- el cuento por asalto. Y hacen bien (digo yo).

Enero, 1988



Literatura, Crítica y Revolución. Homenaje a Salvador Redonet I

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Aunque Paisajes (Im)personales ha sido –y seguirá siendo- un espacio dedicado a las artes visuales, en estos momentos me propongo hacer un paréntesis y romper esa norma para dar a conocer a los lectores contenidos de carácter literario por un motivo especial que, brevemente, explico a continuación. Bajo el título de Literatura, Crítica y Revolución. Homenaje a Salvador Redonet, publicaré en sucesivas entregas tres entrevistas literarias que realizará a Redonet, el más intrépido y profundo crítico literario de su generación, en aquellos vertiginosos años de finales de los ochentas en Cuba. Estas entrevistas acabaron por convertirse en un libro premiado en el concurso “13 de marzo” en el apartado de periodismo de 1991 que debió publicarse al año siguiente pero, como muchas otras cosas, fue truncada por el Período Especial en Tiempos de Paz. Su título es, como no podía ser de otra forma "Encuentros con el Redo" y esta formado por las entrevistas "Tomar el cuento por asalto", "Carpentier y otras etcéteras" y "Apropósito de la narratología". He divido en dos "Tomar el cuento por asalto" cuya primera parte ahora ofrezco. Esta entrevista fue publicada por la Revista Letras Cubanas en 1988, cuando la dirigía, si mal no recuerdo, Madeline Cámara. Las otras dos han permanecido inéditas.

En una de las tantas y atropelladas mudanzas el libro se perdió. Pero en realidad, durante todos estos años, nunca estuvo perdido solo se había colado en una carpeta de papeles “administrativos” a los que el paso de los años les desvaneció su importancia. Así que en otra atropellada mudanza en la que uno aprovecha para tirar cosas, quiso la casualidad que apareciera ahora, justo al cumplirse diez años de la muerte de Redonet. El “Ante todo” que encabeza el libro explica, sucintamente, el contenido del mismo, algo complementado por las introducciones a cada una de las entrevistas. Estuve tentado hacer una revisión pero he preferido mantener el criterio editorial que ya tenía el libro. Por último, me reconforta pensar esta publicación como mi humilde homenaje a quien fuera el profesor más riguroso y divertido que jamás he tenido pero, sobre todo, a quien fuera el amigo entrañable cuyas buenas ideas me han inspirado (y animado) en todos estos años fuera del calor de donde se nace. A mi amigo Redo que un día tuvo la mala idea de morirse.

Ante todo.

El Redo no es un alias: es el nombre con el que llaman cariñosamente en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana a Salvador Redonet Cook, candidato a Doctor en Ciencias Filológicas, profesor auxiliar, investigador, crítico, miembro de la UNEAC, y también poeta (“Nadie es perfecto –me contestó el mismo con su peculiar sentido del humor, cuando en uno de estos encuentros le recordé su mención de poesía en el concurso “13 de marzo” en 1981 y la otra mención en el Poesía de Amor de Varadero 1990) Hace ya algunos años – cursaba yo el primer año en la facultad de periodismo- tenía, como ejercicio práctico, que realizarle una entrevista a una personalidad destacada de la esfera de la cultura. Escogí a Redonet (En esos momentos yo asistía voluntariamente a su curso de Investigación Critico-Literaria), hablé con él, se sonrió (“si quieres torturarte como chiste no está mal”- me dijo). Continuaron los chistes, y entre broma y broma se armaron entre 1988 y 1990, estas tres entrevistas, cada una de las cuales se van explicando por si mismas, y ofrecen la razón de ser de Redonet: la docencia, la promoción cultural, la investigación critico-literaria del texto narrativo en prosa, la obra de Alejo Carpentier, la cuentística cubana (“y otras etcéteras”- me diría el mismo. Cuando no hace mucho le hablé sobre mi intención de reunir estas entrevistas, se sonrió, y como en aquel entonces me dijo casi lo mismo: “Como chiste no esta mal”.

Diciembre, 1990.

TOMAR EL CUENTO POR ASALTO (Primera Parte)

Investigación Crítico-Literaria –vaya nombrecito – es la asignatura impartida actualmente por Salvador Redonet Cook en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Habida cuenta del interés que despierta los problemas analizados por Redonet en sus alumnos, cabría esperar que la entrevista fuera directa a “saquear” los planes de clase, o la memoria viva del profesor, pero decidí postergar esta indagación para un contexto más académico. Finalmente conversamos sobre la narrativa cubana post-revolucionaria- tema sobre el cual Redonet prepara un libro-campo no menos atractivo para preguntar y polemizar. Y además ¿de qué mejor se puede hablar – cuando uno se encuentra un domingo, cobijado (¿No sería mejor: asediado, aplastado?) por las cuatros paredes de una angosta barbacoa, a la cual se llega por una más angosta aún escalera y se halla rodeado de libros, de un Chaplin, cuyo cuerpo gira mientras su cabeza permanece inmóvil, y de un entrevistado convaleciente, vestido de pijama verde-sino de cuentos, y si es posible absurdos, grotescos, fantásticos.

Dennys Matos : En la Revista de Literatura Cubana N0 4 de 1985 aparece su trabajo “Contar el cuento (1959-1983)” en el que usted afirma: … “la auténtica cristalización de los nuevos temas, la real y profunda perspectiva de un autor, la verdadera tendencia de una obra están relacionadas, pero no determinadas por los asuntos que aquel relaciona (…)”.¿No cree usted que obras como Los pasos en la hierba de Eduardo Herás, o Condenados de Condado de Norberto Fuentes entre otras, estén determinadas por los temas y asuntos que tocan y, aún más, porque tratan de hacer un ajuste de cuentas al período histórico en que se escriben, y no a otro?.

Salvador Redonet : Vamos por partes: creo que no hay contradicción –al menos no veo-entre lo afirmado en el trabajo y tu pregunta. En el mejor de los casos, esta última incluye respuestas a diferentes momentos y aspectos de la recientes cuentística cubana y hasta a problemas conceptuales en el análisis narrativo.

¿Cuáles serían en este caso, esos problemas?

La diferencia, digamos, entre, tema y asunto; lo cual puede parecer una tontería; pero yo la considero capital, independientemente de los diversos bautizos que reciban estas “cosas”: la materia prima de la que parte el autor para armar su mundo (el asunto) y el problema, el tema que él enfatiza, recrea, en su obra. Dicho sea lo anterior – y no al paso- pues tiene que ver con aquella cita: no se deben valorar a un autor solo por los asuntos seleccionados, sino por la efectividad de sus temas, que –claro-están vinculados (más o menos) con esos asuntos.

Pero, volviendo a la cita, fíjate que allí están subrayados con todo intención las palabras: auténtica, real y profunda, y verdadera. Además vale la pena agregar el párrafo que le sigue:

“se puede a veces recrear (incluso de forma técnicamente plausible) “asuntos revolucionarios”. (Esto también lo entrecomillé intencionadamente), y ser –en última instancia –más tarde o más temprano profundamente traidor (ideológica, literaria, estéticamente) a esos asuntos: el traje –dicen e mi barrio (y con razón) nunca hace el santo.

¿Por qué el párrafo, y sobre todo, por qué entre comillas?

Lo anterior quiere ser una manera de contradecir, una vez más, el criterio (todavía sostenido por algunos) de que la obra artística revolucionaria solo son posibles a partir de la recreación de asuntos revolucionarios (entienden algunos, por tales, los hechos históricos más o menos cercanos que le prestan al autor –casi de modo especular- la sustancia ideotemática de sus textos). Se pregunta uno ( de ahí las comillas) cómo no ver que otros tipos de asuntos pueden ser la fuente de temas, la vía, para expresar una verdadera tendencia revolucionaria y el trampolín desde el cual salta una real y profunda perspectiva, también revolucionaria. No verlo así significa (creo yo) no diferenciar, entre las cosas y sus sombras; lo que se hace más terrible aún, cuando –como era lógico que sucediese- la discusión desembocaba en el dilema realismo/no realismo; y se establecían bizantinas dicotomías: realismo= asuntos revolucionarios/ asuntos no revolucionarios=no realismo. Con ello se llega a rechazar ya no solo el carácter revolucionario, sino la validez y eficacia estética de determinadas formas de re-crear la realidad; lo que puede resultar nefasto para la recepción y también en la creación o perfeccionamiento de mecanismo de percepciones en el lector: O por lo menos en determinados lectores; sobre todo en los más jóvenes; para muchos de los cuales, por ejemplo, tropezarse ahora con los once nuevos fogonazos de Virgilio Piñera puede ser una experiencia parecida a la de José Arcadio Buendía ante aquel “enorme bloque transparente, con infinitas agujas internas en las cuales se despedazaba en estrellas de colores la claridad del crepúsculo”.

Los libros que mencionaste de Heras y Fuentes escogen asuntos de la historia más reciente; pero su efectividad artística no está precisamente en los asuntos mismos –insito- sino en los profundos temas que de ellos extrajeron y elaboraron de modo literalmente eficaz; con lo cual esos asuntos (recreado uno de ellos –la lucha contra bandidos con tino estético por Jesús Díaz) reafirmaban su lugar en la historia de nuestra literatura.

¿Acaba de mencionar usted ahora Un fogonazo. A qué se debe que siendo Virgilio Piñera – junto con Lezama y Carpentier- uno de nuestros grandes escritores, su obra sea prácticamente desconocida y que la crítica le haya prestado tan poca atención?

Creo que Virgilio es un desconocido, sobre todo para la gente más joven, también para el lector de librería; es decir aquel que solo consume –por no tener, en algunos casos, tiempo para visitar bibliotecas, o las librerías de viejos (libros), o no contar con el socio (o el amigo del socio) que le preste un libro x – sobre todo lo que ofrecen nuestras editoriales. Si descontamos algún que otro cuento aparecido en publicaciones periódicas en los últimos años, lo más reciente que de él se edita en libro (en Cuba) es: su poesía en el 69; en el 68, la obra teatral Dos viejos pánicos y en el 67 su novela Presiones y diamantes (los cuentos fueron publicados en el 64). Como ves, casi veinte año (más o menos) de receso, tiempo en el que nace y crece un buen grupo de lectores potenciales, que este año pueden conseguir con mayor facilidad los libros que te mencionaba hace un momento: una colección de cuentos inéditos Un fogonazo, y los relatos –también inéditos- de Muecas para escribientes . Creo que las razones del desconocimiento y de la desatención descansa – mucho- en lo que te decía hace unos minutos: si una literatura podría ser catalogada como no pertinente, alejada de la realidad (algunos la llamaban decadente), fuera de lugar –amen de la irónica y vitriólica- era la de Virgilio: literatura – por sus cuatros costados- del absurdo (por sus cuatros costados).

En el lanzamiento de Un fogonazo, Antón Arrufat señalaba el hecho (el texto fue publicado en uno de los últimos números de La Gaceta de Cuba): la obra y el nombre de Virgilio desaparecieron. Por obra y gracia –creo yo- de torpezas, incomprensiones, prejuicios, desconocimientos, malentendidos, caprichos…. – y ¡vaya usted a saber!- de todo tipo (críticos y/o teórico/literario, funcionario-administrativo…): errores, en fin. Ahora tienen la palabra los fogonazos y las muecas.

Por cierto, ante el “caso” Virgilio y otros desaguisados cometidos en nuestra literatura no quisiera aparecer como juez, capaz de dilucidar causas, razones, culpables…En este sentido, me afilio al criterio dostoyevkiano de que todos-absolutamente todos- somos culpables. Decía el autor de Los Hermanos Karamazov que (y permíteme echar mano al texto):

“no puede haber en la tierra juez para el delincuente hasta que ese mimo juez no comprenda que él es también un delincuente como el que tiene delante y que pudiera ser que fuese más culpable de ese crimen que todos. Cuando hubiese comprendido eso, entonces podrá hacer de juez. Por absurdo que parezca, esta es la verdad. Porque si fuera yo justo, puede que no tuviese ahora ningún criminal ante mí”. Citas aparte, en tu pregunta inicial hacías referencias a la obra de Heras y Fuentes, narradores que aparecen en uno de los periodos más importantes hasta ahora, en nuestra cuentística: 1966-1970; tan importante (en general para la narrativa toda) que –no en broma- la llamo el quinquenio de oro.

¿Cuáles son los rasgos que caracterizan la cuentística de este período?

Además de los aspectos ideotemáticos a los cuales me refiero en “Contar el cuento”; es decir, la efectiva incursión en los contextos más recientes, en ese momento, la preocupación está en algo que se percibe en la literatura posterior al 65: un cambio básico en el modo de narrar.

Si descontamos El acoso de Carpentier (relato muy anterior) y otro, también de Carpentier, escrito en el 65 y publicado ese mismo año en Francia (se edito en Cuba en el 72 El derecho de asilo) casi toda la narrativa cubana precedente se caracterizó por el predominio de un tipo de discurso literario con un narrador equisciente en primera persona, o más o menos omnisciente en tercera, como eje rector de la narración y ordenador y portador fundamental de la información recibida por el lector. Sin embargo, ya la norma de la literatura del boom latinoamericano había dejado en un segundo plano a este tipo de narrador; o sea, predominará un narrador bien en segunda persona (se había utilizado antes, pero va a alcanzar precisamente en este momento su mayor expresión) bien en primera o en tercera (más con diferentes grados de profundidad en lo que concierne al resto del mundo presentado o a si mismo) o se hacen interactuar diferentes puntos de vista y personas gramaticales; con lo cual se acentúa lo que podemos llamar el juego de voces en la información, superposición de distintos narradores.

¿Qué sucede con esto?

La voz interiorizada o exteriorizada de los personajes comienza a ser entonces (como nunca antes) tan importante como la voz del narrador tradicional. Este cede el paso o deja oir más los personajes; con lo que –me parece- no solo se hace más complejo (y más rico, más sustancioso) el texto narrativo. Los narradores que aparecen (o continúan escribiendo) en este momento tienen en cuenta consciente o inconscientemente esta norma, y con ella funcionan- te repito: conciente o inconscientemente. Hace un momento te referías a la obra de Eduardo Heras. Ahora es inexcusable mencionar un libro que es fundador por muchas razones –en este sentido- en la narrativa cubana: Los años duros de Jesús Díaz. Esta colección la abren y la cierran dos trilogías, en las que se presenta un acontecimiento narrado por tres ángulos diferentes. En el segundo libro de Eduardo Heras – Los pasos en la hierba- también hay un cuento (“No se nos pierda de la memoria”) parecido, con la diferencia de que cambia la voz rectora (como –más o menos- en la primera trilogía de Jesús Díaz.

Continua.



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Autor: Dennys Matos

Dennys Matos

Dennys Matos. (Guantánamo, 1966). Periodista, crítico de arte y curador.

Foto: © Lorena Peréz Rumpler

Contacto: dmatos66@gmail.com

 

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