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Fidel Castro, Miami, Exilio

Caer en trance por morir Castro

La muerte de Fidel Castro provocó la caída en trance de cara no solo al futuro, sino también al pasado

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Nada tiene de relevante que una cubana de a pie llore y grite que prefería morir ella en vez de Fidel, si peores estados de trance salen a la luz. Oscar Elías Bi(s)cet, por ejemplo, soltó: “Dios está de nuestro lado. Ya salimos de uno, y al otro, a Raúl, le vamos arrebatar el poder muy pronto”.

Ese pronto vence en febrero de 2018. Raúl dejará entonces, por voluntad expresa, la jefatura de Estado y Gobierno. Aparte de que nadie salió de Fidel, quien murió de viejo, ni Bi(s)cet ni nadie arrebatarán el poder a Raúl. Eso puede pronosticarse con tanta seguridad como que Dios no está metido en esto.

Más ilustrativa todavía es la caída en trance de Juan Antonio Blanco al ejercer su oficio de analista para darnos tres observaciones sobre el futuro de Cuba.

1. “El cambio del régimen de gobernabilidad cubano es inevitable”

La política es inmediatez. Nada tiene de análisis político eso de que algún día será. Blanco recicla el historicismo marxista-leninista con el avance inexorable hacia la economía de mercado y la alternativa “obligada” entre sistema político autoritario o sociedad abierta, pero no hay sujeto en su historia futurista. No sugiere qué fuerzas políticas están disponibles para el cambio ni cuál sería la estrategia.

Como si hubiera hablado al respecto con el Castro sobreviviente o alguno de sus mandarines allegados, Blanco alega que Raúl prefiere la primera opción, pero no ha tenido coraje para emprenderla. La clave del cambio forzado sería que el país sigue empobreciéndose y no se incorpora a la sociedad informática, como si esto fuera suficiente para desmontar el Estado totalitario que desovó la revolución del Castro recién fallecido. La réplica es simple: “OK, el cambio de gobernabilidad va a suceder, but not in your life time”. Y no cabe ir más allá, porque hace rato que ningún muerto da luz de aurora.

2. “Los mecanismos sociales e ideológicos de cooptación del régimen están en crisis”

Según Blanco, el régimen “solo dispone ahora del recurso de la represión si sus líderes intentan preservarlo”. Solo que también dispone de un partido único y del triple monopolio sobre los medios fundamentales de producción, las armas y los medios de comunicación masiva, amén de una ideología oficial, que Fidel Castro genera ya post mortem y los dictadorzuelos por venir usarán para protegerse tal y como Batista se protegía con la luz de Yara.

La represión está desparramada por toda la pirámide social y su penetración capilar continuará disuadiendo a los descontentos, tal y como viene haciéndolo desde hace décadas. Paralelamente, el régimen seguirá ofreciendo a sus líderes —y a muchas otras personas en torno a ellos— ciertos beneficios que tornan la vida soportable.

Blanco suelta que “con las bayonetas puede hacerse muchas cosas, menos sentarse sobre ellas”, pero todos sabemos que basta con enfilarlas contra los revoltosos. Y la clave no radica ya en quiénes pondrían los muertos, sino más bien con quiénes la gente se animaría a ponerlos. Ninguna de las víctimas de la represión denominadas “líderes opositores” tiene poder de convocatoria popular para ningún cambio.

3. “La respuesta a la socorrida pregunta acerca de cuál de los actuales líderes sustituirá dentro de poco a los Castro tiene un valor relativo”

Blanco da como socorrida una pregunta superflua, que se respondió ya en 2013: Miguel Díaz-Canel, quien asumiría ahora mismo la jefatura de Estado y Gobierno si Raúl tuviera la ocurrencia de morirse o quedarse bobo.

Fidel y su grupo político tuvieron más de medio siglo para castrizar de arriba abajo la sociedad cubana y crear las estructuras que no solo paralizan mente y acción, sino que previenen hasta que alguien se maree con ser otro Fidel, pero Blanco dice que nada está amarrado y apuesta “al ciudadano desconocido que de pronto irrumpe inopinadamente en la Historia y altera su curso predecible”.

Este Mesías cubiche se augura sin indicio político ni contexto histórico favorable tras la irrupción de un sargento llamado Batista y de “esa fuerza telúrica llamada Fidel Castro Ruz”.* Blanco ni siquiera da garantía metafísica. Dice estar en talla para aspirar al fin “próximo y genuino” del castrismo porque “los Chicago Cubs ganaron después de más de un siglo la Serie Mundial de Béisbol, el Reino Unido decidió salir de la Unión Europea, un multimillonario populista venció a las dinastías políticas de los dos partidos principales de EEUU y Fidel Castro ha muerto”. Eso es cosa de Walter Mercado.

Posesos de Jano

La muerte de Fidel Castro provocó la caída en trance de cara no solo al futuro, sino también al pasado. Hasta se consultaron especialistas para precisar por qué Castro mandó a incinerarse, si “le encantaban los embalsamamientos”, y su tumba en Santa Ifigenia se consideró “maniobra propagandística” para equiparse con Martí.

Aparte de que el culillo personal de Fidel por la cremación puede rastrearse desde principios de 2008, tanto en su reflexión sobre la muerte de la madre de Carlos Lage como en su carta a Ricardo Alarcón con felicitación post mortem a la esposa, Margarita Perea, por la decisión de cremarse, la tumba estaba cantada desde 1953:

  • En el juicio de Moncada, Castro prometió ya “el monumento que, junto a la tumba de Martí, la patria libre habrá de levantarles a los mártires del centenario”
  • En su Manifiesto a la Nación, escrito en la cárcel, Castro insistió en “juntarlos todos en una gran tumba junto al Apóstol como mártires que son del centenario”.

A pesar de haberse levantado ese panteón de los mártires del 26 de julio de 1953 e incluso un pilar adjunto con el pasaje ad hoc de Castro en su precitado Manifiesto a la Nación, cierta prensa se regodeó con “la cripta secreta” de Castro y el “apropiarse de Martí hasta después de muerto”.

Coda

También cayeron en trance quienes cifraron otra vez el destino de Cuba en otro presidente americano. Trump habrá visto a miles de cubanos armar pachanga en Miami por la muerte de Castro, pero se preguntará por qué muchos, pero muchos más, no dejan de viajar a Cuba ni son allá embajadores de la democracia.

* Así calificó a Fidel Castro el Che Guevara, quien tiene —según explicó el propio Blanco aquí— sobrada vigencia en la revolución cubana.


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