Actualizado: 15/04/2024 23:17
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CAFÉ, Exilio

CAFÉ y la bipolaridad política

Réplica al artículo “Nosotros ponemos el CAFÉ”, de María Isabel Alfonso, publicado en CUBAENCUENTRO

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He leído el artículo/réplica de María Isabel Alfonso (MIA). Confieso mi decepción. Esperaba algo novedoso de la vocera de una organización que se anuncia como alternativa. Pero me temo que MIA no aporta nada nuevo, y lo que es peor, se dedica a rumiar detalles intrascendentes para evitar referirse a lo fundamental de mi crítica. En lugar de una reflexión sustancial, MIA actúa como acorralada por sus enemigos, errática, lapidaria. MIA y CAFÉ muestran, con estas primeras acciones síntomas inequívocos de una vieja enfermedad política: bipolaridad.

Para ayudar a mis amables lectores a entender lo que digo, voy, primero, a aclarar algunas imprecisiones descalificadoras de MIA así como algunas supuestas difamaciones imperdonables que yo habría lanzado sobre CAFÉ. Y segundo, lo que es más importante, precisar mi posición para ayudarla a no desvariar, a identificar el objetivo y no terminar siempre apuntando a un fetiche sin dueño.

Veamos algunas informaciones puntuales para que MIA corrija su puntería:

1. Sobre la presencia como comensales predilectos en la oficina de intereses en Washington, donde comensales no se refiere a que coman o no, lo cual no es importante, sino a ser huéspedes, invitados, etc., les obsequio una muestra: Blog de Emilio Ichikawa. Luego aparecen en la reunión del 28 de abril y, plenamente satisfechos, comunican al mundo el éxito de la reunión: ¿han sido o no comensales predilectos?

2. Sobre la presencia de algunos de los nueve en la prensa oficial u oficiosa cubana ver, a modo de simple ejemplo: En Cubadebate. No es raro que las ideas y acciones de algunos de los 9 o de algunos de ellos sean reseñadas directamente en esa prensa, es decir que son “contribuyentes” a (no dije articulistas ni que trabajan para) estos periódicos. El pasado día 27 de abril Prensa Latina reportó favorablemente la iniciativa de CAFÉ. Y ese mismo día el lacónico Granma también lo hizo. Ello no es per se malo. Yo lo mencioné solo para indicar una relación política, al menos espiritual. CAFÉ debe asumir esa complementariedad, como beneficio o como costo. No puede marchar al futuro con sentimientos de culpas.

3. Sobre mi trabajo como funcionario del departamento ideológico del PCC, MIA sufre otro extravío. Yo nunca fui confiable para ese tipo de cargo, con mis tres separaciones de la UJC a cuestas, mi membrecía tardía al PCC y mi mala fama de liberal y conflictivo. Fui investigador del CEA que fue un apéndice académico del Departamento de Relaciones Internacionales. Estoy orgulloso de haber colaborado allí con gente muy valiosa y de haber sido parte de un debate sobre el futuro cubano que aún comparto en buena medida. Estoy orgulloso de haber sido reprimido en 1996 y 1999, de haber sido acosado desde todas las esquinas y de haber sido obligado a abandonar mi país, pero sin bajar la cerviz. En realidad el Departamento Ideológico —como los militares— siempre fueron enemigos del CEA. Fue Raúl Castro quien nos estigmatizó públicamente (como hizo en los 70 con Pensamiento Crítico), y un coronel al frente del Departamento Ideológico quien encabezó la purga en 1996. No pido excusas a MIA, no es relevante, pero le aconsejo más rigurosidad.

4. Yo nunca he afirmado que promover inversiones de cubano-americanos sea para oprimir más al pueblo. Tampoco sabía que Fanjul estuvo en Cuba. Realmente solo conozco de los Fanjul por mi involucramiento contra la explotación de la fuerza de trabajo inmigrante haitiana en el Este dominicano. MIA me achaca todo eso y de paso me homologa a TV o Radio Martí. Tampoco le pido excusas porque no me importa, pero ¿por qué MIA insiste en desvariar públicamente?

5. Soy ex comunista, pero ni resentido, ni de cualquier manera. Mi alejamiento de la propuesta comunista no tuvo que ver con la caída del Muro de Berlín, con Pol Pot, ni con los afanes represivos del Gobierno cubano, sencillamente porque eso no fue, ni es comunismo. Y estoy convencido de que, tras lo sucedido en el siglo XX, hay que desconfiar de las propuestas fundacionales. Todo ha sido una convicción intelectual. Pero creo que hay muchos valores en lo planteado por el desiderátum comunista original que la humanidad no debiera perder. Sigo siendo (con todo orgullo) políticamente socialista y teóricamente marxista. Cuando uno llega a ese punto por convicción —no por snob, ni por conveniencia— no tiene más alternativa que repudiar al Gobierno cubano. Por eso me parece vergonzoso y deplorable que algunas personas hablen de “apoyo crítico” desde la izquierda al ajuste raulista. Hacerlo es cinismo estólido. Consentirlo es manchar el espacio de la izquierda.

Pero lo que verdaderamente importa es recordar a MIA que todo mi artículo se basa en el análisis de lo que ellos publicaron: una lista sucinta de tímidas demandas que están por debajo de todo lo que se ha dicho hasta el momento. CAFÉ no propone un programa mínimo desde el que se pueda avanzar, sino cuatro demandas fragmentadas, insuficientes y manipulables por los funcionarios cubanos. No se pronuncia por una revalidación de los derechos ciudadanos al libre tránsito. Se limita a hacer un guiño a las autoridades cubanas. Y por eso CAFÉ no ha llegado para ser parte de la solución, sino que queda condenada a ser parte del problema.

Respeto que los nueve de Café hayan ido a la oficina de Marcos Rubio a decirle que él no los representa. No sé si es conveniente en términos prácticos, pero creo que es un derecho de elección. Lo que me asombra es que no hayan hecho lo mismo con el Gobierno cubano.

En Cuba, donde los extremistas represivos tienen el poder del Estado, no se discuten los millones de Ozzie mediante un boicot a un Stadium o el derecho de Olga Tañón a contonearse en Miami. Lo que se discute es si la gente tiene oportunidades mínimas para organizarse (como lo hacen los 9 de CAFÉ), oponerse al Gobierno y luego publicar sus ideas. Lo que se discute es el escamoteo de las libertades civiles y políticas; son los maltratos violentos, arrestos ilegales y amenazas que sufren los opositores y críticos; son los destierros y las condiciones carcelarias extremas que han llevado a la muerte a varios confinados, políticos y comunes. Lo que se discute es un proceso de ajuste de un altísimo costo social sin que la gente común tenga la oportunidad de defenderse mediante huelgas, manifestaciones, paros cívicos, etc.

Y se discute, por supuesto, que exista una comunidad nacional dividida y fragmentada por la propia acción del Estado, que ve a los emigrados como negocio. Un Estado que usa el tema migratorio como un mecanismo de control político represivo y que a través de él ejecuta una masiva expropiación de derechos ciudadanos, tanto a los que están en la Isla como afuera. Un Estado que divide familias y frustra vidas. Un Estado cuyas políticas migratorias se colocan en el peor lugar en relación con los acuerdos internacionales impulsados por los organismos especializados de Naciones Unidas, tales como la OIT, la OIM y la UNESCO.

Por tanto, no puedo saludar que CAFÉ presente sus credenciales democráticas y renovadoras rompiendo con una parte, por mala, y regocijándose con la otra, que es peor en muchos sentidos. Creo que es una actitud éticamente deficitaria que muestra síntomas de una vieja enfermedad de los admiradores de la mal llamada revolución cubana: la bipolaridad política.

Si hacemos lo que hace CAFÉ terminaremos como comenzamos: remesando e invirtiendo sin alterar los términos políticos gravosos que el Estado cubano impone. Porque lo que pidió CAFÉ después de su tour por Washington está lejos de lo que es estratégicamente importante, por debajo de lo que ya se ha discutido y muy al gusto del Gobierno cubano en su intento de cambiar algunas cosas para que todo siga igual.

Dice María Isabel Alfonso que mis posiciones, supuestamente maximalistas, obligan a una “parálisis de principios, sin mapa, ni ruta, ni consciencia de los factores de poder”. Es posible. Yo no juego a político ni a cabildero. Solo soy un intelectual. Pero sí estoy seguro que lo que propone CAFÉ ni siquiera es minimalista, implica ligereza de principios, usa un mapa anticuado, propone una ruta que nos lleva al mismo lugar y se subordina a los factores de poder.

Ojalá CAFÉ y sus nueve miembros pudieran pensar en esto, porque, repito, les necesitamos. La bipolaridad se cura.


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