Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Opinión

De Pinar del Río a Madrid

El diálogo diplomático, la fe religiosa y la polarización actual de la política cubana.

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Llegar de aquí a allá ni será fácil ni será pronto. La última vez que los cubanos votaron en unas elecciones libres y justas fue en 1948. Seis décadas después, seguimos atrapados en el círculo vicioso de la política polarizada, la que evade el diálogo y los acuerdos, esos ladrillos indispensables para la edificación de una Cuba democrática.

Hace nueve meses, Raúl Castro asumió el "poder interino" a causa de la enfermedad de su hermano. Sólo hay indicios ligeros de cambios y la habitual intransigencia. Sin embargo, nos hallamos en el campo de las oportunidades, las que puedan obtenerse —aquí o allá— o perderse en su totalidad.

Dos sucesos recientes acentúan los rasgos del terreno accidentado dentro de la política cubana:

  • A comienzos de abril, el ministro de Relaciones Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos, visitó Cuba y "restableció relaciones normales". Aunque el resultado del contacto incluía un acuerdo para la discusión sobre los derechos humanos, Moratinos no se reunió con la oposición. Es posible que, en junio, la Unión Europea siga los pasos de España y vuelva a abrir los canales diplomáticos.
  • También en el mes de abril, la revista Vitral —publicada por el Centro de Formación Cívica y Religiosa de la diócesis de Pinar del Río— suspendió sus trabajos por "falta de recursos". El obispo José Siro González Bacallao, durante trece años, bendijo la revista y a su director, Dagoberto Valdés Hernández; pero monseñor Siro se retiró en diciembre y su sucesor no perdió tiempo en implantar su sello.

La diplomacia atascada

La tenebrosa primavera del año 2003 provocó una fuerte reacción europea. Cuando arrestaron a 75 opositores pacíficos y ejecutaron sumariamente a tres secuestradores de un ferry, la Unión Europea disminuyó el grado de las relaciones. La Habana, de inmediato, reaccionó con exceso y excluyó a los diplomáticos europeos de todo contacto oficial. La diplomacia, que es aún más necesaria cuando menos acuerdos hay entre gobiernos, se detuvo en seco.

La visita de Moratinos marcó el punto más alto en las aproximaciones emprendidas por los socialistas después de ganar las elecciones españolas en el año 2004. Otros gobiernos europeos han dado su visto bueno a la iniciativa por considerarla una oportunidad para reanudar los contactos oficiales con La Habana. Aunque sean rigurosamente críticos de la política española hacia Cuba, la República Checa y otras nuevas democracias europeas tampoco respaldan la política de Estados Unidos hacia la Isla.

Lamento, profundamente, que Moratinos desairara a la oposición. Sin embargo, la realpolitik no le dejó opciones, aunque sospecho que asumió con gusto su misión. La oposición, con toda razón, atacó a Madrid. La Comisión Cuba-España —presunto medio para conducir el diálogo político recientemente establecido— celebrará su primera reunión en mayo.

Pronto tendremos una noción de la voluntad española para mostrar alguna agresividad en la defensa de los derechos humanos en Cuba. Por lo menos, Madrid tendrá que recomponer, en serio, sus relaciones con la oposición cubana.

Vitral, según nos dice el nuevo obispo de Pinar del Río, continuará su labor. Sólo que su espíritu, alentado por el liderazgo capaz de Valdés y la protección generosa del obispo González, se ha esfumado. La misión pastoral de la Iglesia está sobre la mesa: ¿Es, principalmente, una misión de fe o una misión que incluye el contexto terrenal de nuestras almas?

El cardenal Jaime Ortega y el nuevo obispo de Pinar del Río ven, como fundamental, una misión basada en la fe. El obispo González y Pedro Meurice Estiú —arzobispo que, hace poco, se retirara de su cargo en Santiago de Cuba— poseían una visión más holística, una visión que ha sufrido un fuerte embate. Los funcionarios gubernamentales de línea dura deben estar felices.

Acento en los derechos humanos

La Habana se ha empecinado en no hacer la menor concesión en el tema de los derechos humanos. China ha permitido que Naciones Unidas visite sus prisiones y Vietnam ha cedido algún espacio a la Unión Europea para que critique las violaciones a esos derechos. ¿Tendrá éxito España, con un ligero impulso a La Habana, en hacer que ésta tome un camino similar? Aunque no fuera a corto plazo, la renovación diplomática es mejor que la alternativa que Washington ofrece.

Me apena, hondamente, lo sucedido en Pinar del Río. Dos puntos de vista pastorales coexistieron por mucho tiempo en el catolicismo nacional. La luz de Vitral, para todos los cubanos, católicos o no, se ha apagado. Es evidente que luchas intensas por el poder han tenido que ver con la decisión.

¿Reconsideraría la jerarquía una misión más incluyente en el futuro? La sola fe, en sí, por poderosa que sea, no puede sostener nuestra humanidad. No olvidemos que casi la mitad de los prisioneros del año 2003 eran católicos.

En última instancia, el asunto central es el gobierno. Acostumbrado a mandar de facto, por tanto tiempo, sus dirigentes no pueden imaginar otra forma de conducir. Pero la hay, y nosotros —incluyendo a Moratinos y al nuevo obispo de Pinar del Río— lo sabemos.

Una Cuba democrática nos incluiría a todos y es esa la razón por la que hay que atrapar ahora cada una de las oportunidades que se presenten para el diálogo y la toma de acuerdos. No llegaremos a ese punto con la política polarizada actual.