Viniendo a Estados Unidos: la nueva crisis migratoria cubana

La migración masiva ha sido, desde hace mucho, una política favorita de La Habana, que la ha utilizado como válvula de escape para aliviar la formación periódica de presiones internas socio-económicas (por ejemplo, el llamado Éxodo de los Balseros, en el punto culminante del Período Especial postsoviético, a comienzos de la década de los años noventa) y como táctica agresiva de su política exterior, aprovechada astutamente para avergonzar a Washington y llevarlo a la mesa de negociaciones bajo los términos cubanos.

Aunque la Casa Blanca y el Pentágono no alberguen ya, posiblemente, las preocupaciones convencionales sobre la esfera militar cubana como adversaria en la Guerra Fría, la eficacia de la migración masiva como arma de política exterior parece dar sustento a la peor pesadilla actual de Washington en lo que se refiere a Cuba: una llegada masiva de inmigrantes cubanos que saturaría el sur de la Florida y que conduciría a una crisis humanitaria de dimensiones internacionales, se produjera por tierra o por mar.

Las consecuencias humanas y económicas, especialmente para los gobiernos estatales y locales, serían de por sí suficientes para provocar una preocupación genuina. Además, dadas las prioridades establecidas después del 11 de septiembre sobre la seguridad nacional y considerando la división actual dentro de la sociedad estadounidense sobre la cuestión de la inmigración en general, la llegada de decenas —o centenares— de miles de cubanos, en un período breve de tiempo, es un escenario que cualquier gobierno norteamericano trataría de evitar a toda costa. Sin embargo, de manera silenciosa pero cada vez más evidente, una nueva inmigración masiva proveniente de la Cuba de Castro podría estarse desarrollando.

En los últimos dos años, más cubanos se las han ingeniado para ingresar a Estados Unidos que durante la Crisis de los Balseros del verano de 1994. En aquel momento, más de 38.000 hombres, mujeres y niños fueron interceptados y rescatados en las peligrosas aguas del Estrecho de la Florida por la Guardia Costera de EE UU. Como parte de los acuerdos migratorios, en 1995, entre el gobierno de Clinton y La Habana, estos inmigrantes fueron finalmente reubicados en EE UU después de pasar meses vergonzosos en la base naval de EE UU en Guantánamo, Cuba.

Una década más tarde y, en gran parte, sin el drama en alta mar de aquella crisis, en los años fiscales 2006 y 2007 (aproximadamente desde octubre de 2005 hasta septiembre de 2007), se sabe que casi 77.000 cubanos han llegado a territorio estadounidense. O sea, más del doble del total de los refugiados del Éxodo de los Balseros de 1994. (Ver Tabla I).

Por la Ley de Ajuste Cubano de 1966, casi todos los nacionales cubanos que pisen territorio de Estados Unidos tienen el derecho legal a permanecer en el país y tramitar su condición como residentes permanentes (es decir, una "Tarjeta Verde") si cumplen con la presencia física en el territorio norteamericano durante 366 días.

Con los datos que aporta el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos sobre los nuevos residentes permanentes (por país de origen, cada año fiscal), más que por los datos estadísticos de la Guardia Costera de EE UU, que por lo general son los que se consultan en relación con los cubanos inmigrantes interceptados, la Tabla II revela que la emigración desde la isla hacia Estados Unidos ha alcanzado niveles no vistos desde los años de mayor intensidad, en los finales de la década de los años sesenta y los comienzos de los años setenta.

En realidad, más cubanos están ingresando a EE UU —legalmente y por otras vías— que en cualquier otro momento desde los "Vuelos de la Libertad", a finales de la década de los años sesenta y comienzos de los años setenta. De manera contraria a la opinión convencional sobre la magnitud histórica del Éxodo de los Balseros (alrededor de 40.000) y del Mariel (alrededor de 125.000), desde el año fiscal 2000, más de 191.000 cubanos han reiniciado sus vidas en Estados Unidos, eclipsando la suma combinada de las migraciones de 1980 y 1994.

Con la entrada promedio actual (desde el año fiscal 2005) de unos 38.000 inmigrantes al año, Estados Unidos habrá recibido 267.000 nuevos cubanos inmigrantes para finales del año fiscal de 2009. Si se mantienen estas proyecciones, la época actual sobrepasará las décadas de los años sesenta y setenta (ver Tabla II), en términos de la inmigración cubana total hacia Estados Unidos, en cualquier década de las posteriores al triunfo de la revolución de 1959.

Si incluimos la inmigración total postsoviética desde la Isla (año fiscal 1990 hasta la proyección del año fiscal 2009), más de 426.000 cubanos se habrán establecido en Estados Unidos, cifra que rivaliza con la generación de exiliados históricos (unos 458.000), anteriores a 1980.

Al parecer, sin haber atraído la atención de los medios de comunicación y de los políticos, Estados Unidos ve los indicios de un torrente migratorio desde Cuba.

Más aún, la tendencia parece aumentar en vez de disminuir. Los cubanos ahora constituyen 3,6% (45.614 en el año fiscal 2006) de todos los nuevos residentes permanentes, comparados con 2,1% en el año fiscal de 2004 (20,488), y ahora sólo detrás de México, China, Filipinas y la India (1). Al considerar que los cubanos tienen todos los incentivos para adquirir el status de residentes permanentes con mucha rapidez, los datos del Departamento de Seguridad Nacional capturan, en lo esencial, el volumen de los flujos migratorios cubanos hacia Estados Unidos.

Además, los datos de las Tablas I y II contienen indicadores atrasados, ya que las estadísticas del Departamento de Seguridad Nacional se refieren al número de Tarjetas Verdes emitidas en un año determinado. Si se calcula de uno a dos años el tiempo necesario para procesar los trámites de los aspirantes a residentes permanentes, los datos del año fiscal 2006 (los datos del año fiscal 2007 se basan en las llegadas ya conocidas) (2) muestran, con mayor certeza, aquellos cubanos que llegaron físicamente a Estados Unidos en algún momento entre los años 2004 y 2005.

Como consecuencia, es probable que la lentitud en la recuperación post-Período Especial y la falta de esperanzas, especialmente entre los cubanos más jóvenes, de que se realicen cambios políticos y económicos sustanciales bajo Raúl Castro, se verán reflejadas en estadísticas aún más altas en los años venideros. Es también evidente que las autoridades cubanas están haciendo muy poco para restringir la emigración desde el año fiscal 2004. En forma tácita, si no abierta, el régimen de Castro, una vez más, parece dirigirse hacia la migración masiva como la política escogida para reducir la creciente insatisfacción nacional y, de paso, montar el escenario para lograr términos negociadores más favorables en sus relaciones con Washington.

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