Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Adelanto por la izquierda

Llama la atención que grupos disidentes de centroderecha, algunos con más de una década de existencia, no tengan la voz cantante en la búsqueda de consensos.

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Aunque digan que donde hay tres cubanos —opositores— hay tres grupos políticos, la regla puede tener sus excepciones. Por lo menos, lo han demostrado los integrantes de las organizaciones que antes formaban el Arco Progresista y que se acaban de fusionar en La Habana como partido socialdemócrata.

No interesa ahora si el nuevo partido contará en sus filas con un escaso número de militantes —o que a su reunión fundacional asistieron "dos docenas"—, pues de esa realidad no se escapa ningún grupo opositor de la Isla. En todo caso, con excepción de Polonia y su sindicato Solidaridad, las transiciones de Europa del Este no fueron impulsadas por grandes masas.

El valor de este acontecimiento está en la capacidad de consenso que han demostrado sus promotores en un momento tan crucial para el país.

Caudillismo vs. consenso

Como una especie de maldición histórica, la vida nacional ha estado condicionada por la existencia de caudillismos. Las guerras de independencia fueron caldo de cultivo para ello. Luego, en 1901, siguiendo los pasos de las hermanas repúblicas latinoamericanas, nos dimos un sistema constitucional al estilo estadounidense, con un presidencialismo casi omnímodo. Pero el nuestro, en la práctica, adolecía de otros pilares del ideal republicano: el "we the people" e instituciones sólidas y autónomas. De ahí en adelante, pocos momentos de la república independiente evidenciaron una sociedad de ciudadanos y de consensos; la Constituyente de 1940 fue una muy honrosa excepción.

El posterior liderazgo castrista, que encontró su legitimidad en el apoyo popular revolucionario, ha sido el más nefasto vivido por los cubanos. Con mano de hierro, siempre ha preferido el yugo al trabajo en equipo, y la "unanimidad" al consenso en el pluralismo.

El consenso del Proyecto Varela

Lograr consenso en la oposición no ha sido fácil. En este caso, al caudillismo habría que agregar la acción persistente del gobierno para dividir a los opositores. Muy a pesar de ello, han cristalizado dentro de Cuba algunas experiencias que aspiraban al consenso, pero en su mayoría efímeras y con poca repercusión social. Actualmente, en el exilio se trabaja por el fortalecimiento de una que, con gradualidad y sin aspavientos, coloca los pilares para importantes acuerdos del hoy y del mañana.

Pero hubo dentro de la Isla un consenso que sí logró ser efectivo: el Proyecto Varela. Este último convocó a personas y grupos de distintas afiliaciones ideológicas que, alejados de todo afán de protagonismo, vieron que era importante impulsar mancomunadamente dicha iniciativa.

Contraria a cualquier legitimación del régimen, que sus detractores en la disidencia sostuvieron, la iniciativa fue un fuerte cuestionamiento al sistema y logró el respaldo de miles de ciudadanos. A nivel internacional, el Proyecto Varela fue apoyado por casi todas las democracias y por diversos líderes políticos de relevancia.

Para dar fe del éxito, el propio gobierno hizo el papelazo de recoger firmas para declarar "irrevocable" el régimen económico, político y social, y después la emprendió con los opositores, muchos de ellos gestores del Proyecto Varela. Pocas veces el régimen había demostrado tanta debilidad.

Entre otras razones, ese respaldo nacional e internacional fue gracias al mencionado consenso de los demócratas. La plataforma Todos Unidos fue la clave. Recordemos parte de aquella histórica declaración del 17 de junio de 2002 y quiénes la firmaron:

"El 6 de marzo del 2001 convocamos a los ciudadanos a firmar la solicitud de referendo sobre el Proyecto Varela. En medio de represiones, campañas difamatorias y con grandes limitaciones materiales, miles de cubanos respondieron con su firma (…) Los que firmamos este documento, ratificamos nuestra adhesión a TODOS UNIDOS, sin ambivalencias y con plena conciencia de la responsabilidad que tenemos ante el pueblo y la patria al hacer este compromiso de unidad para la libertad. Oswaldo Payá Sardiñas, Osvaldo Alfonso Valdés, Vladimiro Roca Antúnez, Héctor Palacio Ruiz, Víctor Rolando Arroyo, Félix Navarro, Pedro Pablo Álvarez Ramos, Elizardo Sánchez Santacruz".

Si actualmente comprobamos que iniciativas nobles y valientes —entre ellas el Proyecto Varela— no logran aquel entusiasmo, seguramente una de las causas está en la falta de consensos.

La izquierda va por delante

Volviendo a la formación del nuevo partido socialdemócrata, llama la atención que grupos, movimientos o partidos de tendencia humanista cristiana o de centroderecha, algunos con más de una década de existencia dentro de Cuba, no tengan en estos momentos la voz cantante en la búsqueda de consensos. Sorprende todavía más, si tenemos en cuenta los apoyos internacionales con los que han contado tradicionalmente.

En ese sentido, el positivo anuncio de una parte de la izquierda opositora debería servir de reflexión y, a la vez, de motivación a los de otras tendencias. Por ejemplo, ¿acaso no es hora de un proyecto, partido, coalición, o como queramos llamarle, del centroderecha cubano, integrado por voluntades y grupos de dentro y del exilio? También deberían tomar nota de ello los gurús, dirigentes e integrantes de las internacionales partidistas preocupados por el tema cubano. Ante un régimen totalitario, nadie llega solo.

En su último libro Sea breve, por favor (pensamientos y recuerdos), el ex presidente checo Václav Havel comparte interesantes experiencias de su vida como disidente. En una parte de la obra expresa: "Era fascinante comprobar que la existencia de un enemigo común y de un programa antitotalitario común basado en la idea de los Derechos Humanos hacía que en cuestiones básicas concretas todos tiraran de la misma cuerda". ¡Importante mensaje para los demócratas cubanos!

Todavía está por ver qué proyectos impulsará la nueva agrupación y su grado de independencia ante sus apoyos foráneos. Por lo pronto, confiamos que el nuevo partido nacido a partir del consenso sea un punto de inflexión en la política cubana. Ya es hora de comenzar a romper con el histórico maleficio.


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