Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Ricardo Alarcón, Elecciones

Alarcón y las elecciones en Cuba y Estados Unidos

Palabras rebuscadas y sofismas para desinformados no logran justificar la falsedad

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Después de haber declarado que los cubanos no eran autorizados a viajar libremente para evitar congestión de aviones en los cielos, parecía que Ricardo Alarcón había alcanzado el tope del cinismo posible, pero cuando habló recientemente sobre las elecciones en la Mesa Redonda de la televisión cubana demostró que, como dice el slogan revolucionario, “siempre se puede más”.

Resulta extremadamente difícil, por no decir imposible, pretender hablar en serio de las “elecciones” cubanas sin provocar, al menos, hilaridad, y en muchos casos sonoras carcajadas.

El señor Alarcón se queja de que la prensa cubana le da más cobertura a las elecciones de Estados Unidos que a las de Cuba. ¿No sabe por qué? Las elecciones en Estados Unidos siempre son noticia, no solamente porque se elige al líder de la nación más poderosa del planeta, cuyo accionar influye de una forma u otra en todo el mundo, sino además porque casi diariamente se publican encuestas de opinión, los candidatos atacan continuamente los programas y promesas de los contrarios y resaltan sus propios proyectos e ideas, la prensa hurga en la vida de los candidatos y en algunos casos se llega hasta a insultos y descalificaciones personales que restan clase a la contienda (aunque estos extremos son más comunes en elecciones locales que en las presidenciales).

En Cuba, por el contrario, todos saben quién va a ganar. A pesar de las cantaletas y la propaganda, la participación del “pueblo” se expresa exclusivamente, y bajo la atenta vigilancia de los militantes del Partido, en las elecciones para delegados de circunscripción que conforman las asambleas municipales. De ahí en adelante, son las “comisiones de candidatura”, establecidas anteriormente, y aprobadas por ustedes saben quien, las que “sugieren” los integrantes de las asambleas provinciales y la Asamblea Nacional del Poder Popular. En la ANPP el 50% de los diputados son designados de acuerdo a las “propuestas” de las comisiones de candidatura a las asambleas municipales. Gracias a este procedimiento “singular” (la palabrita es de Alarcón), personajes tan “populares” y “carismáticos” como Guillermo García Frías, José Ramón Balaguer, o Salvador Valdés Mesa, son diputados, y hasta miembros del Consejo de Estado.

Pretendiendo desacreditar las elecciones norteamericanas, Alarcón dice que “Romney es multimillonario de carrera y lleva de vicepresidente a un señor porque él lo decidió de dedo”. “Y se supone que esas sean prácticas democráticas”. Pero Romney es candidato porque ganó las elecciones primarias republicanas frente a varios contendientes, y Ryan es candidato a vice porque lo aprobó la misma convención del partido que proclamó a Mitt Romney. Además, no hay nada automático ni de oficio: para llegar al Gobierno ambos tienen que ganar las elecciones de noviembre, enfrentados a varios candidatos de diferentes partidos (aunque algunos creen que en Estados Unidos hay solamente dos partidos políticos).

Entonces, cabe preguntarle al señor Alarcón: ¿de que forma “democrática” Raúl Castro designó a José Ramón Machado Ventura como su segundo? ¿No fue “de dedo”? Y una vez que lo designó, ¿a qué escrutinio popular se sometieron ambos? Solamente a la aprobación de los diputados a la ANPP, que a su vez fueron electos por “quien tú sabes”. Y la designación de Machado para ese cargo se había decidido en el Buró Político el día anterior. Lo supimos porque la prensa abrió fuego contra el después defenestrado Carlos Lage por haberse deslenguado ese día en la fiestecita que tenía preparada con su camarilla para celebrar su ascenso a “las mieles del poder”, información que terminó en el servicio de inteligencia de España antes que en los miembros del comité central del partido cubano y en los diputados que debían “aprobar” la propuesta unánimemente.

Pero Alarcón, además de cínico, es mentiroso, y pretende engañar a los cubanos mal informados, mezclando diputados con delegados, y de paso, utilizando palabras poco habituales en el lenguaje cubano: “Si el trabajo se concentrara en reunirse y parlotear, ahí sí habría razones para que la gente se quejara, pero nuestros diputados trabajan mucho”. “Este no es su oficio, todos trabajan además de atender a sus electores y sacrifican parte de su tiempo libre para ocuparse de los problemas que plantean los ciudadanos”. Colosal mentira de Alarcón: ¿a cuántos electores han atendido en todos estos años Ramiro Valdés, Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”) o José Ramón “el gallego” Fernández? A ninguno. Los que atienden a los electores después de trabajar son los delegados de base, que no tienen poder ni autoridad para resolver ningún problema. El “trabajo” de los “dirigentes” —incluido el inefable presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón— es creerse que dirigen el país y que el pueblo los quiere, mientras van enterrando cada vez más a ambos, al país y al pueblo.

“Reunirlos a todos en La Habana para que nos disparen discursos, no tendría sentido”, dijo Alarcón, como si quien “disparara” discursos no fuera perfectamente conocido, lamentablemente, por todos los cubanos. Pero los diputados deberían reunirse en La Habana —y mucho más a menudo que los pocos días que los convoca Alarcón cada año— no para “disparar” discursos, sino para discutir a fondo y debatir en serio los proyectos de leyes del país, y no para levantar los brazos indiferentemente y “aprobar” por unanimidad.

El régimen totalitario cubano, además de mentiroso y cínico, es teóricamente cobarde, debido a su indigencia conceptual. Un poder surgido de guerrilleros semianalfabetos, dirigidos por alguien fascinado por caudillos y terriblemente cobarde en el plano personal, no podía generar un verdadero pensamiento revolucionario. Los balbuceos tropicales filo-trotskistas de Che Guevara no resisten la prueba de la práctica.

En Cuba no existe separación de poderes, en el concepto “burgués” del Estado de derecho y la sujeción a las leyes. Consecuentemente, no pueden existir ni “democracia” ni derechos humanos, en la forma que estas nociones se aceptan universalmente en el mundo occidental. Entonces, la Asamblea Nacional del Poder Popular podrá ser y es un coro de focas amaestradas, pero nunca un parlamento libérrimamente electo que exprese la voluntad de un poder legislativo que ni se subordina al poder ejecutivo ni le debe favores, mucho menos a un partido que se sitúa por sobre todas las instituciones y la sociedad. Que en otros países la democracia sea una farsa o una parodia, como lo son, no sirve para legitimar a la dictadura cubana.

Lo que Alarcón considera despectivamente “parlotear” en un parlamento libre es ejercer el derecho de los representantes de los votantes a expresar sus opiniones en función de los intereses específicos de esos votantes, que deberán consensuarse con los de toda la nación para poder convertirse en leyes. Pero si de “parlotear” se trata, el mejor ejemplo son las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde se “parlotea” sobre cualquier bobería hasta que los máximos jerarcas consideran oportuno parar la conversación y llevar a votación el tema que sea, del que ya se sabe cual será el resultado.

Finalmente, dice Alarcón que Estados Unidos quiere “privar al pueblo cubano de elegir a sus propios representantes”. Imposible: Estados Unidos no hubiera podido hacer eso en el último medio siglo, porque en todo ese tiempo quien ha privado al pueblo cubano de elegir a sus propios representantes ha sido la dictadura totalitaria castrista y su “singular” sistema democrático.


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