Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Relaciones Cuba-EEUU

“Ana Cecilia”, la socialización del trapicheo y el adiós a las “mulas”

Envíos “humanitarios” a Cuba por barco, beneficiando económicamente ¿a quién?

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Tal parece que en silencio tenía que ser, pues la noticia del primer viaje del buque “Ana Cecilia” desde Miami a La Habana con un contenedor de cargamento humanitario se hizo pública poco antes de que se produjera.

Tanto los congresistas del sur de Florida como una parte de los “duros” de la región y la prensa “seria” andaban tras la pista de un brote de cólera en Manzanillo, en la oriental provincia cubana Granma, que a pesar de lo que se quiera decir, ya parece controlado (¿alguien ha pensado cómo se disemina un brote de cólera en África, o cómo ocurrió no hace tanto en Haití?). De manera que lo que se comentó alredor del “Ana Cecilia” y el primer viaje de un buque de carga de Miami a La Habana en más de medio siglo, resultó poco y débil, a pesar de todas las aristas que tiene esta operación.

Un pequeño buque de carga de poco más de 90 metros de eslora, con capacidad para 16 contenedores, y con bandera de ¡Bolivia! (país que no tiene costas), viajó a La Habana con un contenedor de carga “humanitaria”, y estaba obligado a regresar vacío a Miami, pues las regulaciones del embargo le prohíben traer cualquier otra cosa. Es dudoso que este primer viaje haya permitido demasiada ganancia a la compañía International Port Corporation (IPC), empresa encargada del despacho, que anuncia cobrar $ 5,99 por libra que se envíe. Pero eso no es tan decisivo: las primeras operaciones de un negocio nuevo implican siempre el costo del “marketing” y de que el mercado conozca la nueva oferta.

No es el primer barco que llega a Cuba con productos de Estados Unidos en los últimos años. Gracias a las excepciones autorizadas por el presidente George W. Bush, hace años que llegan a Cuba barcos provenientes de Estados Unidos, cargados básicamente de alimentos, que tienen que ser pagados al contado y por adelantado. Es decir, no fue Barack Obama el primero que aflojó clavijas a La Habana: cuando se trata de los intereses nacionales del país, el establishment de Estados Unidos es mucho más flexible en conceptos geopolíticos y pragmáticos que las posiciones que proclaman demócratas y republicanos, sobre todo en tiempos de elecciones.

No tengo nada en contra de los envíos de dinero, alimentos, medicinas, ropa y otros productos a los cubanos dentro de la Isla, que mucho los necesitan. No soy de los que aseguran que si dejáramos de enviar tales cosas se produciría en la Isla un levantamiento popular contra el régimen. Si ni organicé tal levantamiento ni participé en él cuando vivía en Cuba, ¿con qué derecho podría incitarlo ahora, en la tranquilidad y seguridad de este exilio (destierro, emigración, o como quieran llamarle), por duro que nos resulte?

Si el circuito de viajes Miami-Habana de International Port Corporation, que casualmente comienza al mismo tiempo que La Habana anuncia el restablecimiento y aumento de los aranceles para la importación de productos no comerciales, logra consolidarse y establecerse, será el fin de las “mulas”. “Mulas” que disfrutan el viaje sin tener que pagar: vuelan con pasajes pagados por compañías de viajes y envíos a Cuba (compañías autorizadas por La Habana), y llevan productos para uso de los cubanos en la Isla, cuyos familiares o amigos en Estados Unidos pagan por el envío. Si la “mula” tiene un familiar o un conocido en el paraíso socialista, además del pasaje se ahorra el alojamiento, y con un puñado de dólares pasa días agradables como turista entre los pobres a un precio relativamente módico.

Las “mulas” resuelven una necesidad específica, pues al no existir un sistema regular de correos ni mensajería entre ambos países, de alguna manera hay que hacer esos envíos, más aún con las condiciones de penuria en que viven los cubanos en la Isla. Así que, ahora más que nunca, literalmente, no se trata de matar al mensajero. Sin embargo, esa necesidad específica, en las condiciones de oferta limitada y demanda exacerbada que ha existido durante tanto tiempo en Estados Unidos con relación a Cuba, ha supuesto precios monopólicos, que no queda más remedio que pagar si se necesita este servicio.

Como enseñó Adam Smith, el carnicero no nos vende la carne porque se preocupa por alimentarnos, sino porque ese es su negocio para obtener beneficios. Y las compañías de pasajes y envíos, y las “mulas”, hacen su tarea por obtener beneficios. No hay nada malo en ganar dinero con negocios honestos, aunque la gerontocracia en La Habana se empeñe en expresar lo contrario (cuando los beneficios no son para ellos).

Con el circuito marítimo Miami-La Habana de hecho se produce una “socialización” de los envíos, desde el punto de vista de concentración de la actividad: un contenedor equivale a ¿cuántas mulas? Cantidad que se multiplica por 16, que son los contenedores que puede cargar un buque como el “Ana Cecilia” una vez a la semana. Y si además se establece el precio de $ 5,99 por libra, y los envíos en La Habana pueden recogerse en el puerto o recibirlos en sus domicilios en cualquier lugar de la Isla a través de la empresa (del Gobierno) “Cubapack” (pagando por ello, claro), todo parece indicar que si este negocio logra establecerse estaremos viendo muy pronto no el adiós a las armas, sino el adiós a las mulas.

La empresa asegura tener las licencias que exigen el Departamento de Comercio y la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC) de EEUU. Las regulaciones del embargo permiten el transporte de mercancías consideradas ayuda humanitaria, lo que incluye medicinas, comida, ropa, electrodomésticos, muebles, materiales de construcción, piezas de vehículos y generadores eléctricos.

Interesante negocio que encuentra un nicho de mercado donde parecía haber un coto cerrado por casi medio siglo. ¿Cómo no se le ocurrió a nadie antes, con tantos emprendedores cubano-americanos en este país? Dice un genial paranoico amigo mío en Canadá que tal vez La Habana podría tener algo que ver con la idea o la ejecución de esta nueva operación comercial. Yo no tengo argumentos sobre esto, pero reconozco que no deja de ser un criterio interesante.


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