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Ventana del lector

Bienvenido Pedro

La revolución se ha convertido en una escuela muy eficiente para hacer comprender, sobre todo a los más capaces, de que aquello no es una suma sino una división

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Nos conocimos alrededor de mil novecientos noventa y ocho. Por aquel entonces yo empataba los cables multicolores de una red de computadoras mientras él bajaba diligente hasta el tercer piso, para tomar posesión de la abandonada oficina del Director, luego de que el último de ellos salió corriendo con sus secuaces, espantado por el perfume escandaloso de Ricardo Cabrisas.

De lejos parecía un hombre fácil y reposado aunque caminaba por los pasillos de la empresa, como si alguien muy importante lo estuviera eternamente esperando al otro lado de un teléfono descolgado. Alguna vez logré colarme en su oficina y hablar con él más allá del buenos días automático de encontrarnos en el camino. Siempre adivinó lo que yo venía a decirle mucho antes de que el cuento se terminara. Venía de las grandes ligas y estaba bien entrenado. Tenía un excelente olfato para calcular a quién tenía delante y le jugaba el dominó a los Castros sin perder la sonrisa, pero sabiendo que aquella partida no la podría ganar.

No dudo que los de allá arriba tuviesen depositada en él toda su confianza, pero a mí siempre me pareció que había llegado hasta allí como el remedio de último minuto para remendar una empresa que por entonces era la lotería de los que sabían aprovecharse de sus oportunidades. Él, sin embargo, no es que fuera familia de Emerio Izquierdo como lo demostró posteriormente la vida, pero se conocía muy bien los mecanismos y también a sus mecánicos, con quienes se había tomado más de una taza de café en tantos años de convivencia. Pedro Álvarez, ex presidente de Alimport, tal parece que se ha escapado de la Isla, según sugieren los periódicos de los último días. Para haber sido el principal encargado de los negocios de Cuba con los Estados Unidos, debe haberle dolido muchísimo a los que allá se empeñan en controlar la vida privada de los ciudadanos, con un apretado grillete político que los vuelve esclavos del Gobierno y del partido.

La noticia no me sorprendió, siéntense cómodamente en su silla y los verán llegar uno tras otro sin tener que esperar demasiado. La revolución se ha convertido en una escuela muy eficiente para hacer comprender, sobre todo a los más capaces, de que aquello no es una suma sino una división. Los que tienen la posibilidad de ver el problema desde arriba y no se vendan los ojos con el trapo de la conveniencia, se dan cuenta inmediatamente de que aquel dominó está trabado y que todas las fichas no están sobre la mesa. No se puede culpar a nadie por negarse a seguir gastando energías en algo que hace mucho rato dejo de tener sentido, que no te dejan arreglar y que un día no muy lejano, se va a derrumbar por su propio peso.

Y es que allá arriba en el Palacio, no quieren a nadie más que a los que se quedaron enganchados en el programa del Moncada. Lage, Pérez Roque y Robertico, son excelentes ejemplos de la desigualdad de intereses entre los que se fajaron en la Sierra y los que nacimos en el llano. No fue por convertir los jardines del MINREX en un zoológico exótico, ni por haber tenido relaciones extra-conyugales con el enemigo, por lo que todos ellos fueron expulsados de la corte, sin aviso y con la lengua enteipada. Para ascender las gloriosas escaleras del poder revolucionario, tienes que estar dispuesto a ser enterrado, vivo o muerto, el mismo día en que se extingan los comandantes y se acabe la revolución. No puede haber en tus intenciones ninguna iniciativa de cambio, ni mucho menos te puede interesar el futuro del país. Al menos no el futuro de las siguientes generaciones, porque esas están equivocadas. El que con sus actos cause una grieta, por donde pudiera escapárseles el control total, será expulsado del Palacio, explica claramente el contrato. Tal parece que cuando todos ellos se mueran, la Isla se hundirá en el Caribe como le pasó a la Atlántida, y solo quedará flotando el nombre, como recuerdo de aquellos que prefirieron desaparecer en el mar, antes de enfrentarse a la factura de los últimos cincuenta años y tener que explicar la irresponsabilidad de sus actos.

Por eso mi estimado Pedro, creo que después de todo terminaste haciendo lo correcto. El futuro es papel virgen hasta un día en que la vida lo imprime y es solo entonces que se vuelve historia. Supongo que así es como terminamos todos, encontrándonos con nosotros mismos. Te advierto que al principio te vas a sentir perdido, como si hubieras llegado a un mundo más nítido, donde todo es más ancho y más claro. Luego empezarás a soñar que regresaste a la Isla y esta vez no te van a dejar salir. La agonía de estar nuevamente preso te va a hacer despertar del sueño y cuando por fin abras los ojos y descubras que no es cierto, vas a sentir un alivio infinito. Lo sé de primera mano, es algo que nos ha pasado a todos. Vas a notar que el fantasma que te seguía a todas partes no se fue contigo, ahora eres libre de decir lo que piensas sin que nadie te esté espiando, pero eso te va a tomar tiempo creerlo. Es que fueron muchos años creyéndole el cuento a otro más astuto e inteligente, que mientras más se le enredaban los inventos, menos nos quería y más nos necesitaba. Pero eso ya lo dejaste atrás, bienvenido al club de los traidores, ¿quién iba a imaginar que al final terminaríamos con el mismo acento y en el mismo bando? Seguramente en La Habana, otro que aún no se ha ido está hoy hablando de ti como nunca lo hubieras imaginado. Es normal, tienes que entenderlo, tenle paciencia, espera a que se escape y cuando sepas que está aquí escríbele a él también un artículo.


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