Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Salubridad, Cuba, Médicos

La salubridad en Cuba antes de 1959

No es necesario acudir a estadísticas para comprobar “que la realidad de la salubridad cubana, previa a la implantación del comunismo en la Isla”, era un desastre

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Sr. Alejandro Armengol
Director editorial de CUBAENCUENTRO
España

Estimado Alejandro:

En mi opinión, CUBAENCUENTRO se ha ganado el prestigio de un numeroso público interesado en la realidad de la Cuba de hoy, entre otros factores, debido a la pluralidad de opiniones de sus colaboradores, a la objetividad de estos —hasta donde ello es posible, si tomamos en cuenta que todos somos subjetivos—, así como a la apertura a diversos y en ocasiones antagónicos puntos de vista de sus foristas.

Dicho lo anterior, me refiero al artículo “Salubridad como instrumento dictatorial”, publicado por Cubaencuentro el pasado 4 de noviembre y firmado por Julio M. Shiling. Aludo solo —insisto: solo— al quinto párrafo de este texto, el cual, según mi entender tergiversa la realidad de la atención médica en la Isla antes de 1959, en comparación con lo ocurrido en esta materia a partir del año referido.

Reza el párrafo dicho: “La primera pieza de esta campaña sucia [del castrismo] ha consistido en deconstruir la realidad de la salubridad cubana, previa a la implantación del comunismo en la Isla. La dictadura ha concretado este malabarismo informático mintiendo y descontextualizando los hechos del cuidado de salud en Cuba republicana. Podría citar cifras y datos provenientes de fuentes connotadas como las de la ONU que avalan la alta calidad de la salubridad en Cuba antes de la desgracia comunista. Datos e información, habría que añadir, completamente accesible a todo el mundo (libre). Para delimitar un punto, sin embargo, me limitaré a mencionar sólo el caso de la mortalidad infantil en un análisis breve comparativo. La mortalidad infantil es un indicador bastante aceptable para medir el progreso de la salud pública de un país. La dictadura castrista le encante (sic) usarla. En efecto, la mortalidad infantil relata el número de niños nacidos que no llegan a cumplir el primer año por cada mil nacimientos. En 1958, Cuba tenía 32 casos de niños nacidos por millar que no llegaban a sobrevivir el primer año. En 2014, esa figura se registra en Cuba de ser sólo 5 casos. ¿Gran progreso, no? Bueno, no exactamente. Esto es un hecho sobre todo si se le da una lectura comparativa y se toma en cuenta el tiempo”.

En cuanto a este párrafo, no sería necesario acudir a estadísticas o informaciones determinadas para comprobar “que la realidad de la salubridad cubana, previa a la implantación del comunismo en la Isla”, era un desastre. Deficiente en grado sumo, inmoral hasta tal punto que en no pocas ocasiones, era necesario recurrir a un político —previa extorsión que muchas veces consistía en entregarle el voto electoral— para lograr la cama, el ingreso en un hospital.

Todos los que vivimos al menos un período de la “Cuba republicana” podemos dar fe de ello. Y de la carencia de hospitales, clínicas y consultorios en todo el país, y mucho más en las zonas rurales. Ni qué decir de la falta de hospitales especializados en las cabeceras de provincias ni de clínicas especializadas en diversos sitios de la Isla; por ejemplo, las odontológicas.

No hay que acudir a las estadísticas para dar fe de la infinidad de niños parasitados, principalmente en los campos de Cuba —entonces con aproximadamente 6 millones de habitantes—, ni de la mala atención, en ocasiones despiadada, en las llamadas Casas de Socorro de las ciudades, en las cuales se contaba con muy pocos recursos, y con muy pocos médicos.

Las cirugías de alguna complicación, por ejemplo, solo se podían conseguir en hospitales ubicados en la capital, los cuales, a veces, por poner un ejemplo, no contaban con un banco de sangre a plenitud, de modo que los familiares de los pacientes debían comprar la sangre. Es decir, comprar la sangre de un compatriota que estuviera dispuesto a venderla; comercio al que se dedicaban determinadas personas.

Por otra parte, acudir a la medicina privada era una opción imposible para un gran segmento de la población, empobrecido.

Mas, si vamos a los números, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos vemos que en 1958 existían en Cuba solo 88 hospitales y el 60% de los médicos vivían y trabajaban en La Habana. Entre 1959 y 1969 fueron construidos 128 hospitales y 10 años más tarde existían 13 tipos de nuevos hospitales, en relación con las especialidades requeridas.

En cuanto a las zonas rurales, en 1958 existía un solo hospital en el país. Al finalizar la década de 1960, los hospitales de este tipo ya constituían el 24,8 % del número total del territorio nacional.

En 1958 había en Cuba 52 policlínicos, una cifra que a partir de 1959 fue ascendiendo hasta contar con 389 en 1980, incluidos los rurales; dedicados a la atención médica primaria y que cuentan con un ginecólogo, dentistas, pediatra, epidemiólogo, enfermeras y un médico practicante de servicio.

En los primeros 10 años de la revolución castrista se dispusieron 19.498 nuevas camas de hospitales, que se sumaban a las 25.745 existentes en 1958.

En la primera década del castrismo, desaparecieron la poliomielitis en 1963, la malaria en 1967 y la difteria en 1970.

Tomemos en cuenta, aunque sea una verdad por todos conocida, que los servicios médicos en Cuba, desde 1959, son gratuitos.

Del mencionado informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, fechado en 1983, transcribo el siguiente párrafo:

“El cambio en las causas principales de defunciones [en Cuba] ha sido notable. Antes de 1959, la mayoría de las enfermedades responsables de las defunciones en Cuba eran aquellas que tradicionalmente se han asociado con el subdesarrollo: enfermedades del sistema digestivo, enfermedades en el primer período de la infancia, problemas respiratorios tales como la tuberculosis, etc. En la actualidad, las causas principales de defunción en Cuba son básicamente las mismas que las del mundo desarrollado: anomalías congénitas, lesiones que afectan el sistema nervioso central, diabetes, etc. En otras palabras, las principales causas de defunción han cambiado de enfermedades transmisibles a enfermedades degenerativas.”

En el artículo “Salubridad como instrumento dictatorial”, el autor obvia lo que antes he relatado y se basa, solamente, en la mortalidad infantil, que en Cuba era de 32 por millar en 1958 y actualmente de 5, e infiere el articulista que esta no es una notable consecución del sistema de salud existente en la Isla; definición que respeto, pero no comparto.

De lo que me quejo, por decirlo de alguna manera, es de la omisión que hace el autor del artículo en cuestión, de las situaciones y alcances por mí relatados en las líneas anteriores, que más bien son solo referencias, pues faltarían muchos elementos de corte semejante que agregar.

Sabemos que, como todo, la asistencia médica en Cuba ha ido en caída en las últimas décadas, lo cual, a mi modo de ver, se debe, más que al embargo estadounidense y a la pérdida de las jugosas ayudas económicas que el gobierno recibía de sus pares del desaparecido “campo socialista”, al deterioro moral, al despilfarro, la mala administración, la falta de previsión, el voluntarismo y la descomposición social en general, consecuencia de un régimen político y social inviable, pero que aun así ha logrado mantenerse a cualquier precio, para los demás.

Pero desconocer sus éxitos de ciertas etapas —ya sabemos, éxitos pírricos, se podría decir—, me parece injusto y, sobre todo, comportarse como los detentores de aquel régimen: manipulando la realidad.

Eso es todo.

Saludos.
Félix Luis Viera


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