Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Cumbre, Cuba, Sociedad Civil

Circo de tres pistas en Panamá

Escandalosa conducta de la dictadura cubana en Cumbre de Las Américas

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La Cumbre de Las Américas en Panamá sirve para poner al desnudo, una vez más, la soberbia, intolerancia, desfachatez e inmoralidad de la dictadura cubana.

Lo que para muchos sería una cita trascendental para debatir temas de interés mutuo en el continente, bajo el lema “Prosperidad con equidad. El desafío de la cooperación en las Américas”, para La Habana es un circo pueblerino que, para parecer respetable, monta varias pistas simultáneamente y moviliza a toda la morralla social del continente para sacar a flote el rencor más miserable, el de los idiotas que creen cuestionado su poder, y un evento que pudo ser trascendente terminará siendo sopa aguada.

Al Foro de Rectores, evento paralelo a la Cumbre, asisten trece enviados del régimen. Si casi todos los participantes fueron a hablar de vincular las universidades al desarrollo y la ciencia, estar a la altura de la revolución del conocimiento que vive nuestra época, y fomentar el debate para aprender más y mejor, los heraldos del régimen, ¿qué pudieran decir? Que las universidades en Cuba son para los revolucionarios. O hablar de cientos de miles de graduados universitarios y estudiantes de nivel medio y superior, callando que los profesionales en Cuba trabajando para el Estado ganan menos que un campesino, un maletero del turismo o un cuentapropista.

El mayor escándalo de los foros paralelos es en el de la Sociedad Civil, donde el régimen envió una gigantesca delegación presidida por Abel Prieto, exmiembro del Buró Político del partido comunista, exministro de cultura, y asesor de Raúl Castro, con representantes de instituciones tan independientes como los Comités de Defensa de la Revolución o la Federación de Mujeres Cubanas, que en realidad son, dicho por Vladimir Ilich en la Rusia de los comisarios, no por mí, “poleas de transmisión” del partido comunista. Digan lo que quieran decir y saquen las cuentas que saquen los castristas, sus enviados no representan a nadie, son espurios, porque no han sido libremente electos.

Por alguna razón, los organizadores en Panamá no admitieron a los delegados de la antiobrera Central de Trabajadores de Cuba en ese Foro, y tuvieron que conformarse con ir a gritar a la llamada “Cumbre de los Pueblos”, aquelarre de facinerosos que dicen representar a “los pueblos” sin ganar ni una sencilla elección local en comicios libres. Casi de milagro La Habana no envió a Panamá a oficiales del Departamento de Seguridad del Estado bajo el rótulo de Organización No Gubernamental.

Estaban, a través de sus agentes panameños, que no son pocos. Presionaron tan groseramente en el aeropuerto a opositores, que el gobierno panameño se disculpó con los vejados. Sin ética ni decencia, como personajes de la más baja calaña moral, editaron y distribuyeron panfletos con fotos de los opositores, acusándolos de “mercenarios”. Sicarios ideológicos panameños, no satisfechos con que la tiranía cubana participe en un foro de naciones democráticas, dicen que los opositores pretenden utilizar a Panamá “como plataforma para conspirar y coordinar acciones” contra Cuba y Venezuela, y amenazan abiertamente al gobierno: si no hace lo que ellos exigen “nos veremos en la obligación de hacer respetar nuestro país y así evitar que se use nuestro territorio para conspiraciones y manifestaciones intervencionistas en los asuntos internos de otros países hermanos”. Tal desfachatez podría merecer acciones contra las amenazas.

Hasta un poco después de las seis de la tarde del miércoles, cuando termino de escribir este artículo, las últimas barrabasadas de la delegación de la “sociedad civil” oficialista estuvieron compuestas de pataletas: un mitin de repudio contra opositores en el Centro de Convenciones, como si estuvieran en Cuba y no en una democracia. Trataron de ocupar el salón de prensa del evento, pero no se les permitió. Anunciaron que se retiraban del Foro de la Sociedad Civil para boicotear la inauguración con griterías e idioteces. La estupidez mayor se reflejó al declarar el burócrata vicepresidente de la UNEAC que “La delegación revolucionaria cubana, la verdadera sociedad civil, abandona la sala porque no podemos estar en el mismo espacio donde están los terroristas de una supuesta sociedad civil que no es la nuestra, que está pagada y está manipulada”. Posteriormente, previendo que esta bravuconería no les reportara demasiado, dijo que no descartaban volver al Foro cuando se instalaran las mesas de trabajo. A seguir boicoteando, claro está, aunque eso no lo dijo. Cuando un grupo de opositores asistió al monumento a José Martí en un parque de la capital panameña para depositar una ofrenda floral, escoria que salió de la embajada cubana en Panamá, desde la acera de enfrente, agredió a los opositores con golpes, insultos, y lanzándolos contra automóviles, lesionando a varios de ellos. Los opositores, ¡no los agresores castristas! fueron llevados ante las autoridades, y el gobierno panameño parecía estar analizando la posibilidad de deportar inmediatamente a los opositores agredidos. El final de esto se sabrá posteriormente, pero no estará reflejado en este artículo ¡Bochornoso sentido de la justicia y la democracia por parte de las autoridades panameñas!

Tan poco acostumbrados a opiniones diferentes a las suyas están todos los castristas, tanto los cubanos como los locales, guapetones de barrio, que a la primera ocasión se muestran como los energúmenos son. En el fondo, les corroe el miedo.

Dice un académico cubano radicado en EEUU, cuyas opiniones coinciden o se parecen mucho a las de La Habana, que el interés de “Cuba” es que la Cumbre resulte un éxito. Difícil creerlo, teniendo en cuenta los antecedentes.

Desde antes del plato fuerte, la Cumbre de jefes de Estado y gobierno el viernes y el sábado, las intenciones de Raúl Castro como maestro de ceremonias de la pista principal del circo del siglo 21, Nicolás Maduro como tarugo, payasos como Evo Morales y Daniel Ortega, el tragaespadas Rafael Correa, y las “tarugas” Cristina y Dilma, que entran y salen de la pista, ha sido “ponerle mala” la Cumbre a Obama y a Panamá, “reventar” las actividades paralelas y transformarlas en “mítines de reafirmación revolucionaria” donde se grite mucho y critique más, pero sin resolver un solo problema concreto, porque para construir y crear se requieren enfoques revolucionarios y positivos, y el castrismo y el chavismo son contrarrevolucionarios, reaccionarios, de destrucción y negación.

Quien lo dude, observe una tienda, mercado o cafetería estatal en Cuba, o los estantes de un supermercado en Venezuela, ahora que, con Maduro timonel, casi está llegando al “mar de la felicidad” cubano que prometió el difunto Hugo Chávez. Si Bolivia, Ecuador y Nicaragua no están en similar estado ha sido simplemente porque sus gobernantes, que aspiran a vitalicios, han sido más cautos en los manejos económicos y respetado mucho más la propiedad privada que los Castro, Chávez y Maduro, que han gobernado como señores feudales.

Así que los gobernantes reunidos en la verdadera Cumbre (todos los demás eventos son parte de la escenografía, pero no “cumbres”, ni siquiera borrascosas) tendrán que escuchar a Raúl Castro hablando del “bloqueo”; de que su gobierno sigue en la lista de países que apoyan al terrorismo; de compensaciones que EEUU debe pagar a Cuba por daños provocados por “el bloqueo” en más de cincuenta años; de que le devuelvan la Base Naval de Guantánamo; que no puede recibir créditos; de la culpa del “imperio” porque en Cuba no hay boniato, calabaza o perejil; y de los “mercenarios” que fueron a provocar a los santurrones de la sociedad civil oficialista. Y apoyará incondicionalmente a Venezuela (o sea, a su compinche Nicolás Maduro) frente a los intentos de “agresión”.

Maduro dirá que el imperio sancionó a “Venezuela” sin decir que fue a siete jenízaros corruptos y violadores de derechos humanos; que EEUU quiere asfixiar la economía venezolana, sin decir que EEUU es el único país que paga “cash” y a tiempo por el petróleo que le compra; agradecerá la “solidaridad” del gobierno cubano, sin decir que ese gobierno le da órdenes; y gritará que la culpa de las desgracias de Venezuela la tienen los golpistas, la oligarquía, los fascistas, los guarimberos, los europeos, o los marcianos, nunca los ineptos de su gobierno, comenzando por él mismo. Mostrará millones de firmas, reales o ficticias, para demostrar que “el pueblo venezolano” rechaza a Obama y apoya a su gobierno. Sus pares del continente le apoyarán para parecer independientes, y además “porsia”, no sea que en algún momento ocurra lo mismo a sus políticos corruptos o a ellos mismos.

Evo Morales querrá que le regalen la salida al mar que Bolivia perdió en el siglo 19, sin pretender actuar con sensatez y negociar una solución realista y pragmática del diferendo con Chile por ese tema. Y agregará incongruencias generales defendiendo a “Cuba”, en realidad al castrismo. Daniel Ortega dirá lo que se ocurra, normalmente intrascendente, y quizás mencione el canal interoceánico que quiere construir con capital chino, sin hablar de jugosas “comisiones” que los secuaces disfrutarán.

Rafael Correa hablará de revolución ciudadana en Ecuador, sin mencionar sus manejos para implantar la reelección indefinida, y también saludará el ingreso de “Cuba” en las cumbres, sin tocar al castrismo ni con el pétalo de una rosa. Cristina Fernández reclamará soberanía sobre las islas Malvinas y acusará a varios organismos de querer cobrarle a Argentina una deuda contraída por los malos manejos de su gobierno y el de su difunto esposo, sin decir que no pretende pagarla. Dilma Russeff también agradecerá la presencia masiva de médicos cubanos en el país (sin decir que el régimen, además de esquilmarlos, no quiere que sus familiares estén junto a ellos), y hablará de la Amazonia, olimpiadas de 2016, cambio climático, soya transgénica, etanol, de todo menos de los escándalos de corrupción que la tienen a ella, su gobierno y su partido en el desprestigio.

Los demás gobernantes saludarán la llegada de “Cuba” a las Cumbres, obviando que son eventos para gobiernos democráticos, donde los dictadores no caben por mucho que se fuercen las cosas. Expresarán apoyo a “Cuba” (a Raúl Castro) y “Venezuela” (a Nicolás Maduro) y señalarán a EEUU, con más o menos virulencia, como causa de las tensiones con La Habana y Caracas. En el caso venezolano llamarán a moderación y diálogo, lo que los bandidos en Caracas no pueden ni quieren cumplir, por ser contrario a su naturaleza y a las enseñanzas recibidas en y desde La Habana.

El presidente Barack Obama habrá pensado que la Séptima Cumbre de Las Américas era una buena oportunidad para relanzar la política de EEUU hacia el continente después de la desastrosa herencia recibida de su antecesor. Quizás supuso que América Latina y el Caribe agradecerían su enfoque hacia Raúl Castro y lo apoyarían en las sanciones contra delincuentes venezolanos. Pero lo único que aplaudirían los “duros” del continente es la rendición incondicional de Washington.

Veremos lo que pueda obtener Obama, ahora que las materias primas y el petróleo que exporta el continente tienen precios mucho más bajos que cuando las cumbres anteriores, y el gobierno de Venezuela no puede continuar de mecenas permanente, por lo que América Latina y el Caribe necesitarán más aún de Estados Unidos.

Quizás aprendan de una vez por todas, Obama y sus asesores, que los gobernantes de “Nuestra América” no son precisamente demasiado agradecidos ni demasiado cariñosos cuando se trata del norte revuelto y brutal que los ayuda y los mantiene.


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