Actualizado: 15/04/2024 23:17
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Cuba, Elecciones, Plebiscito

Cómo reconvertir las parlamentarias de enero en un plebiscito

Es el momento adecuado para tratar de obtener el mayor porcentaje de abstencionismo posible en la próxima convocatoria a las urnas en Cuba

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Los números no engañan: el totalitarismo cubano se resquebraja. Si hasta 2006 la participación electoral siempre superaba el 95 % del padrón, a partir de entonces los números han comenzado a retroceder inexorablemente. Así, si en las elecciones municipales de 1997 la participación alcanzó el 97,59 % del padrón electoral, en 2012 solo alcanzó un 94,21 y en 2015 cayó de manera drástica hasta el 88,3 %, para terminar ahora en este histórico 85,94 %[i].

La enseñanza es clara: el mayor acceso a la información a partir de 2012, sea por las mayores posibilidades de viajar, de tener un correo internacional, un teléfono móvil, o por el más fácil acceso a internet, unido a la erosión ideológica que trajo el “acercamiento” a EEUU, han acelerado un proceso que ya avanzaba desde más o menos las elecciones municipales de 2010.

La gente le teme menos al régimen en la Cuba de hoy. Muchos se han cansado de aparentar incondicionalidad al castrismo solo para conservar un empleo, o una carrera universitaria, que en definitiva saben no les sirve, ni les servirá, para mantenerse a sí mismos y a los suyos. Otros, que sobreviven en y de esa amplísima zona que es la de la ilegalidad bajo el castrismo, y que antes temían caer en la mirilla de las autoridades, ya han entendido que el poder de control de estas ha retrocedido mucho más rápido que los mismos porcentajes de participación en las elecciones.

Si alguien duda de que el régimen cubano ha pasado del totalitarismo a un post-totalitarismo en rápida decadencia, y no lo convencen todavía los resultados de participación en estas elecciones, comparados con los dorados y totalitarios años 80, le recordamos la manera burda de la que el castrismo se vio obligado a echar mano para parar a las candidaturas opositoras de Otro18. Lo que en otros tiempos se hubiera solucionado con par de visitas del compañero de la Seguridad del Estado encargado de “atender” a los CDR, con par de discretas llamadas de atención, y con su presencia disimulada en algún rincón durante la asamblea de nominación, ahora solo pudo pararse encarcelando a quienes iban a ser nominados, o mediante el recurso de inventarles causas judiciales mediante las cuales privarlos de sus derechos electorales pasivos.

Es por lo tanto el momento preciso de aprovechar las próximas elecciones parlamentarias para reconvertirlas en un plebiscito. Con dos objetivos: primero, conseguir el mayor porcentaje de abstencionismo posible; segundo, conseguir el menor por ciento de votación válida para los candidatos que las Asambleas Municipales, después de elegir a su vez dentro de una propuesta previa elaborada por las Comisiones de Candidatura, le presenten a la ciudadanía para su aprobación o no el día de las elecciones. En específico de aquellos candidatos que no formen parte de la Asamblea Municipal, ni hayan sido por tanto elegidos en las municipales.

Históricamente, durante el proceso de elecciones generales, la participación en las parlamentarias ha sido de entre uno y cuatro puntos más baja que en las municipales. Así, si ahora se alcanzara un resultado como el de 2012, en que la diferencia alcanzó el 4 %, tendríamos nada menos que un 82 %. O sea, que de cada casi 5 ciudadanos uno se habría abstenido de irse a votar. Todo un logro, si se tiene en cuenta el acoso a que el régimen somete a los remisos.

Mas se puede soñar con un resultado aún mayor. Existe un límite de abstencionismo, pasado el cual el régimen no puede tomar medidas eficaces contra los remisos. Si era fácil, cuando de cada 40 solo 1 no votaba, acosar a ese único abstencionista, ahora ya no sucede igual cuando de cada 7 ciudadanos 1 ha decidido no participar. No se puede acosar a 1 de cada 7 cubanos, y mucho menos a 1 de cada 5 o menos… Este es un punto de que hay que convencer a los votantes, de uno y mil modos, ya que es vital para politizar a las masas ciudadanas: se podrá hasta apresar a quienes promovemos el plebiscito, pero no a cada uno de los ciudadanos que hayan decidido seguir la voz de su conciencia (y de su hombría, porque no es de hombres dejarse mangonear).

No obstante, como nunca se conseguirá que todos se atrevan a no votar, es necesario hacer lo único posible en las elecciones parlamentarias cubanas para manifestar el descontento, si es que se ha decidido asistir al colegio electoral respectivo: no dejar las boletas en blanco, ya que estas son consideradas no válidas, a pesar de expresar el desacuerdo del votante con la propuesta de candidatura completa que se le presenta (una burda trampa), sino solo votar por un candidato, en específico ese único que ya fue electo antes en las elecciones municipales. O lo que es lo mismo: no votar por esos candidatos nacionales que imponen las Comisiones de Candidatura, sino únicamente por el coterráneo que forma parte de la Asamblea Municipal recién elegida por la ciudadanía en el municipio.

Debe llamarse a la ciudadanía a no votar, y en caso de hacerlo, a que solo escoja marcar por aquel que él conoce fue seleccionado de entre los miembros de su Asamblea Municipal. Por último, debe llamarse a la ciudadanía a hacerse presente en el acto de escrutinio, para evitar que algunos se dediquen a marcar las boletas en que solo se haya elegido al candidato de la base.

No llamamos a nada nuevo: ya desde el mismo 1992 se conocía que estas dos acciones eran las únicas que podían servir para manifestar el descontento con el actual sistema político cubano, y sobre todo con su sistema electoral, por lo menos durante las elecciones parlamentarias. Es por ello que este llamamiento a convertir las parlamentarias en un Plebiscito Nacional no puede ser identificado con nadie en particular, y es asunto que todos podemos impulsar con pequeñas acciones. No es asunto de méritos, sino de logros. No se requiere de grandes recursos ni nada por el estilo: los grupos opositores pueden impulsarlo mediante sus medios de propaganda en la comunidad, persona a persona, los disidentes mediante sus escritos o sus intervenciones en los medios, los emigrados mediante la labor entre sus familiares y amigos en la Isla, los ciudadanos particulares instruyendo en lo que debe hacerse a sus personas de confianza…

Tengamos confianza: ya simplemente aumentar el actual nivel de abstencionismo en solo un punto sería un severo golpe para el régimen, que para evitar una profundización todavía mayor deberá comprometerse con unos niveles de represión que a la larga le serán mortales. Por otra parte, si se lograra que los candidatos impuestos, sin validación anterior en las elecciones municipales, alcanzaran porcentajes de entre el 60 o 70 % del voto válido, el éxito sería mayúsculo, ya que tal logro servirá para llamar la atención de la opinión pública internacional a los groseros métodos electorales del castrismo.


[i] No obstante, el porciento de abstencionismo es mayor. Si tenemos en cuenta que en Cuba habitamos 11,1 millones de habitantes, y que según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas el porcentaje de población menor de 16 años, o privado del derecho al vota activo, no excede el 20 % de esa población, entonces deberíamos tener un padrón electoral de 9,1 millones de electores. Según la Comisión Electoral Nacional esa cifra es sin embargo bastante menor: de 8,8 millones. Lo cierto es que en Cuba hay aproximadamente unos 200 000 ciudadanos que o no tenemos un domicilio fijo, o que al no pertenecer al CDR, y no haber votado desde hace mucho, se nos ha borrado de los registros. Yo mismo puedo dar fe, ya que desde 2005 no aparezco en ninguno.


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