Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Cuba en el limbo

¿Van dirigidos los discursos de Raúl Castro a crear una 'identidad afable' que nadie le conoció en el pasado?

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La 'crítica sin temores'

El llamado realizado por el número dos del Partido a practicar la crítica sin temores y no aceptar justificaciones ante errores o deficiencias administrativas, tanto en el Congreso de la FEU como en la Asamblea Nacional, ni es nuevo, ni ha variado sustantivamente en comparación con otros hechos años atrás por Fidel Castro y por el propio Raúl. Cabe recordar que fue desde el despacho del segundo secretario que, previo al IV Congreso del PCC, se convocó mediante un llamamiento nacional a ejercer la crítica y emitir opiniones sobre lo que andaba mal en el sistema, para después silenciar los criterios vertidos y a los ciudadanos que los emitieron.

Diferente hubiera sido haber otorgado el derecho a los miembros de las comisiones de trabajo de la Asamblea a criticar, directa y libremente —aunque fuese en sesión cerrada—, a los representantes de los distintos ministerios, haber creado las condiciones necesarias para ejercer el voto libre de los delegados sobre los informes de los ministros, y hacer público el resultado del debate en el momento en que tenía lugar, o sin cortes ni ediciones para la transmisión diferida en la televisión.

El 'diálogo' propuesto a EE UU

Las dos invitaciones a dialogar con Washington han sido novedosas, si se les compara con las intervenciones del Comandante relacionadas con Estados Unidos en los últimos años; pero han resultado infructuosas. El poder ejecutivo de EE UU se negó a dialogar con el sucesor de Castro y, al mismo tiempo, fue éste quien no recibió en los días siguientes a la mayor delegación de congresistas norteamericanos que haya visitado la Isla, desaprovechando la circunstancia de que era una misión bipartidista y que un Congreso con mayoría demócrata iniciaría en enero sus sesiones.

No se conoce de otros canales que Raúl Castro pudiere haber utilizado para enviar señales de querer entenderse con Washington o con sectores del establishment. Es quizás esta la expresión más evidente del control que sobre las decisiones clave del gobierno todavía ejerce Fidel Castro, si es que los dos llamados a dialogar fueron una iniciativa sincera del propio Raúl, y no un divertimento político para ganar tiempo mientras Fidel Castro se debate en su complicada convalecencia quirúrgica.

Mientras tanto, el tiempo pasa y los problemas que agobian al país continúan acumulándose, con lo cual se acrecientan los malestares de la población, más la posibilidad de una transición —ya no tan tranquila— con un Raúl Castro y su grupo de dirigentes históricos, próximo a llegar a límites de canas y cansancio.

De existir una real dirección colegiada en Cuba —léase un conjunto de individuos que basados en una institucionalidad toman decisiones colectivamente—, y no un conjunto de dirigentes bajo el mando de los Castro, alguna indicación de cambio habría recibido la población cubana. Alguna medida inteligente se hubiese tomado ya para preparar el país y sus relaciones exteriores para la inevitable era postcastrista.

Porque no todos en la cúpula del poder opinan igual, y son varios los que han pospuesto por años sus pensamientos más íntimos en aras de la supervivencia política, en un país que tiene leyes sobre "propaganda enemiga" y sobre "desacato", que tendrían que ser removidas antes de que los dirigentes o el pueblo se pudieran expresar sin temor. Otra cosa sería suicida.

Las direcciones colegiadas suponen reglas de juego claras y garantías para quienes participan en ellas. Esa es una de las razones por las que nunca han sido del agrado de Fidel Castro. La dirección colegiada del Movimiento 26 de Julio fue hecha trizas bajo su mandato, cuando todavía se luchaba contra Batista, tan pronto tuvo la oportunidad de deshacerse de ella; y de las decisiones partidarias prescindió, o las ignoró siempre que pudo.

En cuanto a Raúl Castro, más allá de sus muy cuidadosos discursos —dirigidos, entre otras cosas, a formarse una identidad afable que nadie le conoció en el pasado—, todavía tiene pendiente la crucial asignatura de demostrar su apego a la institucionalidad vigente en la actual Cuba socialista, su real vocación por facilitar discusiones y decisiones que el Partido Comunista debe adoptar sin más dilaciones, y su real interés por gobernar —en lugar de ejercer funciones de administrador del continuismo— para sacar al país del limbo en que se encuentra.


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