Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cultura

Cultura e intelectualidad cubana, a 50 años de “Palabras a los intelectuales”

Estaría más a tono en estos tiempos elaborar una Nueva Política Cultural que sacar del cajón palabras prohibitivas

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Por estos días, cuando se insiste en la necesidad de un cambio de mentalidad para resolver nuestros acuciantes problemas, y se habla de lo poco atractiva, certera y competente que es nuestra prensa, algunos medios nacionales se apuran en mostrar síntomas de trasformación. La Mesa Redonda Informativa nos sorprende con un inusual desfile de ministros. Entre ellos los principales de Educación, Educación Superior y finalmente el Ministro de Cultura.

A menos de un mes de haberse realizado el Séptimo Congreso del Sindicato Nacional de este ramo (20 de octubre) en el que participaron 250 delegados[1], los debates sobre esta área continúan en la Isla. El Congreso se encargó de aclarar que “en el proceso de disponibilidad no se va a tocar ningún artista o persona vinculada directamente con el hecho cultural”[2] y que se seguirá protegiendo de forma especial los trabajadores asalariados del sector artístico (gremio al que pertenecen 117 000 contratados[3]).

El Congreso concluyó sin hendeduras en la unidad del binomio aparato ideológico partidista/ sistema cultural. Se asumirán por tanto las recomendaciones que fueron dictadas por el PCC, en resumen:

  • Consolidar la política cultural establecida en Palabras a los intelectuales.
  • Desarrollar proyectos con la venia de las instituciones para la cultura existentes y que no distorsionen la línea cultural de la Revolución.

Varios sectores de la población reclaman aproximar, en calidad y número, las propuestas culturales de las provincias y municipios a las de la capital. Se preocupan por la difusión de productos musicales con bajo nivel intelectual y las dificultades para acceder al título de profesional en las artes. Hay también quejas relacionadas con los precios elevados de los centros recreativos y la pérdida o deterioro de festividades como parrandas y carnavales, en detrimento de nuestra identidad nacional.

Mientras, la mencionada Mesa Redonda, se limitó a describir los logros alcanzados y delinear las principales preocupaciones del Ministerio de Cultura, entre las que se destacan la formación de cuadros mejor preparados culturalmente para comunicarse con los creadores y hacer más con menos. Las acotaciones que se realizaron sobre la formación artística, nos hablan de un ajuste de las matrículas, de formar solo los artistas que se necesiten y optimizar el número de instalaciones para estos fines.

La patente superficialidad de las declaraciones en este medio del ministro y los presidentes de varias entidades como el Instituto cubano de la Música y el Instituto Cubano del Libro, y la evasión de problemáticas en el mundo intelectual y artístico que no se relacionan explícitamente con carencias económicas nos llevan directamente a pensar en Palabras a los intelectuales y el papel protagónico que adquirirá en los próximos meses, cuando la Primera Conferencia Nacional del Partido la convierta en política a seguir.

Después de 50 años del mensaje trasmitido en la Biblioteca Nacional, algunos tratan de lustrar la reputación de Fidel Castro y aseveran que con sus palabras lo que pretendía era mantener abierto el diálogo entre los revolucionarios y los intelectuales[4]. Muchos otros prefieren recordar el momento como el visto bueno a la implementación del socialismo real y el comienzo de una ola de censuras, persecuciones, amenazas y autoinculpaciones.

Más allá de esto, suponer que el efecto de Palabras… se extinguió en algún momento de la década de los 70 o que es oportuno convocar aquel mensaje y utilizarlo como un instrumento por estos días, resultan pensamientos ingenuos.

El miedo que presentía Virgilio no ha dejado de echar raíces en la esfera intelectual, muy de la mano del oportunismo. El mundo cultural cubano es más que estadísticas sobre orquestas enviadas al Oriente o cuánto el Estado subsidia los libros para la Feria Internacional. Dentro de este no han dejado de desarrollarse batallas, unos dictan conferencias sobre los escritores cubanos sepultados en el “quinquenio gris” o desarrollan ensayos sobre la labor de G. Caín* y otros se dedican a la censura, a falta de PM, ahora tenemos los Cortos de Nicanor.

En Cuba un programa rescató la labor de Pavón y acto seguido se desencadenó una guerra de e-mails, en franca acción de repudio ante acciones que fueron funestas para la intelectualidad (2007).Tampoco han faltado cartas de artistas como Luis Alberto García cuestionando posiciones pronunciadas en el Órgano Oficial del PCC (2009). Aunque la expresión problemas ideológicos ha quedado en desuso, el principal centro para la educación artística en el país (ISA), sigue siendo solamente para los revolucionarios. Da fe de ello la violenta expulsión del estudiante Henry Constantín por tener un blog que describía sus experiencias de viajes por Cuba y en el que se hizo eco de enfrentamientos entre opositores y policías. Es bastante probable que los que despojaron a Pedro Pablo Oliva de sus cargos el Poder Popular, esgrimieran a escondidas que este excelente artista servía de forma consciente o inconsciente al enemigo. La movilización de los alumnos del Instituto Superior de Arte reclamando mejores condiciones como raciones adecuadas de comida y acceso fácil al agua, tampoco habla muy bien de como el Estado se encarga de la enseñanza artística. Los estudiantes reclamaban también la asistencia de Abel Prieto, pero este nunca se personó.

El Ministerio de Cultura que no da la cara a los profesionales que forma y no ha solucionado la marginación, por poner un ejemplo, de géneros musicales como el rap y el rock; prefiere callar. Prefiere esconderse y legitimar las políticas partidistas antes de ventilar los problemas que dentro de la intelectualidad y el arte se viven en el país. Cuando se enfrentan a una acusación por robo de un evento como lo fue el Festival de Música Electrónica “Rotilla”, eligen justificar Palabras a los intelectuales, que además de un retroceso histórico es desconocer las consecuencias nefandas que tuvo, y que pueden sin dudas repetirse.

Estaría más a tono en estos tiempos elaborar una Nueva Política Cultural que sacar del cajón palabras prohibitivas. Solo que impulsar a un verdadero cambio de mentalidad en este terreno sería demasiado peligroso, es mucho más cómodo seguir utilizando viejas banderas.



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