Actualizado: 28/03/2024 20:07
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De absurdos y prohibiciones

¿Supondrá la 'libertad' de escoger farmacia el fin de la crisis de las aspirinas? ¿Es Cuba un país condenado al disparate perpetuo?

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Antes de cambiar el diseño de una página web, los expertos en periodismo digital aconsejan realizar una "medición". El antes y el después sirven para valorar resultados y expectativas, sobre todo si la situación inicial es mala en extremo.

Esto es justamente lo que intenta hacer Raúl Castro, salvando las distancias, con el anuncio e implementación de lo que agencias y corresponsales llaman "reformas" del sistema. La medición inicial es tan catastrófica y el punto muerto en que el general ha recibido el país de manos de su hermano (y de las suyas) supera tanto cualquier descripción, que toda nimiedad de la nueva hoja de ruta alcanza titulares de sonrojo en la prensa internacional.

El más reciente de los anuncios, presentado por Reuters como "exclusiva", trata de un par de dependientas y una jubilada que informan sobre la "facilitación" de la venta de medicamentos; esto es, los ciudadanos podrán adquirir las medicinas en cualquier farmacia, y no sólo en la asignada. Pero, ¿por qué un asunto como éste se convierte en objeto noticiable? ¿Será porque el país vive un coma tan profundo, que la publicación de tales "cambios" revela, inmejorablemente, la idiotez con que el totalitarismo ha gestionado las últimas cinco décadas?

En cualquier caso, las disposiciones iniciales del raulismo para "eliminar prohibiciones absurdas" vienen a aliviar algunas paradojas —pero sólo las más clamorosas—, sin rozar en lo más mínimo las prohibiciones básicas del sistema.

Ahora, los ciudadanos solamente pueden adquirir medicamentos en una farmacia determinada. El entuerto burocrático pone en riesgo a los enfermos, incluso si en otro sitio existe el producto. La reconsideración vale para ilustrar un absurdo al cuadrado, pero la "solución" avisada no transforma la intríngulis del problema. ¿Es esto lo máximo que cabe esperarse del nuevo gobernante?

La medida tampoco da cuenta, en primera instancia, del escandaloso negocio de las farmacias en dólares para turistas extranjeros, en las cuales un cubano no puede poner un pie. ¿Continúan o no las prohibiciones?

Nuevos calvarios

El ejemplo de los medicamentos ilustra a la perfección el andamiaje de la nueva era política. El cambio de reglamento interno sobre el destino geográfico de una receta no modifica un ápice el problema de fondo: la escasez crónica. Y las medidas de Raúl no van encaminadas, salvo que se demuestre lo contrario, a remediar el desabastecimiento con las únicas fórmulas viables: descentralización, iniciativa privada e inversión extranjera.

Si no se permite a los ciudadanos instalar una farmacia, distribuir e importar medicamentos o invertir en su fabricación (aunque en un sector tan sensible las reglas generales las fije necesariamente el Estado), la pretendida reforma será tan sólo una fina tira de esparadrapo encima de un cráter.

El incremento de la producción, que es en definitiva el lío monumental, no es consustancial a la reorganización disciplinaria de un Estado paternalista e improductivo como el cubano (lo que Raúl dice querer solventar), pero sí a la organización misma del Estado (apenas mencionada por él).

Después de medir el pasado-presente, para justipreciar mejor el presente-futuro —como sugieren los expertos de la web—, cualquiera diría que se han relajado algunas situaciones irracionales; pero esto no es más que una ilusión óptica. Las dictaduras respiran amparadas en un cuerpo reglamentario ilógico, en obligatoriedades y proscripciones; aunque estas aparezcan menos o más trasvestidas , según qué fase. Entre las opciones de Raúl no figura el suicidio. Y como en todo régimen conservador que se precie, hablar de eutanasia es profundamente sacrílego.

En Cuba, lo que a veces parece un avance, termina convirtiéndose en un nuevo calvario. La sustitución, que no eliminación, del "visado de entrada" para residentes en el exterior por un sistema de "habilitación" del pasaporte, supuso un absurdo burocrático menos para algunos "elegidos"; y, al mismo tiempo, multiplicó por dos el precio del documento de viaje. En seis años, período máximo de validez, solicitar y mantener un pasaporte cubano cuesta casi 400 euros. Un pasaporte español, 16; uno americano, gratis la primera vez y alrededor de 50 dólares la renovación.

¿Qué nueva sorpresa financiera traerá la presunta eliminación del permiso de salida de la Isla? ¿Cuánto tendrá que desembolsar una jinetera para entrar a un hotel? ¿A quién beneficia la venta de computadoras y DVD a precios de boutique? ¿Supondrá la "libertad" de escoger farmacia el fin de la crisis de las aspirinas? ¿Es Cuba un país condenado al absurdo perpetuo?


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