cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

Opinión

Dejar los extremos

Lo que Cuba necesita es una política de centro saludable, porque las barricadas ejercen el mismo efecto que un tranquilizante.

Enviar Imprimir

Poner a Washington en su justo sitio

Los exiliados han aprendido que su lobby en Washington garantiza más dividendos políticos que el bombardeo de misiones diplomáticas cubanas o el asesinato de compatriotas exiliados que se oponen al embargo. Poco a poco han ido comprendiendo que ha resultado de una mayor eficacia seguir los pasos de la valiente oposición de la Isla.

Desafortunadamente, aún no hemos aprendido a poner a Washington en su justo sitio. Los gobiernos de Cuba y Estados Unidos nunca han tenido unas relaciones normales. A finales de la década del cuarenta, la administración de Carlos Prío comenzó a cimentar la fundación de unas relaciones mejor balanceadas, pero el golpe de Estado de Fulgencio Batista abortó esos esfuerzos, y precisamente por ello estamos donde estamos hoy. Esperar que se normalicen las relaciones mientras Castro vocifera sin freno, es ilusorio.

Una vez que ya nadie pueda escucharlo comenzará un juego totalmente diferente. Aun antes de que una Cuba democrática esté despuntando, la comunidad de exiliados tendrá una buena parte de la responsabilidad para hacer que las relaciones entre los dos países se normalicen o, por lo menos, exista una política que se mueva en esa dirección.

Poner a Washington en su sitio significa que los cubanos —de aquí y de allá— tienen que tomar la iniciativa de educar al gobierno de Estados Unidos para que sea capaz de mantener una distancia respetuosa que, sin dejar de tener unas relaciones amistosas, será lo que sirva mejor a nuestros intereses.

Los cubanos de la Isla están exhaustos. En contraste con lo sucedido a finales de los años cincuenta, los cubanos de hoy no sueñan conjunta y unánimemente con un futuro mejor compartido por todos los compatriotas. Tenemos un ego demasiado grande como pueblo. Los cubanos se refieren a Cuba en términos mucho más elevados que los que la Isla ha merecido jamás.

Todavía no nos hemos propuesto construir una visión que parta desde los cimientos hundidos en la tierra misma y de ahí hacia arriba; que la palabra Cuba pueda ser escrita en minúsculas. Tengo la esperanza de que sea posible producir una clase política dirigente que llegue a tener éxito exaltando y atendiendo a los aspectos más cotidianos y comunes de nuestras vidas.

Para llegar a eso, debemos estar preparados para, en caso que suceda lo que no habíamos previsto, pase lo que pase, lograr comprometernos a partir de lo que exija la situación. Hay que saber dialogar, escuchar y comprometerse para alcanzar lo que sea posible, y al mismo tiempo no perder de vista ni un instante de que en Cuba haya ante todo una democracia.

A lo largo de ese camino, estoy en la mejor disposición de brindar charlas y conferencias a audiencias de jóvenes profesionales cubanos y cubanoamericanos —de aquí y de allá—, quienes en conjunto pueden hacer infinitamente mucho para lograr una Cuba mejor.


« Anterior12Siguiente »