Derechos humanos, prioridades y agendas políticas
Las diferentes agendas no deberían generar rupturas políticas si existe transparencia y las mismas mantienen anclaje profundo en las libertades fundamentales
Los dinámicas sociales no evolucionan en forma lineal, una vez que se disparan son tan impredecibles que terminan en asombro de muchos. Es ahí donde se manifiesta la correlación entre lo prolongado de los procesos totalitarios y su desmoronamiento o mutación. A medida que el tiempo sea escaso y la premura del régimen se instaure los movimientos inciertos aumentarán. De lo que ocurra en esos momentos dependerán en gran medida los próximos 20 o 30 años de nuestra nación.
En fechas recientes es notable la intensa embestida de aliados y admiradores del castrismo para intentar salvar a la vieja élite y herederos. La batalla llega a organismos internacionales, instituciones regionales, medios de prensa como The New York Times, el mundo académico y otros foros. La idea es vender que solo el castrismo puede conducir a una transición segura en Cuba.
Mientras tanto la sociedad cubana continúa en plena estampida, el término tráfico humano no se menciona pese al establecimiento de un corredor de personas que otorga magníficos dividendos a quienes lo controlan. Por un lado, grupos del crimen organizado en México, por otro, autoridades que se hacen de la “vista gorda”.
No resultan evidentes las dinámicas que han cambiado en apenas dos años en la Isla. La interacción entre actores internos y externos propicia también que la realpolitik entre en acción. En el panorama opositor se perfilan varias agendas, algunas explícitas, otras no. Conflictos ocurridos recientemente como el de UNPACU y las Damas de Blanco resultan difíciles de entender en su totalidad ¿Qué los provoca? ¿Qué intereses los sostienen? La unidad concebida a la vieja usanza es una ficción, la posibilidad de convergencias parece un objetivo más realizable. Construir acuerdos es tema prioritario, pero la falta de claridad, de confianza entre los actores políticos y la tendencia de no hablar “a calzón quitado”, son elementos lastrantes.
Las diferentes agendas no deberían generar rupturas políticas si existe transparencia y las mismas mantienen anclaje profundo en las libertades fundamentales, premisas que no son negociables. Sin embargo es fundamental, tanto para actores internos como externos, que fijemos y asumamos públicamente los elementos esenciales de nuestras propuestas. Con ese gesto de honestidad, comenzaremos a mostrar madurez y compromiso político.
Es importante recordar que ya en 2010 apareció la “Carta de ciudadanos cubanos a congresistas norteamericanos”, pidiendo el relajamiento de las restricciones de viaje sin fijar condiciones previas. Esta misiva fue firmada por un grupo de activistas en Cuba con la notable ausencia de líderes como Oswaldo Payá o Laura Pollán, entre otros. En el presente, no han sido igualmente visibles los que desde la oposición apoyan el sostenido cabildeo para relajar o eliminar las sanciones contra el régimen castrista, sin pasos concretos y medibles en el respeto de los DDHH. Un caso que recientemente llamó la atención fue la campaña antiembargo organizada por el grupo Cubanow usando la imagen de Yoani Sánchez, sin que existiera un pronunciamiento público de la bloguera respecto a este tema.
Las tentaciones de algunos actores políticos de entrar en un diálogo con el régimen y defender una reconciliación cuasi incondicional pueden ser muchas. Algunos opositores como es el caso de Dagoberto Valdés defienden esta tesis. Sin embargo es preciso indicar que sin una amplia base social que ejerza una presión sostenida sobre la vieja elite y sus aliados será muy difícil que avancemos en la dirección de cambios políticos. Venezuela, donde el régimen cubano ya mostró sus cartas, es un buen ejemplo. Usaron a quienes decidieron dialogar para acallar y debilitar al movimiento estudiantil y, una vez controlado este, terminaron por ahogar el supuesto diálogo.
El escenario cubano puede volverse aun más complicado, los pasos en falso crearían las condiciones para colocarnos en el camino de un Estado fallido, y ya no solo tendríamos un desastre económico y social bajo un férreo control político, adicionaríamos altos niveles de inseguridad y establecimiento de organizaciones criminales. El embargo, así como cualquier sanción internacional, debe ser una herramienta de presión para que el régimen acepte medidas de fondo que eviten la triste experiencia de muchas repúblicas excomunistas que transitan por esos rumbos. ¿Porqué repetir los mismos errores?
Nos enfrentamos a un régimen en conteo regresivo pero con capacidad de trasmutar. No es momento de regalar nada a los opresores que tratan con desprecio a sus ciudadanos. Nos tocan nuestros derechos fundamentales, esa idea tan simple pero tan poderosa no debe ser opacada por ningún otro argumento o supuesta estrategia. No ofrecen confianza quienes se conforman con menos o desean “dialogar” por menos. Políticamente la puerta no debe cerrarse pero tampoco abrirse al punto de convertirnos en una oposición leal.
Que todos los cubanos, dentro o fuera de la Isla, puedan ejercitar plenamente sus derechos fundamentales. Que se adquiera un compromiso firme con el respeto a nuestras libertades ratificando e implementando los pactos de DDHH de la ONU. Solo entonces estaremos hablando de reformas verdaderas.
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