Actualizado: 23/04/2024 20:43
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¿Desunidos y pagados?

La unidad y el financiamiento de la oposición interna, temas favoritos de la prensa extranjera y el gobierno.

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A la vez, este sustento sirve al gobierno cubano para demonizar a los opositores e incluir en el mismo saco, bajo el rótulo de "traidores", tanto a los más cercanos a la Oficina de Intereses de EE UU en La Habana, como a los que no tienen ningún vínculo con ésta ni con los planes ideados para la Isla por el gobierno estadounidense.

Así, mientras algunos grupos aprueban complacidos las "soluciones" que se refrendan por una política a todas luces de injerencia e irrespetuosa, otros apuestan por programas que refuerzan la soberanía nacional como elemento irrenunciable y base de cualquier transición en Cuba.

El tema de la viabilidad de algunas propuestas, por ejemplo, las que aspiran a transformaciones económicas, al establecimiento de una nueva Constitución o la celebración de elecciones, requiere de un análisis más profundo y objetivo de la realidad. Que se necesitan todas estas cuestiones, es innegable; pero también que los cambios han de ser graduales.

Posiblemente, es más viable la introducción de reformas que reanimen la economía interna y otorguen participación a los ciudadanos para, paulatinamente, ganar espacios de intervención cívica. Lo primero que necesita la población es independizarse del control absoluto que ejerce el Estado, del falso paternalismo que crea la ilusión de protección y seguridad social que, pese a haber perdido credibilidad en los últimos años, todavía ata e inmoviliza a la población.

La sujeción del ciudadano a las "dádivas" del socialismo de Estado es una de las cartas de triunfo del régimen y ha llevado a la nación a la situación de pobreza generalizada que hoy exhibe.

Las transformaciones que necesita la Constitución son harina de otro costal. Una Constitución no es un programa, es el reflejo de los avances alcanzados por una sociedad determinada, refrendados en leyes. Resulta contradictorio que, por un lado, la opinión pública se cuestione el tema de la "unidad" de la disidencia cubana, mientras por otro, algunos apoyan la propuesta de lanzar una nueva Constitución en una Cuba donde la gente ha perdido las más elementales nociones de lo que es el derecho. ¿Hay algo que recabe más unión y consenso que una Constitución?

Si hasta hoy la oposición no ha logrado una concertación capaz de sentarse a dialogar sobre sus coincidencias y disensos, ¿estaremos en estos momentos en condiciones de fundar una Asamblea Constituyente capaz de refrendar los derechos y aspiraciones de todos los cubanos? Porque lo que sí resulta inaceptable es que un sector de la oposición ponga delante de cualquier cubano una Constitución, ya redactada y completa, para que el individuo se limite a sancionarla con su voto a favor, sólo por el hecho de que el país necesita cambios.