Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Diferendo y democratización

El fracaso de la política de EE UU y la imposibilidad de los gobernantes cubanos de conservar el poder sin hacer cambios, condicionan una nueva realidad.

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Hasta ahora el escenario se puede simplificar más o menos de la siguiente forma: Washington exige, entre otras cosas, la liberación incondicional de todos los prisioneros políticos y de conciencia, el reconocimiento de la oposición y elecciones libres; mientras La Habana demanda, entre otras, la suspensión del embargo, el cese de acciones hostiles y la devolución del territorio ocupado por la base naval de Guantánamo. Son las mismas demandas de siempre, pero en un escenario diferente por la sucesión gubernamental.

El fracaso de la política de fuerza norteamericana y la imposibilidad de los gobernantes cubanos de conservar el poder sin proceder a los cambios, condicionan una nueva realidad, ante la cual La Habana debería dar claras señales de racionalidad para hacer posible una transición ordenada, con pleno apoyo internacional y capaz de preservar tanto algunos logros como determinados intereses.

El punto de partida

En una entrevista realizada por el diario Granma el pasado 18 de agosto, Raúl Castro expresó: "siempre hemos estado dispuestos a normalizar las relaciones en un plano de igualdad". Mientras, el Secretario de Estado adjunto para el Hemisferio Occidental, Thomas Shannon, alegó que el gobierno de Estados Unidos está dispuesto a considerar un levantamiento del embargo si el gobierno de la Isla lleva a cabo reformas democráticas, y agregó que el levantamiento de las sanciones dependía de que el régimen de Fidel Castro acordara liberar a los presos políticos, mostrar respeto por los derechos humanos y llevar a cabo elecciones democráticas multipartidarias.

Ambos planteamientos, aunque a primera vista parezcan más de lo mismo, podrían ser el punto de partida para iniciar la negociación del diferendo.

Para el posible despegue sería de gran utilidad reducir inicialmente la demanda de cada parte a mínimos. Por ejemplo, la parte cubana podría comenzar a liberar gradualmente a los presos políticos y de conciencia. Estados Unidos podría responder con una declaración de no-agresión y/o con algunas medidas liberatorias respecto al embargo, o con una suspensión temporal del mismo.

Pasos en esa dirección crearían un clima favorable y eliminarían todo argumento para la represión contra las actividades de la oposición y de los grupos de derechos humanos. De ese escenario podrían surgir otras medidas para la liberación de la economía y de otros ámbitos de la sociedad. En ese clima de distensión, los pretextos esgrimidos para el inmovilismo perderían todo sentido; la sociedad civil cubana emergería gradualmente como sujeto activo sin ningún otro sujeto externo que defina lo que los cubanos pueden, deben y tienen que definir; y las contradicciones internas ocuparían nuevamente su papel como fuente del desarrollo de la sociedad.


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