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Disidencia, melancolía y esperanza

Algo anda mal cuando del cielo opositor caen sobre la bandeja de Castro los motivos que éste acostumbra a esgrimir para la coerción.

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En "La intención es un triunfo" ( Encuentro en la Red, mayo 20, 2005), Oscar Peña resumió el escepticismo que concitaba la Asamblea para Promover la Sociedad Civil (APSC): Castro "no va a permitir una cumbre disidente. Es mucho su temor". También Jorge Pomar escribió: "se da por descontado que el gobierno [castrista] impedirá por todos los medios la Reunión General [adonde], para su comprensible terror, asistirían [hasta] personalidades de rango mundial" ("Peligros y oportunidades (I)", Encuentro en la Red, mayo 16, 2005).

Al parecer no era tanto, ni comprensible, el temor de quien tiene la sartén política cubana cogida por el mango de la fuerza. Los silogismos de Peña y Pomar se despeñaron por la cuneta del desconcierto, porque no repasaron la historia en el sentido del filósofo alemán Walter Benjamin: "adueñarse del recuerdo tal como relampaguea en un instante de peligro".

Historia y estilo

El 16 de mayo de 2002, los líderes de la disidencia interna se reunieron en tandas separadas (a favor y contra el Proyecto Varela), bajo la protección de la policía de Castro, con el ex presidente norteamericano Jimmy Carter. El surrealismo político cubano aguantaría que, para el año siguiente, la misma policía arremetiera contra opositores pacíficos que habían participado en el encuentro con Carter, así como en contra de otros que venían actuando abiertamente mucho antes de la insólita reunión.

Quizás Castro se abstiene de reprimir cuando él mismo piensa que costará más que tolerar. Su realismo político permitió ya que los obispos cubanos divulgaran la carta pastoral El amor todo lo espera (1993). Cualesquiera otros ciudadanos hubieran dado con sus huesos en la cárcel por delito de propaganda enemiga.

En la Isla hay que echar de menos las expectativas fundadas de comportamiento del Estado, es decir: el Estado de Derecho. Muchos cumplen largas condenas por actos de poca monta en comparación con la APSC. El Código Penal (1986) prescribe que el jefe municipal de la policía vele por que los beneficiarios de licencia extrapenal mantengan "buena conducta". De lo contrario, vuelven a la cárcel.

Este resorte jurídico no se dispara contra Martha Beatriz Roque, pese a su continua tesitura antigubernamental. Sin embargo, Castro ha encarcelado de nuevo a René Gómez Manzano, y Félix Bonne Carcacés arrostra la expropiación de su vergel, que sirvió de escenario a la APSC, por insuficiente "nivel de explotación de la tierra".

Crisis de la alta cultura

No podía ser menos en un país donde se ha expropiado hasta un "camión tipo plancha marca Ford de 1954" por razones de "utilidad pública e interés social" (Resolución 71 del ministro de Transporte, septiembre 27 de 1989). Aun la pimpante Ley 88 (1999) intriga por su "principio de oportunidad": al arbitrio del régimen castrista queda perseguir o no a los culpables, que se tachan indefectiblemente de guardar filiación mercenaria con la superpotencia extranjera y perpetrar actos contra la seguridad del Estado.


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