Doctora, infórmese
Réplica de la periodista Dora Amador al artículo Los ataques al Cardenal. Drama en cuatro actos, de la profesora María Isabel Alfonso. El artículo de Amador, El Cardenal y el huelguista, fue publicado el 21 de abril, antes de la reunión de Raúl Castro con la jerarquía católica
La doctora en filosofía y profesora del Departamento de Lenguas Modernas del St. Joseph’s College de Nueva York, María Isabel Alfonso, ha escrito un artículo titulado Los ataques al Cardenal. Drama en cuatro actos, publicado por Cubaencuentro el 4 de junio de 2010 en el que censura uno mío titulado El cardenal y el huelguista, publicado aquí, en Palabra, el 21 de abril de 2010. Voy a responderle a Alfonso, porque lo que escribió está lleno de juicios falsos.
El primer error de la autora está en el primer párrafo, en el que dice que yo soy “conductora del programa radial ‘Radio República’, voz del Directorio Democrático Cubano”. Radio República se llama la estación que transmite en onda corta para Cuba magníficos programas diarios, el que yo conduzco se llama “Palabra”. Radio República, voz del Directorio Democrático Cubano, que tanto critica Alfonso, es una organización que tiene como objetivo alcanzar la democracia en Cuba mediante la lucha cívica no violenta. Me honra y satisface mucho colaborar con el Directorio como editora de algunas de sus publicaciones que se envían a Cuba y como conductora del programa radial "Palabra".
El segundo error de María Isabel Alfonso es decir que me fui para Cuba para hacerme monja, y cito: “de las Misioneras del Sagrado Corazón. A los tres años de vida conventual habanera, regresa a Miami —por razones no del todo explícitas— en condición de laica. Ahora en el 2010, trae intriga y violencia verbal a este drama”. Alfonso se refiere al “drama” que ha generado la reunión del cardenal Jaime Ortega Alamino con Raúl Castro. La congregación religiosa se llama Sociedad del Sagrado Corazón, no Misioneras del Sagrado Corazón. Alfonso me menciona mucho en su artículo, pero pocas veces con mi nombre, se refiere a mí como “la ex novicia”. Esto no es un error, es una verdad, pero al pasar por su mente y su teclado se ensucia, porque la intención es de burla. Le quiero aclarar aquí a la mal intencionada profesora que fui muy feliz en mi "vida conventual", fue un tiempo de formación y crecimiento espiritual y religioso que atesoro. Pero Dios no quiso que yo fuera monja, sino laica entregada a mi verdadera vocación, periodista católica en un mundo por un lado altamante secularizado y nihilista y por el otro de un peligroso fundamentalismo religioso.
Yo nunca estuve en Cuba porque el régimen totalitario no me otorgó el permiso de entrada a mi país. Hice el postulantado, que es como se llama el período en el cual una persona vive dentro de una congregación —de 6 meses a un año— para comprobar si su deseo de pertenecer a ella se confirma por la experiencia. Si ambas partes, la congregación y la postulante, creen que se ha confirmado, se da el próximo paso, que es entrar al noviciado.
El postulantado lo hice en Puerto Rico, pero el noviciado, que se suponía que lo hiciera en Cuba, lo tuve que hacer en Chile, primero porque Puerto Rico no tiene noviciado y segundo porque Cuba no me acababa de dar el permiso de entrada al país, aunque Carmen Comella, provincial (religioso/a que tiene el gobierno y superioridad sobre todas las casas y conventos de una provincia, en este caso Cuba) lo había solicitado numerosas veces, por varias vías, incluyendo la Nunciatura durante más de un año. El noviciado es el tiempo —usualmente dos años—, en el que la novicia discierne si en verdad tiene vocación de religiosa. La vida comunitaria, de oración y apostólica son los tres pilares de la vida consagrada. Si ella y la comunidad, por medio de la experiencia compartida y evaluaciones periódicas, están de acuerdo en que existe en ella esa vocación se procede a profesar, que es cuando la novicia, en una celebración pública solemne, centrada en la Santa Misa, se compromete a cumplir los votos de obediencia, castidad y pobreza. Yo no profesé.
¿Por qué? Porque a finales de noviembre del año 2000 se me informó oficialmente que Cuba me negaba el permiso de entrada. Caridad Diego, la encargada de Asuntos Religiosos del Partido Comunista de Cuba no me lo otorgó, aunque la nueva provincial cubana, Cristina Colás, había ido a ver a Caridad Diego personalmente, según me contó Colás en Santiago de Chile. Mi decisión ante esa noticia fue la de renunciar a entrar en la Sociedad del Sagrado Corazón y regresar a Miami. Ante mí tenía dos caminos: o ser religiosa o renunciar a Cuba, porque una vez que profesara viviría para siempre comprometida con mis votos, y tendría que residir en el país o los países a los que fuera enviada por mis superioras. Decididamente yo quería servir en Cuba, no en otro país. La persona que quiera saber más sobre ese tema la remito a mis fragmentos autobiográficos publicados aquí Dejarlo todo y En las manos de Dios.
Entremos de lleno ahora en el tema central de ocupa a Alfonso en cuanto a mi persona: El Cardenal y el huelguista. El artículo, publicado aquí el 21 de abril, un mes antes de que el cardenal Jaime Ortega se reuniera con el dictador Raúl Castro, lo leí en mi programa radial el 26 de abril. Gracias a Dios la lectura duró casi los 30 minutos del programa por lo que no tuve que eliminar nada de lo escrito. Radio República, inaugurada en agosto de 2005, cuenta con una gran audiencia dentro de Cuba. Alfonso puede ponerse en contacto con el Directorio Democrático Cubano y consultar si es o no cierto que se recibieron comentarios muy favorables del programa, incluso alguien le dijo a la persona a cargo de llevar a cabo los sondeos de audiencia —él tiene el nombre del radioescucha y la provincia donde vive— que yo “había dicho lo que tenía que decir del Cardenal”. Cuando lo supe, pedí que se repitiera ese programa el próximo 3 de mayo, cuando se transmitiría "Palabra" de nuevo, todos los lunes a las 9:30 p.m. Por tanto, se escuchó dos veces en la isla. Estoy segura de que Jaime Ortega leyó el artículo en internet, alguien se lo dejó saber, o alguien le habló del programa radial.
Estoy segura también que la Seguridad del Estado, que monitorea muy bien a la prensa del exilio cubano, leyó el artículo y lo escuchó en el programa radial. Pero también leyó La Iglesia Católica cubana, ¿hará algo?, publicado el 5 de abril, El fruto de las relaciones Iglesia-Estado en Cuba, publicado el 3 de mayo y otros en los cuales insto a algunos sacerdotes a marchar con las Damas de Blanco, como hicieron admirablemente los monjes tibetanos junto al pueblo a favor de la libertad del Tíbet. Celebro la solidaridad del Grupo de Apoyo a las Damas de Blanco y le hago un llamado a otros católicos a unirse a sus demostraciones pacíficas después de la misa en Santa Rita. Estoy convencida de que el régimen castrista tiembla ante la posibilidad de semejantes hechos. El talón de Aquiles de la dictadura cubana son las demostraciones masivas en las calles. ¿Habrá tenido repercusión en las alturas del régimen artículos y programas radiales del exilio en los que se insta al pueblo católico a unirse a las Damas de Blanco? ¿No vería Raúl Castro como sumamente conveniente neutralizar a la jerarquía católica para dar falsas esperanzas, como ha quedado demostrado, y ganar tiempo, porque no tienen idea de qué hacer ante las marchas pacíficas de estas cubanas que antes de lanzarse a las calles con sus gladiolos van a misa a rezar por sus familiares y Dios les da la fe y la fuerza de enfrentarse a lo que pueda pasar, pero jamás dejar de marchar? El ministro de Asuntos Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos, y el cardenal Jaime Ortega en La Habana.
Aunque la cita, María Isabel Alfonso desconoce mi obra periodística en El Nuevo Herald por 10 años. No hubo en el exilio columnista de opinión que defendiera al Cardenal más que yo, cuando en Miami la prensa hacía trizas de él por algo que ahora no recuerdo. Han sido tantas las polémicas, los debates, las defensas ante la injusticia, mis respuestas a calumnias vertidas contra mí por las estaciones de radio locales, porque me atrevía a opinar distinto a los patrioteros de micrófono principalmente, aunque los hubo que soltaron tinta venenosa contra mí en la prensa escrita también. Como podrá suponer Alfonso, esa batalla constante de la prensa de Miami de los años 80 y 90 —que debería de recoger los futuros libros de historia de Cuba— llegan a agotar al más empeñado y luchador de los periodistas que tratan el tema de Cuba.
Durante años escribí en Miami en defensa de la Iglesia Católica cubana. Los hechos que María Isabel Alfonso menciona en su artículo a favor del quehacer de esa Iglesia en Cuba los difundí yo con mucha admiración y mucho amor tanto en El Nuevo Herald como en La Voz Católica cuando fui su directora de 2001 a 2004: el Encuentro Eclesial Nacional Cubano, la carta pastoral El amor todo lo espera, la importantísima obra social que lleva a cabo la Iglesia en Cuba, la ayuda y alimentación a los ancianos y a los niños; su cuidado a los discapacitados, la pastoral familiar, la formación cívica y religiosa del pueblo cubano, etc. Tan pronto asumí la dirección de La Voz Católica abrí una sección nueva, "La Iglesia en Cuba", dedicada al quehacer de esa Iglesia, columnista fijo fue Dagoberto Valdés y contó con reportajes de Laura María Fernández y Orlando Márquez, además de otros periodistas de la isla que enviaban sus colaboraciones. Tampoco faltó un documento que emitiera la COCC que no saliera en esa sección. La intención fue la de crear puentes de comunicación entre los de allá y los de acá, enviando el periódico a la isla todos los meses a través de la Nunciatura en Washington. Cuando la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba publicó la Instrucción Teológica Pastoral “La Presencia Social de la Iglesia”, el 8 de septiembre de 2003 di instrucciones para que El Nuevo Herald publicara dentro de sus páginas una edición especial de La Voz Católica con el texto de esta Instrucción Teológica Pastoral. Así, se logró con mucho trabajo y sorteando todo tipo de obstáculos, que al otro día de ser publicada en Cuba, saliera publicada en la prensa de Miami. Supongo que Alfonso ignore el inmenso trabajo periodístico y logístico que esto conllevó. No me interesa detallarlo.
Gracias a Dios, y a mis tenaces esfuerzos que él inspiró y sostuvo contra todo lo imaginable, había logrado que La Voz Católica fuera distribuida dentro del diario El Nuevo Herald todos los meses. En otras palabras: los lectores del diario secular tendrían en sus manos los primeros domingos de mes un periódico católico que, si querían, podían leer. ¿No es este un sueño de todo periodista católico, llegar al mayor número de lectores posible con su mensaje cristiano? El alcance evangelizador fue inmenso: de 19,000 lectores que tenía La Voz Católica —se repartía gratis en todas la parroquias— en el año 2001, ascendió a más de 85,000 que era la circulación de El Nuevo Herald los domingos.
¿Estaba yo interesada en dar a conocer la Palabra de Dios entre los lectores del exilio cubano y además informarlo de la admirable obra pastoral que realizaba la Iglesia en Cuba? Alfonso puede ir a la biblioteca del seminario Saint John Vianney en Miami, o a los archivos de esta Arquidiócesis y ver las ediciones de La Voz Católica del 2001 al 2004. En ellas podrá corroborar lo que digo. Me duele que mi opinión sobre la jerarquía católica de Cuba haya cambiado con los años, cuando vi la verdad, que está reflejada en el artículo El cardenal y el huelguista. No me retracto de una sola palabra, todo lo contrario. En cuanto a Monseñor Félix Pérez le aseguro que cuento con una fuente muy valiosa, dentro de Cuba, que me ha dicho que pertenece a la Seguridad del Estado. Por ética profesional no puedo revelar mi fuente, que cuenta con toda mi confianza.
No voy a contestarle a Alfonso su alusión a que yo llamé a Guillermo Fariñas para "manipularlo" para que siguiera la huelga de hambre, es demasiado vil, demasiado asqueroso el pensamiento y la expresión de María Isabel Alfonso. Sólo remito a los lectores a mi entrevista al huelguista "Guillermo Fariñas: "Soy un seguidor de Cristo".
No quiero dejar de mencionar al Instituto de Estudios Cubanos y a María Cristina Herrera, una de sus fundadoras y a los que Alfonso menciona. La única periodista que salió en defensa del primer Congreso del IEC en Miami fui yo. Nunca antes lo habían celebrado en esta ciudad por temor a una bomba o demostraciones en su contra. Algunos reporteros lo cubrieron, pero con toda la mala intención que siempre se podía leer entre líneas cuando regía en Miami una censura disimulada en las salas de redacción. Yo trabajaba en una de ellas, la principal, la de más "credibilidad". Pero El Herald ha pasado por muchas etapas, editores y directores, soy testigo de muchas cosas, pero no las divulgo. De nuevo remito a la autora a un artículo Un encuentro feminista cubano, sobre el congreso del IEC en Miami, publicado el 6 de julio ode 1995.
Termino citando un párrafo muy revelador del pensamiento de María Isabel Alfonso. Refiriéndose a la Iglesia Católica en Cuba dice: “Yo al menos, esa es la Iglesia que conozco. Una que ha buscado puntos de contacto con el proyecto nacional revolucionario cubano, iluminando sus zonas de oscuridad, y convergiendo con las que han sido, en esencia, coherentes con el Evangelio”. En efecto, la Iglesia que dirige el Cardenal ha buscado “puntos de contacto con el proyecto nacional revolucionario”, demasiados.
Pero, ¿que la revolución ha sido en esencia coherente con el Evangelio? Doctora, lea el Nuevo Testamento, incluyendo los evangelios, y dígame dónde encuentra la persecución y asesinato de cristianos, el odio, la mentira, la voluntad política de permanecer en el poder a costa de la miseria de un pueblo y la perversidad demoníaca de los hermanos Castro. Sí, el mal está presente en la Biblia, sólo en ese ámbito de iniquidad encontrará a quienes gobiernan a su país y el mío desde hace 51 años.
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