Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Drama 'in crescendo'

La crisis exige medidas concretas: cambios radicales en el gobierno que bloquea el desarrollo y el progreso de la sociedad.

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La crisis de la sociedad se ha agravado con el azote de los huracanes Gustav e Ike, que devastaron casi todo el territorio con una diferencia de pocos días, provocando el mayor desastre en toda la historia de la República. La duplicada destrucción se produjo cuando están a punto de cumplirse 20 años de continuada crisis económica, política y social, el llamado Período Especial, con serias afectaciones a los demás aspectos de la vida nacional, incluidos los valores espirituales.

Esta situación se ha reforzado por factores externos adversos, como la extraordinaria subida de los precios de los alimentos en el mercado internacional, situación crítica para un país que importa el 84,0% de los alimentos, y la subida del precio de los combustibles —atenuada en las últimas semanas—; combinado con la caída de la cotización del níquel, rubro que representó cerca del 60,0% de las exportaciones cubanas en 2007. A esto se unen los riesgos provocados por la crisis internacional en elementos determinantes en los ingresos externos, como el turismo y las remesas, creándose un futuro muy incierto.

En ese contexto, la destrucción ocasionada por los huracanes será imposible de enfrentar por el gobierno sin la ayuda internacional, y a la vez, sin un cambio radical en el sistema disfuncional que por años ha trabado el desarrollo de la economía y el progreso de la sociedad.

La magnitud del desastre es extraordinaria: aproximadamente 500.000 viviendas destruidas parcial o totalmente (cerca del 15,0% del maltrecho fondo habitacional disponible); devastación del sistema electroenergético; pérdida de miles de hectáreas de cultivos —en particular plátano, cítricos y arroz—; considerables afectaciones a la crianza de aves y cerdos; cientos de escuelas, hospitales, instalaciones deportivas, centros fabriles, casas de curar tabaco y almacenes dañados, con deterioro de alimentos, materias primas y equipos.

Las primeras evaluaciones oficiales han cuantificado las pérdidas en un entorno superior a los 5.000 millones de dólares, aunque la verdadera cifra quizás nunca podrá conocerse con exactitud. Los efectos fueron más devastadores debido al precario estado de las viviendas y la infraestructura en general, por tantos años de continuada descapitalización y falta de un mínimo mantenimiento, porque por años conseguir clavos y cemento es una proeza o un acto ilegal.

Las consecuencias son imprevisibles ante un gobierno que pone increíbles reparos a la asistencia internacional, al mismo tiempo que altos funcionarios reconocen la inexistencia de reservas para enfrentar el desastre. En provincias como Pinar del Río, donde se afectó más de la mitad de las viviendas, quedan por reconstruir más de 15.000 dañadas por huracanes de años anteriores.

Esto se repite en los demás territorios, en especial en el norte de la región oriental, donde, en adición, por estudios realizados con anterioridad —mediante la cooperación del Instituto de Planificación Física de Cuba y el Programa Mundial de Alimentos—, en la mayoría de los municipios existe una alta vulnerabilidad alimentaria, ahora agravada por los efectos de Ike.

Los riesgos

En estas circunstancias es indispensable echar a un lado complejos políticos y aceptar la ayuda, fundamentalmente de Europa, Estados Unidos y en especial de la comunidad cubana en el exterior, que se ha mostrado generosa, pero está imposibilitada de actuar, tanto por la posición intransigente de las autoridades de La Habana como por las restricciones impuestas por la administración norteamericana.

Por otra parte, el gobierno está urgido de promover cambios radicales en un sistema que por tantos años ha bloqueado el desarrollo. Cuba posee un potencial productivo importante, que podría utilizarse con efectividad en su reconstrucción. Pero habría que dar libertad real a los ciudadanos para estimular sus capacidades y creatividad.

El Decreto-Ley 259 para la entrega de tierras ociosas en usufructo, adoptado en julio pasado, aunque podría propender a la obtención de ciertos beneficios, por sus limitaciones y manifiesta inclinación a mantener el estricto control estatal sobre los productores, no creará las condiciones óptimas para liberar totalmente las fuerzas productivas en el campo. Es necesario corregir sus deficiencias para desatar los nudos que permita el amplio incremento de la producción agropecuaria a los niveles que de manera urgente son indispensables.

Al mismo tiempo, deberían crearse las bases legales para que se pueda ejercer con plena libertad el trabajo por cuenta propia, y en una primera fase, se desarrollen pequeñas y medianas empresas (PYMES), creadoras de riquezas y empleo, así como flexibilidad a la economía.

Es indispensable la participación de la inversión extranjera en un marco de beneficio mutuo. La Isla no cuenta con recursos para enfrentar las consecuencias del prolongado proceso de descapitalización presente durante los últimos 20 años. Necesita, además, tecnologías de avanzada y salir del aislamiento internacional.

Hoy el margen de actuación de las autoridades se ha reducido significativamente, ahondado por las consecuencias de los dos huracanes. Una dilación en la toma de medidas concretas para salir de la crisis podría ser fatal. El disgusto popular ha crecido a niveles muy altos, y el antiguo crédito político se ha perdido en gran medida. Existen riesgos de que el pacífico panorama social se convulsione, y no puede descartarse la posibilidad de que una población desesperada se lance al mar, como en otras ocasiones, en busca de las costas de Estados Unidos, lo que podría crear serías tensiones con ese país.

Confiar demasiado en el coronel Chávez tiene muchos riesgos cuando la principal y determinante riqueza de Venezuela parece perder el excesivo valor mantenido en los mercados y las posibilidades de éxito de su recién creado partido en las próximas elecciones regionales parecen bastante inseguras. Paralelamente, deliran quienes imaginan un regreso ruso, para volver a ser los santos patrones del totalitarismo en Cuba: ni la actual Rusia es lo que fue la URSS, ni los tiempos son los mismos.

Las responsabilidades del gobierno son más elevadas que nunca. Debería entenderlo y tratar de resolver esta situación extraordinariamente difícil y complicada desde posiciones realistas, en un marco civilizado y de reconciliación nacional. Tomar otra actitud sería insensato.


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