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Cuba, EEUU, Trump

El aferrarse al poder

El discurso de Trump y la respuesta del régimen cubano

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“…nadie toma el poder con la intención de renunciar
a él. El poder no es un medio, sino un fin. Nadie
instaura una dictadura para salvaguardar una
revolución, sino que la revolución se hace para
instaurar una dictadura”.
George Orwell. 1984

La tercera ley de Newton se enuncia como que a cada acción siempre se opone una reacción, igual, pero de sentido contrario. En la vida social esta ley física en ocasiones no se cumple, ya que muchas veces la reacción se adelanta a la acción. Ese es el caso de la reacción del desgobierno que se disfruta en Cuba que ya había reaccionado el 17 de diciembre de 2014 a la acción que se concretó, por decirlo de alguna forma, en el “parto de los montes” de La Pequeña Habana.

La respuesta del tirano en aquel instante fue, en síntesis:

  • Sostener con el Gobierno de EEUU un diálogo respetuoso, basado en la igualdad soberana, para tratar los más diversos temas de forma recíproca, sin menoscabo a la independencia nacional y la autodeterminación de nuestro pueblo.
  • Sin renunciar a uno solo de nuestros principios.
  • Fiel a nuestros ideales de independencia y justicia social.
  • Actualización de nuestro modelo económico para construir un socialismo próspero e sostenible.
  • Tenemos profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior.

¿Habrá algún cambio en esa postura? La larga, y seguramente previamente preparada, respuesta a la “nueva” política del Gobierno de EEUU hacia Cuba no cambió en un ápice los cinco, llamémoslos, principios inamovibles de la dictadura, y es lógico que así sea ya que en ellos se encierra las bases para la eterna supervivencia de esa dictadura.

Pero para aquellos, tanto trumpistas como obamistas, que ven la “empoderación” de los merolicos, artesanos, y dueños de “paladares”, etc., como la piedra de toque, el resucitado Murillo le hizo honor a su apellido y definió —es un decir— hace unos pocos días que: “No se permitirá la concentración de la propiedad y la riqueza... aun cuando se promueva la existencia de formas privadas de gestión”.

Por tanto, esa esperanza que a muuuuuy largo plazo surgiese una ilustrada pequeña burguesía que demandaría su cuota de poder político, ya que estaba en posesión de un cierto poder económico, se hace plenamente irrealizable, es una pretensión ridícula.

Pasamos de una esperanza a otra, ahora miramos el próximo colapso del régimen venezolano como el golpe final a la dictadura cubana. Como si esos artesanos de la opresión no tuviesen ya preparada sus respuestas a esa posibilidad, sea esta un acercamiento a Rusia, a China, a Irán o a quien sea, con tal de mantenerse en el poder. En definitiva, en el peor de los casos, una extensión del inconcluso “período especial” no es tampoco una nueva opción para la gerontocracia.

La debacle venezolana que está siendo impulsada por un pueblo que ha entregado decenas de vidas en la búsqueda de la libertad, me produce una sana envidia. Ese pueblo sometido a los mismos rigores de una miseria perpetrada siguiendo el modelo cubano de crear masas dedicadas a la búsqueda del sostén diario y que inculpen a los factores externos de sus miserias no ha dado los resultados esperados, a pesar de los buenos asesores que ha tenido el llamado bolivarismo.

En Cuba nunca tuvimos una acción popular organizada contra la dictadura, si exceptuamos, el fallido intento de El Cano; una intentona mal concebida en Matanzas; la fracasada acción de la brigada 2506 y la insurrección armada del Escambray que culminaron, con “El primer pueblo socialista de Cuba”; con el desplazamiento de millares de campesinos, en el primer experimento genocida, al estilo soviético, hacia las desérticas tierras de “Sandino” en el extremo occidental del país. A partir de los 70 no hubo quien “le tirara un hollejo a un chino”.

Hoy por hoy, y aparentemente así lo reflejan las entrevistas que algunas televisoras miamenses se dignaron a presentar, la reacción habanera no ha sido favorable a las nuevas-viejas medidas, se sigue por el pueblo el mismo patrón de culpar a los factores externos de sus miserias, las presentes y las futuras. Aquellos pocos que dentro de los disidentes inculpan al verdadero causante de sus infortunios son ignorados y virtuales desconocidos salvo para los que estamos geográficamente del lado de acá de la problemática cubana.

Todo lo anterior suena pesimista, sí, es puro pesimismo, no veo la solución por ningún lado, confieso que ya desde mi balcón en la depauperada barrida de la Víbora, fumándome un cigarrillo confeccionado artesanalmente, y mirando como partían decenas de compatriotas a construir los túneles que nos protegerían de los esperados, casi deseados, bombardeos de los imperialistas, en lugar de construir el necesitado “metro”, o mejor aún la de miríadas de apartamentos necesarios para una población hacinada en abyectos y en fase previa al derrumbe de sus viviendas, no veía solución al intríngulis cubano.

Como cripto-disidente, que mantenía conversaciones e ingenuos análisis de la realidad de nuestro país, con un par de amigos que esperaba que fuesen confiables, me percataba de la inutilidad de un exilio fragmentado, ya por esos años, ahora aún más; y de la impotencia para fomentar ninguna forma de rebeldía interna, más o menos organizada, ya había sufrido las consecuencias de mis mínimas y externalizadas discrepancias.

Todas las cartas estaban, están, en manos del régimen y no tiene la más mínima voluntad de compartirlas, para eso están ahí para ejercer el poder por el poder.


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