El Che, Miami y el «odio al Imperialismo»
Guevara les contará a sus amigos que esta primera estancia en una ciudad estadounidense le ha servido para confirmar su visión negativa sobre Estados Unidos
Poco se sabe de los días que pasó el Che en Miami. Poco, también, hay que saber. Una parada accidental y forzosa, mientras viajaba de regreso a Argentina para obtener el diploma de medicina. La espera que se extendió más de lo anticipado y las vueltas y más vueltas por una ciudad ajena, donde se hablaba un idioma que no dominaba el joven estudiante que aún esperaba por su destino.
El escritor Enrique Krauze la menciona, en un artículo de la revista Letras Libres, dice que fue una estancia “amarga y dura”, donde tiene visiones premonitorias. “Asaltaré barricadas y trincheras, teñiré en sangre mis armas”, expresa el propio Ernesto Guevara de acuerdo a Krauze.
Sin embargo, durante esta corta visita no le ocurrió a Guevara nada que no fuera común a los trabajos y desventuras propios de cualquier visitante, que sin dinero se ve de pronto en un lugar extraño. Por un corto tiempo, el Che vive como un inmigrante ilegal en Miami.
Fue tras el viaje que el futuro guerrillero emprendió en 1952 por algunos países latinoamericanos, en compañía de Alberto Granados, y sobre el cual escribirá un diario. A llegar a Venezuela, Granados acepta un trabajo en un leprosorio cerca de Caracas y Guevara logra un puesto en el próximo avión que traslada caballos de carreras de Buenos Aires a Miami, cuando éste aterriza en la capital venezolana para abastecerse de combustible. El itinerario del viaje comprende una parada en Miami, para dejar la carga y luego el regreso al punto de origen.
Fue casualmente un 26 de julio que el Che sube al Douglas, con su carga equina, y vuela a Miami. Sin embargo, al aterrizar en esta ciudad, el piloto descubre una falla en un motor, que obliga a lo que en un primer momento se cree es una parada de pocos días, para hacer la reparación necesaria antes de emprender la vuelta.
En su biografía sobre el Che, Jon Lee Anderson cuenta que Guevara acude a Jaime “Jimmy” Roca, quien se encontraba en esta ciudad terminando los artículos de arquitectura. Roca es primo de María del Carmen Ferreyra, hija de una de las familias más ricas de Argentina y con la cual Guevara acaba de concluir un romance.
El estudiante de arquitectura se encuentra en una situación económica tan precaria como el de medicina, pero ello no impide que diariamente Roca lleve a comer al Che a un restaurante español donde tiene crédito, bajo la promesa de que pagará la cuenta cuando logre vender su automóvil. Ambos jóvenes pasan el tiempo en la playa y recorriendo la ciudad, e incluso disfrutan de la generosidad del camarero de un bar, que les proporciona cervezas y papas fritas gratuitas.
Cuando los días de espera se convierten en semanas, Roca le consigue al Che un trabajo de limpieza, en el apartamento de una aeromoza cubana, quien tras un primer intento despide al argentino, al comprobar que ha dejado el lugar “más sucio de lo que estaba antes”. La mujer sin embargo logra que contraten al Che de lavaplatos en un restaurante.
Al regresar a Buenos Aires, Guevara les contará a sus amigos que esta primera estancia en una ciudad estadounidense le ha servido para confirmar su visión negativa sobre Estados Unidos, ya que vio el racismo imperante en un lugar donde los negros son discriminados y que él había sido interrogado por la policía norteamericana sobre su filiación política. Pero Anderson señala que luego Roca recordaría que el Che sólo le había hablado de la necesidad de viviendas para los latinoamericanos pobres, que nunca conversaron de política y habían tratado de pasarlo lo mejor posible, pese a la falta de dinero.
Este trabajo recoge criterios aparecidos en un texto publicado en Cuaderno de Cuba.
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