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El cinismo de Fidel Castro

Fidel Castro declara ahora que no es homofóbico, pero hay discursos suyos que expresan todo lo contrario

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En una entrevista que concediera el dictador cubano a la periodista pro castrista mexicana Carmen Lira ―directora del diario de izquierda azteca La Jornada, y quien más de una vez ha demostrado su servilismo y veneración por el viejo tirano (y tirano viejo), éste, a la vez que asume la responsabilidad por la persecución a los homosexuales en Cuba durante la década de 1960, se deslinda hábilmente de la responsabilidad dicha argumentando que “en esos momentos” no se podía “ocupar de esos asuntos”.

Uno de los sitios a los que fueron enviados los homosexuales fue a las UMAP (eufemísticamente llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción, pero en realidad campos de trabajo forzado que existieron en Cuba desde 1965 hasta 1968). A raíz de las declaraciones de Castro a Lira ―publicadas por partes en La Jornada y, por cierto, con una redacción plagada de erratas y solecismos― no pocos medios han asociado a las UMAP sólo con los homosexuales. Debemos aclarar que de los 22,000 seres humanos que fueron llevados a aquellos campos de trabajo forzado, sólo un 20 por ciento eran homosexuales “detectados” por los órganos represivos. Lo demás de la “tropa” estaba compuesto por religiosos de distintas doctrinas ―testigos de Jehová, católicos, adventistas del séptimo día, evangelistas y otros―, así como por jóvenes (y no tan jóvenes) que no tenían trabajo fijo o que se apartaban de alguna manera de la concepción del Hombre Nuevo convocado por la revolución comunista.

Pero lo más contradictorio de lo expresado por el tirano a su fan mexicana son las causas y las fechas que aquél expone para eximirse a la vez que hace un mea culpa. La persecución más intensa contra los homosexuales comienza en 1964, dos años después de la Crisis de Octubre y de otros acontecimientos que argumenta el déspota antillano para darse por no enterado de la situación que sufrían éstos. Sin embargo, en un discurso que el orate nuclear pronunciara el 13 de marzo de 1963, afirma: “Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (RISAS DEL PÚBLICO); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes ´elvispreslianas´, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre”. Feminoides, dice el sátrapa y el público ríe. Y ahí no se detiene: “¿Jovencitos aspirantes a eso? ¡No! ´Árbol que creció torcido...´, ya el remedio no es tan fácil. No voy a decir que vayamos a aplicar medidas drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, ¡no!”. Homofóbico el gran marrullero de Birán: los homosexuales, según su parecer, son “arboles torcidos”. Pero sigue:
 Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia (RISAS DEL PÚBLICO), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente”. De modo que para el gran obseso los homosexuales son un subproducto que, gracias a Dios, “no se daba en el campo”. Debe ser, quizás, tal vez, quién sabe, porque él nació en el campo. El público a quien iba dirigido aquel discurso, eufórico ante alusiones tan evidentes, en algún momento le confirman a grito al gran macho campesino: “¡Los flojos de pierna, Fidel!”, “¡los homosexuales!”. Y pide opinión a sus escuchas el garañón ilustre: “¿Y qué opinan ustedes, compañeros y compañeras? ¿Qué opina nuestra juventud fuerte, entusiasta, enérgica, optimista, que lucha por un porvenir, dispuesta a trabajar por ese porvenir y a morir por ese porvenir? ¿Qué opina de todas esas lacras?”. La respuesta del público no hay ni que decirla.

Bueno, con esto basta para tener una idea justa de quién sembró la animadversión en las “masas” contra los homosexuales. Y una idea justa de que el asesino recién resucitado miente en cuanto a las fechas en que estaba ocupado en “otras cosas”.

Ya sabemos que el guajiro de Birán pasará a la historia como el que, paradójicamente, destruyó al campo, la ciudad y la vida de tantas generaciones. La señora Carmen Lira, si acaso pasa a la historia, o al menos queda en la memoria de unos pocos, será como alguien que se plegó, suponemos que por intereses personales, a una de las peores crueldades que se haya dado en América Latina.



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