Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Día de los Trabajadores

El Día del Trabajo en Estados Unidos y las fantasías castristas

La prensa oficialista llamaba “bonzos” a los líderes sindicales, para denigrarlos

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El primer lunes de septiembre de cada año se celebra en Estados Unidos el Día del Trabajo (Labor Day), un feriado nacional. No hay celebración el primero de mayo. La base de esa efeméride es la muerte de los “mártires de Chicago”, que no murieron un primero de mayo.

Recuerdo un artículo de Blas Roca, quien fuera Secretario General del Partido Socialista Popular (Comunista) cubano, titulado “Mayo contra Septiembre”, en el periódico Hoy o en Granma, no estoy seguro. Hablaba del sindicalismo norteamericano frente al sindicalismo “libre” del llamado campo socialista, y del futuro luminoso de la clase obrera bajo la dirección de los partidos comunistas. No es necesario señalar cómo terminaron cada una de esas vertientes: basta mirar los escombros del Muro de Berlín.

Años después me llamaron la atención, viviendo todavía en Cuba, las declaraciones en un Labor Day de uno de los líderes sindicales de Estados Unidos, uno de esos llamados “bonzos”: ni alababa al Gobierno ni pedía sacrificios, sino destacaba resultados y logros de los trabajadores de esta gran nación. Lo que nunca se ha podido hacer en Cuba en más de medio siglo. Aún recuerdo un titular de Granma a finales de los años sesenta: “celebrar el día del trabajo en el trabajo”. ¡Ni ese día fue feriado!

¿Vivimos en un paraíso terrenal en Estados Unidos? ¡Claro que no! El país está inmerso en estos momentos en una profunda crisis económica que no acaba de quedar atrás. El desempleo sobrepasa el 8 % desde hace mucho tiempo. Y al poco más del noventa y uno porciento que no está desempleado, ¿le sobra del dinero? ¡Claro que no! ¿Tiene todas sus necesidades resueltas? ¡Claro que no! Lo cual no significa que lo que dicen Granma y la Mesa Redonda sobre esta nación sea toda la verdad, ni bienintencionado.

Los sindicalizados en Estados Unidos son alrededor del 11 % de los trabajadores asalariados, uno de cada nueve. ¿Y el resto? Sencillamente, no les interesa formar parte de los sindicatos, ni pagar cuota sindical, ni disfrutar de los beneficios de formar parte de esas organizaciones. Consideran que su vida se desarrolla de manera aceptable sin tener que depender para nada de los “bonzos sindicales”. Ay, Salvador Mesa Valdés, “líder” de la CTC castrista, ¡cuantos norteamericanos malagradecidos en ese restante 89 %! ¿De qué vivirían tú y tu camarilla si fuera así en Cuba “socialista”?

No conozco el nombre de los líderes sindicales de Estados Unidos ni lo necesito. Respeto a los que pertenecen a los sindicatos, y sus intereses y objetivos, pero yo he trabajado muchos años en esta nación sin estar sindicalizado ni necesitar estarlo. No creo que haber pertenecido a un sindicato aquí hubiera representado una diferencia significativa en mi actividad laboral ni en mi vida. No he tenido que ver a ningún líder venir a reclamarme el pago de la cotización o a citarme para una asamblea o un desfile. Y supongo que todos los lectores sepan que en Estados Unidos no existen los mítines de repudio y que son ilegales, por lo que los trabajadores no son “invitados” a participar en engendros de ese corte.

Los sindicatos, una justa y necesaria institución del siglo XIX, son anacrónicos en el siglo XXI en las democracias desarrolladas y en un mundo globalizado. Pagar sesenta dólares la hora a obreros de fábricas de automóviles norteamericanos en Estados Unidos, como hacía General Motors por reclamo de sus sindicatos, a lo único que condujo fue a que los autos japoneses, alemanes, suecos y coreanos capturaran buena parte del mercado de Estados Unidos y del mundo, a reducir la competitividad de la compañía y del país, y a llevar a ambos a la quiebra.

En la administración pública los sindicatos locales han sido extremadamente efectivos en llevar a los gobiernos locales al borde de la bancarrota: la única manera en estos momentos de garantizar a los trabajadores de los gobiernos locales en Estados Unidos sus reclamos, se basa en aumentar los impuestos municipales a los ciudadanos o reducir los servicios que se ofrecen localmente a la población (policía, bomberos, agua, alcantarillado, recogida de basura, emergencias médicas, escuelas, tribunales y demás). Es decir, afectar a todos los no sindicalizados de un territorio, que son aplastante mayoría, para beneficiar a los sindicalizados, que son una minoría. Proletarios del mundo, ¿uníos?

No tengo nada personalmente contra los sindicatos, que en este país son llamados “uniones”, ni contra los trabajadores sindicalizados. Menciono estos temas para que los lectores en Cuba, América, Europa, y donde sea, tengan un punto de vista sobre el cual razonar y argumentar. No pretendo imponer verdades absolutas ni aspiro a lograr una absurda y falsa unanimidad.

¿Qué va a suceder aquí en Estados Unidos este “Labor Day”? Nada en particular. Ni desfiles, ni mítines de reafirmación, ni asambleas, ni declaraciones histéricas y altisonantes, ni compromisos, ni juramentos. Todo lo contrario: muchos paseos, muchos “barbecues”, muchas festividades, mucha carne, muchas cervezas y refrescos, y muchas reuniones familiares y de amigos.

El líder sindical del momento, quienquiera que sea, dirá algunas palabras, mencionará determinados temas, y hablará de futuros mejores. Por su lado, el Presidente del país, quienquiera que sea, dirá que los trabajadores son importantes para continuar avanzando. En realidad, nadie hará demasiado caso a lo que digan el Presidente y el líder sindical. Los norteamericanos estarán preocupados en otras cosas ese día, como que el carbón o la leña enciendan adecuadamente, que no llueva, que las cervezas estén bien frías, y que la carne se cocine correctamente en la parrilla. Ninguno de esos asuntos los puede resolver ni el líder sindical ni el Presidente.

¿Y qué queda de los mártires de Chicago y el Primero de Mayo? Todo, porque el sacrificio de esos trabajadores no fue en vano. Lograron, a la postre, las mejores condiciones para los trabajadores en este gran país y en las democracias de los países desarrollados.

Los elevadísimos niveles de vida y libertad en las democracias desarrolladas en todo el mundo son el mejor homenaje a esos mártires, aunque ya sabemos que otros dirán que eso es producto de la “explotación de los pueblos”. Pero lo trascendente de los ejemplos de los valientes obreros de Chicago es que, al final, obtuvieron resultados para beneficio de los trabajadores en todo el mundo. Que valen mucho más que las promesas para un futuro luminoso que nunca llega.

Eso es lo que recordamos y agradecemos. Y esos mártires de Chicago nunca podrán ser verdadera justificación para dictaduras totalitarias ni para la esclavización de los trabajadores, ni en Cuba ni en ningún lugar del mundo.


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