Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Hombre Nuevo, Educación

El fracaso de una ensoñación descabellada

Dado que la emigración de cubanos entre 2022 y 2023 es mayoritariamente joven, se puede afirmar que el hombre nuevo del siglo XXI está en Miami

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Cuando oímos hablar del “hombre nuevo”, nos viene de inmediato a la memoria El socialismo y el hombre nuevo, de Ernesto Guevara (Ed. Siglo XXI, 1977), donde anuncia que la juventud “es la arcilla maleable con la que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de las taras anteriores” (p. 14) y reafirma que “el hombre del siglo XXI es el que debemos crear” (p. 13). Pero el concepto del hombre nuevo no es nada nuevo.

En la antigua Roma, el Senado y el Consulado estaban restringidos a los patricios. Cuando los plebeyos pudieron acceder a esas dignidades, se denominaron novi homines. A medida que los plebeyos se atrincheraron en las instituciones, se convirtieron en hombres viejos que bloqueaban el paso a otros novi homines. Tanto es así que en el 63 a. C. Cicerón fue el primer homo novus en más de treinta años. Cualquier semejanza con nuestra realidad no es pura coincidencia.

Desde sus inicios, el cristianismo creaba “hombres nuevos” a través del bautismo. Rousseau, Condorcet, Herder, Saint Simon, Fourier, Comte y otros, se refirieron al hombre nuevo desde distintas perspectivas. Y Karl Marx, en La revolución de 1848 y el proletariado, afirmaba: “Nosotros sabemos que para alcanzar la nueva vida, la nueva forma de producción social necesita solamente de hombres nuevos”.

Posiblemente inspirado por un artículo de Max Stirner (1844) Friedrich Nietzsche creó en Así habló Zaratustra el concepto de Übermensch, que se podría traducir como superhombre, como alguien que ha alcanzado un estado de madurez espiritual y moral superior, y genera su propio sistema de valores, siempre que vayan a favor de su voluntad de poder. Este superhombre no se supedita a la “moralidad esclava” a la que son sometidos los débiles por el cristianismo. Ni al control de las pasiones preconizado por Sócrates y, por tanto, a la moral de rebaño de la cultura occidental. Nietzsche señala el carácter transitorio del hombre contemporáneo: “El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre”. A pesar de que, en vida, Nietzsche criticó tanto el antisemitismo como el nacionalismo alemán, elÜbermensch fue empleado posteriormente por el nazismo para apoyar su concepto de la raza aria superior, semejante al superhombre, cuyo destino sería esclavizar a los Untermenschen, u hombres inferiores.

El primer intento de llevar a la práctica el “hombre nuevo” de Carlos Marx es el homo sovieticus, inefable personaje del realismo socialista que, en la práctica, se quedó en las novelas de Sholojov y en la estatua del obrero y la koljosiana, emblema de las películas de Mosfilm. El novy sovietski chelovek, la “nueva persona soviética”, sería, según los ideólogos del PCUS, el arquetipo de las cualidades soviéticas: altruista, generoso, colectivista en contra del carácter individualista del hombre viejo, saludable, culto, defensor acérrimo del nuevo régimen, libre de las supervivencias del pasado, “dotado de una nueva perspectiva ética”, según el filósofo soviético Bernard Byjovski, y nada contestatario. Algo que se conseguiría, según León Trotski en su obra Literatura y revolución, al modificar al “perezoso homo sapiens” mediante “complejos métodos de selección artificial en oposición a la selección natural”, y llega a afirmar que “bajo el comunismo un hombre medio podría llegar a ser un Marx, un Aristóteles o un Goethe”. Ingeniería social que se aproxima a la magia. Hay que reconocer que Ernesto Guevara nunca se pasó tanto de rosca. Y ya vimos que los “complejos métodos de selección artificial” incluían el Gulag.

Y como el concepto parece más polifacético que una cuchilla suiza, Franz Fanon hablaba del hombre nuevo que aparecería después de la derogación del hombre blanco occidental como sujeto de la historia. El hombre poscolonial. Por su parte, para el iraní Alí Shariti, el hombre nuevo es el muyahidín, creyente hasta la inmolación.

En cuanto al caso que nos ocupa, ¿qué fue del hombre nuevo de Ernesto Guevara?

Según él “aquellos cuya falta de educación los hace tender al camino solitario, a la autosatisfacción de sus ambiciones” (p. 8) son el hombre viejo. A ellos se refiere: “cuando la revolución tomó el poder se produjo el éxodo de los domesticados totales” (p. 12). Domesticados por el ancient regime. “Las taras del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas” (p. 6). “Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas (…) su pecado original; no son auténticamente revolucionarios (…) Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original” (p. 14). Es decir, según él, gracias a la acción milagrosa de la revolución, las nuevas generaciones nacerían sin esas taras del pasado, como si se tratara de una viruela burguesa erradicada por una vacuna de marxismo. Y dado que “La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud: en ella depositamos nuestra esperanza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera” (p. 17), los jóvenes vendrán ya inmunizados de fábrica.

¿Y cómo obraría el nuevo régimen ese milagro? Mediante la acción social y política: “el individuo recibe continuamente el impacto del nuevo poder social y percibe que no está completamente adecuado a él. Bajo el influjo de la presión que supone la educación indirecta, trata de acomodarse a una situación que siente justa y cuya propia falta de desarrollo le ha impedido hacerlo hasta ahora. Se autoeduca” (p. 8). De modo que el joven, fascinado por los justos ideales de la revolución, se autoeduca para ponerse a la altura. Deja de tener ambiciones, sueños e ideales personales para convertirse en una célula de la nueva sociedad, un pólipo del arrecife socialista. No olvidemos la educación indirecta, aunque no sabemos si se refiere a la policía política y otros medios coercitivos, como las tristemente famosas UMAP, que pretendían fabricar “hombres nuevos” aunque muchos se rompieran definitivamente durante el proceso. Si no te autoeducas, ya nos ocuparemos nosotros: “por un lado actúa la sociedad, individual y colectiva” (p. 6). “Nos esforzaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica”. (p. 17). Lo cual recuerda la frase de Stevenson (el púgil, no el novelista) cuando afirmó que “la técnica es la técnica y sin técnica no hay técnica”. Pocas veces se puede decir tan poco como Guevara con tantas palabras. Lo increíble es que intelectuales de medio mundo y cátedras universitarias de renombre se lo tomaran en serio.

Y ¿quién educará a esos jóvenes que no alcancen solo con autoeducación el olor de santidad del hombre nuevo? La vanguardia. El partido. Porque los cubanos “ya no marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el partido” (p. 9), y eso ocurrirá porque la masa “sólo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo” (p. 9). “La selección natural de los destinados a caminar en la vanguardia y que adjudiquen el premio y el castigo a los que cumplen o atenten contra la sociedad en construcción” (p. 9). La vanguardia no solo iluminará el camino con su ejemplo, sino que repartirá premios y castigos. Durante los siguientes años no veremos demasiados premios, salvo los que la vanguardia se atribuyó a sí misma, pero sí muchos castigos. Y el mayor castigo fue el colectivo: “el individuo de nuestro país sabe que la época gloriosa que le toca vivir es de sacrificio” (p. 15). “No se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior” (p. 15). El problema es que para la inmensa mayoría de la población, la riqueza interior no compensa la miseria exterior. Y eso, por tiempo indefinido, porque el eslogan “el presente es de lucha; el futuro es nuestro” (p. 14) sigue tan vigente como el cartel que colgaban en las bodegas de antes: “Hoy no fío. Mañana sí”. Y nunca se descolgaba. Como la felicidad futurible del socialismo cubano, como el horizonte, mientras más nos acercamos a ese futuro que será nuestro, más se aleja. Por el contrario, Miami siempre queda a la misma distancia. Al final, los cubanos durante seis décadas “marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos”.

Por si la perspectiva de un futuro feliz siempre en fuga no bastara, esa selección natural de los llamados a ser la vanguardia, el ejemplo a seguir, nos enseñó, entre otras virtudes, el enriquecimiento ilícito, el desprecio por la felicidad y la vida de sus compatriotas, el oportunismo, la crueldad o la estupidez en el mejor de los casos, el nepotismo, la falta de compasión y otras tantas conductas ejemplares que nos entrenaron en la doble moral, la simulación y la paciencia a la espera de nuestra oportunidad para alcanzar ese futuro tangible que nos queda a noventa millas.

Según Guevara, el resultado de ese proceso mágico de producción del hombre nuevo, al que se educa para prescindir de su individualidad en favor de una incierta identidad colectiva, en la perspectiva de trabajar denodadamente y sin otra retribución que su riqueza interior para conseguir un futuro en fuga, será que “el hombre, en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización, es más completo; a pesar de la falta del mecanismo perfecto para ello, su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es infinitamente mayor” (p. 10). “Acentuar su participación consciente, individual y colectiva, en todos los mecanismos de dirección y producción (…) Así logrará (…) su realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de la enajenación”. (p. 10). Cuesta creer que, derogadas las libertades refrendadas por la constitución, entre ellas las de expresión y asociación, la prensa libre, el multipartidismo y la democracia, el propio Guevara creyera que el hombre común tuviera la más mínima posibilidad de tener una “participación consciente, individual y colectiva” que no fuera aplaudir.

Cincuenta y siete años después de la muerte de Guevara, abandonado por Castro en la selva boliviana, sus ensoñaciones sin ninguna base científica, ni lógica histórica o sociológica, resultan más descabelladas que los horóscopos de las pitonisas televisivas. Un hombre que presumía de seguir los principios del materialismo histórico y dialéctico, convierte en vaticinios sus propios deseos sin la menor coherencia lógica: Seguir el ejemplo de una vanguardia de incompetentes y oportunistas que han hundido al país sin asumir ni una sola responsabilidad, produciría hombres altruistas y virtuosos. Silenciados y sin medios de participación ciudadana, tendrían una “participación consciente, individual y colectiva” en el destino de la nación. Trabajarían denodadamente sin otra recompensa que una felicidad futurible que sesenta y cinco años más tarde ni está ni se le espera.

Por eso no resulta nada raro que 425.000 emigrantes cubanos llegaran a Estados Unidos entre 2022 y 2023, a los que se suman decenas de miles hacia otros destinos; el mayor éxodo de nuestra historia. Dado que esa emigración es mayoritariamente joven, podríamos concluir que, el hombre nuevo del siglo XXI está en Miami. Efectivamente, “las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original”, creer en la revolución en la que un día creyeron sus padres.


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