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Relaciones Cuba-EEUU, Embargo

El fraude al Medicare y ¿la conexión cubana?

En la lucha “para romper el bloqueo” puede valer cualquier cosa

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Una vez más se desata en Miami un escándalo de fraude al Medicare —sistema federal de salud en Estados Unidos para mayores de 65 años—, con la particularidad de que esta vez hay un cubano acusado de lavar el dinero mal habido en las estafas mediante una agencia de cambio de cheques, dinero que habría terminado en un banco en La Habana, a través de una complicada madeja de instituciones bancarias y financieras en Canadá y Trinidad y Tobago. La trama abarca a 70 compañías del sur de Florida, que habrían facturado fraudulentamente 375 millones de dólares, según la Fiscalía.

Para estafar al Medicare no se requiere demasiada inteligencia ni esfuerzo: este mastodonte burocrático del gobierno federal, que se va acercando rápidamente a la bancarrota por sus descomunales e incontrolados gastos, paga festinadamente y sin demasiada revisión las facturas que se le presentan: al fin y al cabo, no es dinero de los burócratas que trabajan en la institución, sino de los contribuyentes norteamericanos. En el año fiscal 2012 el presupuesto para Medicare alcanza poco más de 484 mil millones de dólares.

Esta estafa se mueve dentro de un gigantesco flujo de facturas que diariamente tramitan cientos de miles de instituciones que aparecen registradas como proveedoras de servicios al Medicare, desde respetabilísimas instituciones médicas sin una sola mancha, pasando por profesionales de la salud que ordenan a sus pacientes exámenes y consultas de discutible necesidad que después facturarán, hasta simplemente vulgares estafadores que cobran por servicios que nunca han ejecutado ni pretenden hacerlo. Y existen desde estafadores por cuenta propia hasta integrantes de organizaciones criminales.

Esta vez, el hecho de que los fiscales señalen que el dinero mal habido terminó en bancos en La Habana ha desatado con más fuerza las alarmas en el sur de la Florida, la capital del fraude al Medicare, pues estando Cuba de por medio las danzas de guerra anticastrista toman fuerza inusitada. La Fiscalía se apresuró a decir tajantemente, dos horas después del anuncio de las investigaciones: “No hay ninguna alegación ni tenemos prueba alguna de que el Gobierno cubano esté involucrado en este caso”.

Poco después, desde La Habana, una vocera del régimen señalaba: “Los bancos cubanos tienen establecido un mecanismo de vigilancia y supervisión (…) que le permiten detectar y enfrentar los intentos de realizar operaciones fraudulentas”. Lo que sería decisivo en un país donde los controles financieros y la contabilidad funcionen adecuadamente, que no es el caso de Cuba, y mucho menos si es el zorro el que cuida el gallinero. Por otra parte, el Republic Bank, involucrado en las acusaciones, no es un “banco cubano”, sino de Trinidad y Tobago con sucursal en Cuba, por lo que la declaración de La Habana necesitaría precisarse más para evitar suspicacias.

El hecho de que no existan evidencias no significa garantía de inocencia. En todo caso, como en las “verificaciones” en Cuba, podría decirse que hasta el momento no se conoce de elementos que pudieran involucrar al Gobierno cubano en esta actividad.

Sin embargo, las estafas al Medicare no son nada nuevo: desde hace mucho tiempo determinadas señales alrededor de estos masivos fraudes en el sur de La Florida deberían haber sido tomadas en cuenta. Tres elementos alrededor de este esquema delincuencial son significativos para un análisis: el perfil de los estafadores, el modus operandi de la estafa y el destino final de los estafadores.

Curiosamente, muchos de los acusados son cubanos que llegaron a EEUU por cualquier vía hace relativamente pocos años. La abrumadora mayoría de quienes llegan a este país sabe lo difícil que resulta enrumbarse en el terreno económico y adaptarse a las nuevas realidades económicas, políticas y culturales. Sin embargo, muchos de los acusados compraron compañías proveedoras de servicios al Medicare al poco tiempo de llegar.

Con relación al modus operandi, los estafadores facturaban acelerada y fraudulentamente en cantidades impresionantes casi desde el momento de tener las compañías: en algunos casos, decenas de millones de dólares, en otro casi dos millones de dólares facturados en cuatro meses. La acusación actual señala que la Fiscalía podría probar entre “20 y 50 millones de dólares” lavados en un esquema que abarcaba 70 compañías estafando al Medicare. Sin dudas, no es una operación de estafadores por cuenta propia.

Finalmente, y muy significativo: ya sea cuando las investigaciones van cerrando el cerco, o cuando estos “empresarios” son detenidos, sean cubanos o no, pagan rápidamente la fianza en espera del juicio, y casi de inmediato desaparecen de la luz pública, para aparecer ¿dónde? Estados Unidos considera que más de cuarenta fugitivos acusados de fraude al Medicare residen en estos momentos en Cuba.

Hay quien asegura que se trata de un esquema organizado por el régimen castrista como una de sus operaciones para “romper el bloqueo”. Desde el punto de vista del Gobierno cubano, no serían delincuentes y estafadores, sino combatientes enfrentando al “imperio”. De la misma manera que los espías son “antiterroristas”.

Otros consideran que el Gobierno cubano no organiza el proceso, pero se beneficia de la llegada de esos estafadores, a quienes cobra cantidades ingentes por el derecho a regresar al país y ofrecerles cobertura. Otros ni siquiera están convencidos de que esos dineros terminan en Cuba.

Podría pensarse si todo lo que ha sucedido sería casualidad. Pero en la casualidad pueden creer los enamorados, no los analistas. Y nadie que haya vivido una “salida definitiva del país” puede regresar a Cuba por su cuenta y sin permiso del régimen, mucho menos con millonarias cuentas bancarias o maletines cargados de moneda dura.

Nada de esto hay que tomarlo como pretensión de acusación sin pruebas o escándalo propagandístico. Simplemente, no es más que una hipótesis para tratar de analizar este asunto.

La Brigadita de Respuesta Rápida Digital, que a falta de argumentos intenta constantemente descalificar autores, matar mensajeros, o repetir consignas como fundamentalistas llamando a la yihad, puede comenzar cuando desee. Nada que digan servirá para detener las investigaciones ni para proteger a los estafadores.


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