El miedo y la dictadura
La dictadura de partido único se vale del miedo para reprimir y su permanencia por casi seis décadas se subestima
Las peripecias del Premio Payá “Libertad y Vida” han reforzado el consuelo del miedoso que mete miedo. Esto pudiera ser juego floral dialéctico, pero jamás discernir político. Ningún invitado relevante de fuera pudo entrar y la gente adentro quedó reducida al espacio privado de un hogar. Así y todo, cierto anticastrismo achacó este ejercicio del poder dictatorial sin tapujos —aquí se hace lo que el Estado mande o permita— al miedo del Gobierno frente a la oposición.
El planteo es absurdo en sí mismo. El Gobierno podría decir que la oposición pacífica tiene miedo porque no se alza en armas. A partir de un gobierno revolucionario instaurado por las armas, la dictadura de partido único se vale del miedo para reprimir y su permanencia por casi seis décadas se subestima con eso de urdir consuelos ante tres tristes realidades:
- “Qué miedo tienen”, comentó Félix Luis Viera en este mismo sitio. La triste realidad es que, al no dejar que la oposición hiciera lo que quería, el gobierno reivindicó su poder en la práctica tal y como se definió hace tiempo en teoría por Steven Lukes en Power: A Radical View (1974).
- “Poner la dictadura a la defensiva, como ha hecho la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia, acerca su final”, escribió Pedro Corzo en El Nuevo Herald. La triste realidad es ninguna acción de relaciones públicas —como recibir o entregar premios— acerca el final de ninguna dictadura. Máxime si dentro de Cuba ni la oposición en pleno y ni siquiera los vecinos del Parque de Manila apoyaron a Rosa María Payá.
- “Negarle la entrada al secretario general de la OEA y a otros invitados internacionales no hace más que evidenciar su desesperación y su miedo”, editorializó Diario de Cuba. La triste realidad es que la dictadura se refociló con despachar facilito no solo al secretario general, sino a la OEA entera y los ex presidentes de donde fueran, mientras la claque internacional de la oposición apenas respondió, como siempre, con quejitas y lamentos.
Así como no sirve para nada achacarle temor al Gobierno por ejercer el poder dictatorial, tampoco la valentía de Rosa María Payá tiene repercusión política, a menos que como tal se pretenda el elogio en los periódicos de Miami* y Washington, la algarabía en la blogósfera cubiche o algún premio que ella reciba más adelante. Todo su derroche de coraje personal demuestra, una vez más, que la oposición no avanza ni un tantico así con política simbólica.
Lección de la historia
Ante el poder del nazismo, Bertold Brecht superó la tentación de dar consuelo y encaró la triste realidad de que una minoría oprime a la mayoría porque ésta entra en complicidad con aquella. Brecht lo soltó así hacia 1934 en el periódico parisino de los exiliados alemanes (Pariser Tageblatt) y subrayó que, para revirar a la mayoría, había que escribir la verdad antes que andar con pamplinas y sentó cinco presupuestos para escribirla, los cuales parece tener validez para encarar las tres tristes realidades del castrismo:
- Valor de escribir la verdad a pesar de que se distorsione por doquier, como no aceptar que los buenos fueron vencidos porque eran débiles y urdir que los malos tienen miedo, pasaron a la defensiva y están desesperados.
- Cacumen para encontrar la verdad más allá de aquello que nos suena bien. Dar revuelo e importancia a algo tan inocuo contra el poder y tan fugaz por su naturaleza mediática vale tanto como pintar imágenes religiosas.
- Arte para manejar la verdad como arma contra la dictadura. Decir las verdades que condenan la maldad del castrismo no reporta ninguna utilidad práctica si no se dicen las verdades de cómo podría superarse. Y esto presupone dar con las verdades de por qué el castrismo no ha dejado de vencer.
- Sabiduría para confiar la verdad a quienes se debe. La verdad no solo es enemiga de las mentiras del gobierno, sino también de los embusteros de la oposición. Dejar que estos se escuden con ella equivale a renunciar a la verdad.
- Astucia para difundirla. El valor de decir la verdad, el cacumen para dar con ella, el arte para manejarla políticamente y la sabiduría para hacerla operante con gente respetable se consuman ya sólo si la mayoría cómplice de la minoría gobernante atina a interpretarla bien y toma decisiones cuerdas contra esa minoría. “Aquel que defendió la verdad cuando se pretendía encubrirla para eliminarla, se valió de la astucia para llevarla a los demás”, puntualizó Brecht. Con tantos palos que nos viene dando el Gobierno, nada tiene de astuto seguir dándole sueños a la oposición de que el Gobierno está sumido en el miedo y la desesperación, asume actitudes defensivas y su final está cercano.
Las dificultades para decir la verdad se afrontaron por quienes escribían bajo el fascismo y se afrontan hoy no solo por quienes escriben bajo el castrismo, sino también por los exiliados y aun por quienes han vivido siempre en democracia. Consolarse con que la dictadura castrista tiene miedo, aunque no ha dejado de vencer por décadas y décadas, es otro argumento vacío que no cura ningún sufrimiento humano bajo la dictadura ni mucho menos enfrentarla racionalmente.
Coda
La Asociación de Combatientes Verticales del Castrismo por Internet (ACOVAI) replicará: Y tú, ¿qué tiras al agua de la verdad? Muy sencillo. Como ya no queda más remedio que continuar la guerra con la política, las alternativas opositoras se reducen a la revuelta popular en las calles o en las urnas. Todo lo demás es cuento.
Y como entre cubanos revirarse en las calles no parece ser decisión cuerda, por aquello de quién pondrá los muertos, la oposición tendría que dar con la verdad de que solo podrá vencer al castrismo con la complicidad de la mayoría votando contra el gobierno. De lo contrario seguirá escuchando cómo su claque mediática abunda en que el gobierno tiene miedo, pasa a la defensiva, evidencia su desesperación y, sobre todo, está cerquita de su final.
* No obstante, en “¿Dos rubias esperanzas para Cuba?” (El Nuevo Herald, 23 de febrero de 2017, CUBAENCUENTRO 27 de febrero de 2017) salió la nota crítica de que Rosa María Payá “colabora ahora” con la clase política que despreció a su padre y así actúa como “disolvente de sus ideales”. Solo que la clave política cardinal de la hija prosigue el ideal del padre: llevar la solución del problema cubano a un plebiscito. Y la colaboración no parece forjarse porque la hija se agarró a la clase política opuesta al padre, sino porque esta clase se ajustó un tanto al Zeitgeist. Quizás hubiera llegado a colaborar con Oswaldo Payá si aún viviera. Con mal gusto se insinuó que el senador Marco Rubio pudiera estar pensado “elevar a Rosa María Payá a la escala de Lady Godiva”. Aquí la imaginación periodística no dio más que para circular en el redil del Cuba Study Group, que tanto se esforzó por llegar a esa escala paseando a Yoani Sánchez por Miami en 2013.
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