Actualizado: 15/04/2024 23:17
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El postcolonialismo de izquierda

Europa, intelectualidad y antiamericanismo: ¿Quién piensa en Cuba?

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El ensayista y filósofo español Santiago Alba Rico, autotitulado un "diletante de amplio espectro" y firmante default de cuanto documento favorable al régimen de Fidel Castro se redacta en Europa, tiene al menos un ¿mérito?: se presenta ante la opinión pública de su país tal como es, un clásico oportunista postcolonial de izquierda.

Aunque en general la especie porta en sí misma un método anticonceptivo —que crece en la misma medida en que el castrismo abofetea la cara de la izquierda democrática internacional—, podría decirse que personajes como Alba resultan francamente folclóricos, si no fuera por lo que subyace.

Alba se comporta al estilo de esos personajes que cualquiera puede encontrarse en un aeropuerto, adonde se ha ido a enviar un paquete de medicinas a Cuba. De esos que te preguntan cuántos años hace que estás fuera de la Isla. Y le respondes. Y le dices que no te permiten regresar (aunque tampoco lo deseas) porque ejerces la libertad de expresión fuera de la Isla. Y le cuentas el rosario de prohibiciones, censuras, miserias humanas y económicas, y represiones. Y cuando crees que lo ha entendido todo, te dice que es cierto, y lo lamenta, "pero Cuba debe resistir el embate del imperio". Un irrespeto absoluto por los dos millones de exiliados, de todos los colores ideológicos, y por otros tanto que dentro de la Isla desean decidir por sí mismos.

Folclorismos aparte, Santiago Alba es uno de los más fieles exponentes de algo que en pleno siglo XXI podría llamarse "postcolonialismo español", junto a Belén Gopegui, Alfonso Sastre y Pascual Serrano, entre otros. Sus frases son perlas de escaparate: "(Cuba) ha avanzado mucho, de forma incomparable a otros países de la región", responde a un periodista del diario asturiano La Nueva España, quien le replica: "¿Es exportable el modelo cubano?". "Depende", agrega Alba. "Ellos no quieren lo que tienen hoy, ni nosotros para ellos. Pero no se trata de la vida en Cuba, sino de lo que está en juego allí".

Y el duelo continúa.

"¿Trasladaría usted su residencia a Cuba por principios?", cuestiona el periodista. Y, sin pelos en la lengua, Santiago Alba abre su propia (y portátil) caja de Pandora: "A mí no me gustaría vivir en Cuba, pero no se puede juzgar aquello por lo que a un occidental educado en el modelo de consumo destructivo, le guste o no. Los propios apetitos o inclinaciones no constituyen un criterio verdadero".

El filósofo español debía haber comenzado por esa frase, y ya quizás habríamos ahorrado toda la presentación; aunque no se detiene: "Allí (en Cuba) hay más democracia que en Europa y, probablemente, menos libertad (…) Allí hay que mejorar los medios estéticamente, pero hay más libertad de expresión que aquí".


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