Actualizado: 22/04/2024 20:20
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El reto está echado

La federación de países del ALBA, que preparan La Habana y Caracas, pone en jaque el sistema de seguridad interamericano.

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Se ensancha el círculo

Después de un vertiginoso desarrollo del ALBA, con la incorporación de dos países más, el gobierno provisional de Raúl firmó en enero de 2007 con Venezuela 16 nuevos acuerdos, mediante los cuales la integración de Cuba y el país sudamericano se amplió considerablemente.

Al mismo tiempo, La Habana anunciaba en Nicaragua y Bolivia sustantivos acuerdos de cooperación en materia de salud pública y educación, mientras las asesorías políticas y militares fluían desde las embajadas cubanas en Managua y La Paz, y los militares venezolanos se hacían presentes en la frontera de Bolivia con Brasil, se dijo que para la construcción de infraestructura militar y portuaria.

Un elemento importante de esta "integración" ha sido la notoria campaña sistemática de La Habana —a pesar de los rumores acerca de la falta de empatía entre Chávez y Raúl— por presentar en los medios oficiales a Hugo Chávez como un verdadero "revolucionario", siempre dispuesto a ayudar a la Isla por cualquier medio (petróleo, comida, auxilio ante desastres naturales, construcción de viviendas); pero sobre todo como una víctima "inclaudicable" frente a Estados Unidos, ahora el enemigo común y factor externo de enfrentamiento que resulta vital para legitimar las políticas domésticas de cada uno.

El culto a la personalidad de Chávez en los medios cubanos ha llegado a niveles sin precedentes, incluidas las tres décadas de alianza con el campo socialista y de colaboración con gobiernos de izquierda en América Latina y el Caribe. Durante la enfermedad de Castro, esta presencia de Chávez en la vida pública cubana se hizo más señalada aún, al convertirse en visita frecuente del Comandante durante los días más difíciles de su enfermedad, y significativa para la opinión pública internacional en tanto "vocero oficial" de los partes médicos sobre la salud de Castro que el gobierno provisional de su hermano no daba.

Todo este esfuerzo de propaganda —a contrapelo de los comentarios negativos sobre Chávez, que se dice abundan en corrillos de la Isla— ha perseguido situar a Castro en respaldo de las políticas del gobierno venezolano, y a Chávez, como un líder para Cuba y para la izquierda regional a la altura de Castro, sobre todo para el momento en que el Comandante no esté y su figura no pueda ser reemplazada por la de Raúl o la de ningún otro dirigente de la actual nomenclatura.

Ante esta situación, en vida de Fidel Castro, acuerdos de colaboración militar y de inteligencia y contrainteligencia bajo el ALBA, más la constitución de la ya anunciada confederación de Estados, podrían quedar sellados, tal y como anunció Caracas y secundó La Habana, principales promotores de esta aventura conjunta.

Estabilidad regional en juego

Las consecuencias para la estabilidad regional son incalculables. Ténganse en cuenta dos elementos, entre otros que podrían citarse. El primero, "la estrategia de confrontación permanente con enemigos perpetuos no puede dar buenos resultados", dijo un experto en un artículo reciente, lo cual es válido para la gobernabilidad de cualquier país.

Pero si ese "enemigo" es Estados Unidos, que con su actuación ha brindado a algunos países de América Latina y el Caribe razones para enfrentar sus políticas, su satanización sirve a los propósitos de movilización de un nacionalismo fanático para el mantenimiento en el poder de regímenes autoritarios como los de Cuba y Venezuela.

El segundo elemento son las alianzas de los países del ALBA con actores extrarregionales, las cuales complican la situación de confrontación anterior, siendo la más significativa la desarrollada con Irán. La Habana ha alimentado en los últimos años relaciones estrechas con Teherán, mediante el intercambio de delegaciones políticas, comerciales, diplomáticas y la firma de acuerdos de cooperación que abarcan "todas las esferas" (según dijo el ministro cubano de Exteriores), al tiempo que ha enfatizado en foros multilaterales el derecho de Irán al uso de la energía nuclear.

Aun cuando La Habana ha especificado el derecho de este uso con fines pacíficos, la actual confrontación de Irán con EE UU, sus llamados a la desaparición de Israel y la negación del Holocausto, unido a su participación en el conflicto del Medio Oriente, con el apoyo a grupos violentos y en las guerras de Irak y Afganistán, crean dudas acerca de la declarada voluntad del país persa de no utilizar la energía nuclear con fines bélicos.

La prensa se ha encargado de hacer saber el grado de alianzas de Venezuela con Irán. En el pasado mes de marzo se informó del llamado desde Teherán a que Bolivia, Nicaragua y Ecuador se incorporaran a su "alianza tripartita". El reciente viaje de Daniel Ortega a Irán da indicios de que Nicaragua pudiera haberse hecho eco del mensaje.

Las dificultades domésticas de cada uno de los países integrantes del ALBA para materializar una alianza militar bajo una confederación, son numerosas. Los grados de estabilización y aproximación a políticas radicales de los regímenes de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua son disímiles, sin contar la posibilidad del ingreso de Ecuador al ALBA, que añadiría otras diferencias y dificultades. Pero la interdependencia creada ya entre estos gobiernos abona el terreno en la dirección que promueven La Habana y Caracas.

Implicaciones después de Castro

De implementarse semejante aventura, muchas serían las implicaciones para la nación cubana y para la clase dirigente sucesora de Fidel Castro. Después de la experiencia de haber participado del gobierno unilateral de Castro por cuarenta años, la actual dirigencia debería iniciar un proceso ordenado de cambios conducente a la disminución de tensiones en sus relaciones exteriores y a una transición democrática que garantizase un desarrollo sustentable a la Isla.

En oposición, de continuar el curso actual, podría enfrentarse a convulsas situaciones al verse arrastrada a hacer suyos conflictos de diferente origen, naturaleza y ubicación geográfica, además de las resistencias que enfrentaría el llamado a esa supuesta unificación transnacional, condenada además a concluir en fracaso.

En cuanto a la población de la Isla, después de cuatro décadas de un régimen totalitario, precisamente cuando se aproxima la oportunidad de diseñar su propio destino por caminos democráticos, estaría de nuevo ante una estructura de confrontación perpetua bajo la cual no existen posibilidades de participación.

Hace dos años pudo parecer impensable la creación de "Cubazuela". Hoy ha sido delineada como federación, que abarcaría cuatro países e implica un pacto militar, de inteligencia y contrainteligencia. El reto a los pilares sobre los cuales se asienta el actual sistema interamericano y de seguridad hemisférica está echado.


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