Actualizado: 15/04/2024 23:17
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Encuestas belicosas

El método del sondeo encargado por Cuba Democracy Public Advocacy demuestra la afinidad de artificios entre los extremistas de ambos lados.

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La noticia es conocida. Hace algunas semanas, un equipo altamente calificado de la Florida International University aplicó una encuesta a un grupo de cubanos residentes en Miami-Dade. El sondeo arrojó resultados contradictorios, normales en una encuesta que se propone medir temas tan complejos en pocas preguntas.

Así, mientras que un 65% apoyaba algún tipo de diálogo con el gobierno cubano y el 57% apoyaba las relaciones diplomáticas, un 58% apoyaba el embargo como política general; pero generalmente retrotraído a su situación en 2003, antes de que Bush le colgara sus aditamentos restrictivos. Dicha investigación, en general, indica que la comunidad emigrada se mueve rápidamente hacia posiciones más flexibles respecto a Cuba.

Sólo unos días después, la Cuba Democracy Public Advocacy (CDPA) —conocida por sus inclinaciones pro embargo— hizo otra encuesta, dirigida a enviar un mensaje al presidente Obama. En esta, el 72% de los cubanos estaban a favor del embargo y el 58% apoyaba los aportes de Bush relacionados con el límite de los envíos y de los viajes a la Isla. Aunque habían aplicado la encuesta a menos personas, pero todas votantes —lo que pudo haber movido algunas respuestas hacia posiciones más duras—, en ningún caso se justificaba la variación observada.

Al menos hasta que conocimos la forma en que fueron formuladas las preguntas: a diferencia de las de FIU, estas iban acompañadas con comentarios que inducían las respuestas y coactaban emocionalmente a los encuestados.

Así, cuando FIU quería evaluar las actitudes ante los viajes, simplemente preguntaba: "¿Los viajes sin restricciones de los Estados Unidos a Cuba deberían ser permitidos o no?". En cambio, la CDPA usaba un enunciado de barricada: "¿Cree usted que a los cubanos que abandonan su país en busca de libertad en Estados Unidos se les debería permitir viajar a la isla mientras el régimen del que escaparon sigue en el poder?".

La CDPA y 'Opinión del Pueblo'

En realidad, las encuestas son siempre un instrumento sociológico dudoso. Aunque demasiado sencillo para explicar cosas complejas, puede, no obstante, ser un instrumento útil en determinados momentos para medir situaciones concretas u obtener grandes masas de información cuantitativa. Pero cuando las encuestas se usan para fines políticos o se insertan en el fanatismo ideológico, resultan mecanismos de desinformación y engaño.

Cuando leí la encuesta de la CDPA, recordé lo que sucedía en Cuba. Al menos hace algunos años, las encuestas en la Isla debían ser aprobadas por el
Partido Comunista, y específicamente las encuestas de opinión, sólo podían ser realizadas por una institución que había tenido varios nombres formales, pero que todos conocían simplemente como "Opinión del Pueblo" (OP).

El objetivo de OP era legitimar políticas y, eventualmente, ofrecer valoraciones a los dirigentes. Incluso cuando quisieran hacer esto último con alguna sinceridad, se tomaban los cuidados necesarios para precisar que había algunos problemas específicos, pero que las leyes de la historia seguían empujando el carro con todo éxito. De esta manera, las encuestas de OP proclamaban el valor del anonimato de los encuestados, pero se hacían principalmente en los centros de trabajo y las aplicaban los militantes del Partido, todo lo cual constituía una indeclinable invitación al apoyo sin fisuras.

Cuando necesitaban trabajar en las comunidades, formaban equipos más entrenados y menos conocidos, y era entonces cuando se esmeraban en la manera de presentar las preguntas.

En 1992, OP terminó una megaencuesta. Su director, un funcionario con aspiraciones intelectuales, cuya dedicación al trabajo jamás pudo compensar su carencia crónica de talento, decidió presentar los resultados en el escenario menos aconsejable posible: el Congreso de las Asociación Latinoamericana de Sociología, que se reunía en La Habana. Lo hizo con toda la imprudencia que engendra la ignorancia, sobre todo cuando anunció que el 99% de los cubanos se oponía a que se abrieran espacios para la actividad privada en la economía.

Un distinguido sociólogo mexicano le preguntó que cómo lo sabía, y Darío Machado (ese era el nombre del funcionario) lo remitió a la respuesta que recibió una pregunta que había hecho de la susodicha encuesta. La pregunta en cuestión (la transcribo de memoria) decía más o menos así: "¿Está usted de acuerdo con conservar la propiedad social socialista de todo el pueblo sobre los medios de producción en beneficio de toda la sociedad?".

Fue un momento divertido, al menos a juzgar por las carcajadas que se oyeron al fondo del auditórium. Yo también reí mucho con las ocurrencias de aquel "pelotudo" —como decía un argentino sentado a mi lado—, tanto como reí ahora cuando vi la encuesta de la CPDA.

La vida, mejor dicho, la parte mala de la vida, me obligó a convivir algunos meses con Darío Machado, cuando este fue designado por el Buró Político para reprimir el
Centro de Estudios sobre América, donde, según Mauricio Giulliano, acumuló más cicatrices que muescas en su revólver. Y aunque la memoria borra los malos momentos, lo recuerdo una tarde diciendo en público que él había logrado tal maestría en el arte de las encuestas que en 1993 vaticinó el porcentaje de votantes en las "elecciones" de ese año: 98%. Alguien le recordó que había votado el 97%. Sin vacilar, dio una réplica memorable: su encuesta tenía un margen de error del 3%, por lo que iba del 95 al 101%.

La historia de OP y su estulto director no es simplemente anecdótica, sino que apunta a la afinidad de los artificios de los extremistas de ambos lados. Los chicos de OP hubieran podido intercambiar cuestionarios y experiencias con los de CDPA, pues ambos comparten metas similares, aunque parezcan lejanas.

Es como decía Umberto Eco: sólo hay un breve paso entre la exaltación de la virtud y el desenfreno del pecado. Todos dieron el paso.


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