Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Irse por las ramas

¿Dónde está el problema de Cuba? Elementos secundarios han influido en la no solución de un conflicto de casi medio siglo.

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Lo que podemos definir como el problema cubano tiene varios elementos accesorios. De estos, vale destacar el diferendo entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos.

En la práctica, el referido es un entramado de relaciones sumamente complejas que afecta también al exilo, y donde el embargo comercial norteamericano es el clásico elemento de fractura, ya sea entre gobiernos, políticos, expertos, o entre la propia comunidad cubana. Divide tanto, que hay articulistas (de distinto signo político) que solamente hablan sobre este tema impregnados, generalmente, sus escritos por el maniqueísmo de siempre.

Es como si las relaciones entre los dos gobiernos y el posicionamiento del exilio ante esta realidad colmaran el tema cubano. Asunto tanto más preocupante cuando en los debates sobre el tema parece que se podría perder alguna condición política o se pusiera en tela de juicio la dignidad de cada protagonista. A la postre, queriéndolo o no, han logrado que lo accesorio se transforme en principal.

La no concientización de que el problema principal de Cuba está dentro de la Isla se ha puesto de manifiesto durante la actual crisis humanitaria. Las polémicas y mutuos reproches entre las diferentes tendencias del exilio con respecto a las restricciones comerciales, contribuyen a la pretendida externalización del problema que tanto busca el régimen.

El problema de Cuba no es el exilio: ni el de derecha ni el de izquierda; no lo es el embargo o bloqueo, ni lo será Obama o McCain. Tampoco creo que ellos sean la solución, lo cual no niega que en un futuro Estados Unidos pueda jugar un papel importante en la economía cubana, además de influir para que no haya una situación de inestabilidad dentro de la Isla que pueda poner en peligro sus intereses. Pero ninguna relación de influencia efectiva o de buena vecindad será posible mientras Fidel Castro siga al mando.

Para quien tenga dudas al respecto, consultando las hemerotecas se encontrará la acogida que el dogmático ex presidente —si fuera pragmático, esto sería algo anecdótico— diera a unos hipotéticos cambios en la política de Estados Unidos hacia Cuba, en un discurso pronunciado el 5 de agosto de 2000 en Pinar del Río:

"Tampoco deben hacerse ilusiones sobre la posición de Cuba si algún día las relaciones de Estados Unidos con nuestro país llegasen a ser tan normales como las que hoy existen con otros países socialistas como China y Vietnam. No guardaremos silencio ante ningún crimen, agresión o injusticia que se cometa contra los pueblos. Nuestra batalla de ideas no cesará mientras exista el sistema imperialista, hegemónico y unipolar, convertido en azote para la humanidad y amenaza mortal para la supervivencia de nuestra especie".

Lecciones que no queremos sacar

El problema de Cuba es que existe un régimen desde hace medio siglo que no respeta los derechos y libertades de los ciudadanos. De lo otro se puede hablar, pero no podemos confundirnos ni confundir a la gente con debates que en realidad, si presumimos la buena fe, pretenden como mínimo jugar con la cadena y no con el mono.

El día 13 de abril de 2003, en plena Primavera Negra, el entonces secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Angelo Sodano, escribió una carta por encomienda del Santo Padre Juan Pablo II dirigida a Fidel Castro. El motivo de la misiva era manifestar que el Papa se sentía "profundamente afligido" tras enterarse de las duras penas impuestas a numerosos opositores y las condenas a tres jóvenes a la pena capital. Además, solicitaba del entonces presidente cubano un gesto de clemencia hacia los condenados. La respuesta concreta del gobernante todos la sabemos.

Dicha carta, escrita con la circunspección que caracteriza la diplomacia vaticana, contenía otro párrafo con un significativo mensaje: "Estoy seguro de que Usted comparte también conmigo la convicción de que sólo una confrontación sincera y constructiva entre ciudadanos y Autoridades civiles puede garantizar la promoción de un Estado moderno y democrático en una Cuba cada vez más unida y fraterna".

El mensaje fue claro: el problema cubano era entre los ciudadanos y el gobierno.

La respuesta de Fidel Castro no tardó en llegar. Dos semanas después, en el acto por el 1 de mayo, dijo que el Papa sabía "perfectamente bien que este no es un problema entre cubanos; es un problema entre el pueblo de Cuba y el gobierno de Estados Unidos".

El Papa, como hombre sabio, había puesto al descubierto la vieja estrategia castrista. ¿Cuándo los exiliados aprenderemos la lección?


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