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Cuba, Estado, Partido Comunista

La demonización del Estado y la inviabilidad del Partido

La práctica histórica del “socialismo real” cubano, demoniza por sí misma las funciones del Estado y del partido político

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La pobreza endémica y el vaciamiento del consenso político en Cuba responden al tipo de instituciones copiadas de la experiencia soviética y asumida como el “socialismo nacional”.

Si sustituimos el nombre del PCUS por el de PCC, tenemos la misma estructura vertical y los mismos mecanismos institucionales de la exURSS. Si sustituimos el nombre del Soviet Supremo, por el del Poder Popular, tenemos los mismos ordenamientos, leyes y funciones del aparato estatal y del Parlamento. Si sustituimos el nombre de “las organizaciones de masas” cubanas por sus similares soviéticas sólo encontramos un nuevo peldaño de control político a nivel de cuadra, los CDR, que refuerzan el carácter totalitario del Gobierno cubano frente al régimen soviético. Si revisamos al sistema judicial, las mismas figuras penales aparecen en los dos códigos. Si revisamos la Constitución, ambas consignan los mismos derechos y niegan los económicos, culturales, jurídicos, civiles y políticos de acuerdo a la Carta Universal de Derechos Humanos de la ONU. Si revisamos el criterio sobre la propiedad y las estructuras verticales de la planificación centralizada y de la propiedad estatal, estamos frente al GOSPLAN soviético y sus similares mecanismos económicos. Aludir a la similitud de estos dos sistemas y demostrar su inviabilidad política, económica y social —no militar[1]— es un deslinde para el gobierno cubano entre “los amigos” y “los enemigos”. Discutir este tema es tabú en Cuba y me costó, en lo personal, un doctorado en la Universidad de la Habana que me expulsó al exilio.

Algún tiempo después, la Revista Temas publicó un amago de debate sobre el derrumbe del “socialismo real” en la URSS, en la que se fijó esta postura de anatema oficial, es decir, el PCC prohíbe las comparaciones con el socialismo real europeo. Se puede hablar del tema siempre que el enfoque diga que es una experiencia “histórica específica” y queda terminantemente prohibido hablar de la copia que se hizo y se mantiene hasta la actualidad en Cuba[2]. En este enfoque “histórico” queda prohibido hablar de modelo económico y político soviético y todo se diluye en la reseña de los acontecimientos y las personalidades a lo largo de los 73 años de la URSS.

Más recientemente, el economista José Luis Rodríguez publicó en Ruth Casa Editorial, su libro El derrumbe del socialismo real, donde respeta los límites de la censura del PCC, mantiene el enfoque “histórico” de una experiencia “específica” con personajes, eventos y debates, sin establecer la comparación entre Cuba y la experiencia soviética con plena conciencia de su sesgo: El tema sigue siendo tabú hoy.

La aberración intelectual, económica y política de amordazar las similitudes estructurales

La primera aberración intelectual de este ocultamiento, es la imposibilidad inducida de hacer un diagnóstico serio de la situación real de Cuba y por lo mismo las soluciones “no aparecen” y se reciclan, 42 años después, los mismos disparates, y las mismas incompetencias —como lo demuestra los documentos del VII Congreso del Partido. Un “círculo vicioso” que impone- por la fuerza de la represión y el secretismo- la élite política cubana.

Todos los diagnósticos sobre los problemas reales del país se trasladan a los problemas periféricos, a los resultados nunca alcanzados de las políticas públicas sectoriales y puntuales. Los economistas hacen demandas puntuales —que no son escuchadas por el poder— y algunos intelectuales “teorizan” sobre el “socialismo” sobre la base de los sueños y deseos de cada uno de los que deciden tratar el tema y sin rigor teórico-conceptual[3]. Los que demuestran la inviabilidad del sistema político y económico actual soviético son considerados opositores políticos aunque la “terca” realidad demuestre al sentido común y a nivel académico que el modelo soviético de economía y de la política es inviable porque empobrece y brutaliza endémicamente a los ciudadanos.

Ni la discusión intelectual es medianamente seria por sus abismales ausencias y sesgos —nadie habla de porqué hay que hacer cambios estructurales y qué tipo de instituciones y reglas hay que crear y por qué— y todo se resume a que hay que hacer “cambios” siempre puntuales, sea con relación a la economía, la asistencia social o el parlamento, una supuesta democratización del partido que nadie explica su viabilidad, y nadie asume que la crisis es sistémica por la deficiencia funcional permanente de las mismas instituciones existentes tanto en la economía como en la política y las fallidas políticas públicas que arrastran esas mismas instituciones disfuncionales.

La indigencia teórica, conceptual y práctica de los documentos recién aprobados en el VII Congreso del PCC demuestran que aun auxiliándose de especialistas de “alto nivel”, los resultados no son mejores que si se prescindiera de ellos. Sean burócratas o “especialistas” el resultado anodino es el mismo. No hay una pizca de sentido común, ni de análisis teórico ni de precisión conceptual que valga medio centavo. Los “altos especialistas” revisitaron durante cinco años- en secreto- el sistema de dirección y planificación de la economía de 1975 y lo copiaron en limpio salpicado de algunas palabritas nuevas. Un redivivo burocrático soviético —en español—en 2016. Esta es la consecuencia de la mordaza política e intelectual del Partido sobre la sociedad. Precisamente por esta mordaza y la antidemocrática naturaleza del PCC, luego de diez años en el poder, Raúl Castro muestra un país “organizado en el borde del abismo”.

La brutalización de la población y de la opinión pública cubana

La mordaza y la censura que prohíbe discutir la incompetencia política del partido en el poder —demostrada en sus resultados prácticos—, tiene la consecuencia de brutalizar a la población y vaciar a la opinión pública de alternativas posibles. La mediocridad y la ausencia de soluciones a los problemas que se arrastran por más de medio siglo, desarman a los ciudadanos ante la posibilidad de comprender y adherirse a soluciones viables. Los intelectuales, economistas y periodistas oficiales son responsables, aunque la causa sea la represión física, económica y moral a todo pensamiento independiente por un PCC inviable que sigue consignado —por la fuerza y disuasión de sus órganos represivos— como la “vanguardia” de la sociedad.

El modelo cubano reafirma el aprendizaje histórico de la humanidad sobre la inviabilidad política y económica de un sistema monopartidista sea en África, Medio Oriente, Europa, o Cuba, incluyendo los 836 millones de pobres en China luego de 38 años de reformas económicas y según datos de la ONU. El asunto no es hacer crecer el PIB bajo cualquier condición. El problema central es democratizar la sociedad en lo económico, político y social; y sí, el modelo nórdico tiene mucho que enseñar a Cuba para alejarse de la pobreza endémica que la asfixia, porque el problema no es la “cultura” ni “la geografía” ni siquiera “la historia”[4], sino las instituciones y los derechos que se respaldan y se llevan a la práctica como política de Estado[5].

Frente a cada acontecimiento histórico del último medio siglo cubano es pertinente plantearse si los “políticos” decidieron la mejor alternativa posible o si por el contrario impusieron sus intereses personales o corporativos a los intereses de la nación. Este ejercicio de análisis histórico real, y no de profecía autocumplida, eliminaría la ignorancia supina de “políticos” e intelectuales enraizada en Cuba, para los cuales todos los problemas son compulsivamente “muy complejos” para ocultar que no hay voluntad política de cambio. Políticos, funcionarios e intelectuales a todos los niveles sufren de una “perplejidad infantil” inducida y permanente cuando repiten, cual papagayos, las órdenes del Partido y no proponen alternativas, cada problema “necesita mucho tiempo de meditación profunda” y la solución a cada problema aparece como algo inédito por propia ignorancia “asumida”. No creo que Cuba, como Nación, merezca una mediocridad e incompetencia tan ampliamente generalizada, que nos conduce del “organizado borde del abismo” de los resultados de las anodinas reformas, al abismo tout court.



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