Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Marcas, Havana Club, Bacardí

La guerrita del Havana Club

Con la prohibición de que las cortes reconocieran los derechos de Cuba sobre nombres comerciales, vinculados a las propiedades confiscadas, el embargo quedó extendido al ámbito marcario

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Lo único que Fidel no pudo quitarme fue
la fórmula del Havana Club genuino
Ramón Arechabala

El diferendo sobre la marca comercial Havana Club en Estados Unidos acaba de reanimarse con audiencia en subcomité de la Cámara de Representantes, que abordó ese y otros temas relacionados con las propiedades confiscadas por el Gobierno Revolucionario de Cuba entre 1959 y 1961.

Esta audiencia trajo su causa de que —con anuencia de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) adscrita al Departamento del Tesoro— la Oficina de Marcas y Patentes (PTO, por sus siglas en inglés), adjunta al Departamento de Estado, accedió el 13 de enero pasado a que la empresa estatal cubana exportadora de alimentos y productos varios (Cubaexport) renovara la inscripción de aquella marca, pese a que la compañía Bacardí sigue plantada en contra.

Falla de origen

El 19 de marzo de 1934, la compañía cubana José Arechabala S.A. (JASA) echó a andar su nueva planta de destilación en Cárdenas y empezó a producir el ron Havana Club. Al año siguiente registró la marca en EEUU.

Junto con otras muchas empresas industriales y comerciales, JASA sería nacionalizada en octubre de 1960 por el Gobierno Revolucionario de Cuba, mediante expropiación forzosa al amparo de la Ley 890. La familia Arechabala marchó al exilio y como no tenía plantas fuera de la Isla, el Estado cubano continuó la producción de Havana Club y su exportación adonde quiera que la marca no estuviera registrada por Arechabala.

Su registro en EEUU expiró el 11 de agosto de 1973, a pesar de que Arechabala podía y debía renovarlo de mero trámite por unos 25 dólares y sin tener que producir el ron. El Estado cubano estaba al acecho y su empresa Cubaexport solicitó el 12 de junio de 1974 a PTO inscribir la marca incluso sin poder comerciar el ron en virtud del embargo. Para el 27 de enero de 1976, la marca Havana Club y su diseño quedaban registrados en EE UU con el número 1031651 y Cubaexport como titular.

Al suponer con sobrada razón que jamás recuperaría sus propiedades en Cuba, la familia Arechabala supuso también, pero sin tanta razón, que jamás se levantaría el embargo. No advirtió que su registro de la marca Havana Club en EEUU era el último reducto familiar de resistencia contra el régimen de Castro, pues impediría que el Havana Club hecho en Cuba entrara algún día en el mercado ronero más grande del mundo.

Escaramuzas en la víspera

Por el contrario, el Estado cubano nunca perdió la esperanza comercial del Havana Club y hacia 1977 principió a fabricarlo en Santa Cruz del Norte con destilería más moderna. A fin de impulsar las ventas se asoció con la corporación francesa Pernod Ricard hacia 1993 y la empresa mixta resultante pasó a ser titular de la marca en EEUU por cesión de Cubaexport, que OFAC convalidó en 1995 con la licencia específica C-18147.

Sin embargo, Pernod Ricard se acercó a la familia Arechabala con ánimo de comprarle sus presuntos derechos a reclamar la marca y esta movida, en vez de cortesía, se interpretó como reconocimiento explícito de la titularidad de Arechabala, que rechazó la oferta de Pernod Ricard y entró en alianza con Bacardí contra los intereses del régimen de Castro.

Luego de solicitar a PTO inscribir la marca a su nombre y cancelar el registro de la empresa mixta cubano-francesa Havana Club Holding (HCH), Bacardí subió la parada comercial de su Havana Club en EEUU desde unas cuantas cajitas en 1995 a 900 cajas en 1996, a través de su filial en Bahamas Galleon S.A. Entonces se armó la gorda en el Tribunal del Distrito Meridional de Nueva York, que desde la primera ronda (1997) del pleito dejó sentada la incompetencia del poder judicial para revisar las decisiones de agencias federales dictadas por imperativos de política exterior.

La tercera ronda pintaba mal para Bacardí —que convino en dejar de vender Havana Club en EEUU mientras durara el pleito— cuando las reglas del juego cambiaron de la noche a la mañana el 21 de octubre de 1998. Entre las cuatro mil páginas de la Ley General de Asignaciones Presupuestarias para 1999, los cabilderos de Bacardí lograron colar como Sección 211 —dizque redactada por Otto Reich e introducida por el senador Trent Lott (R-MS) a pedido de su colega Connie Mack (R-FL)— la prohibición de que los tribunales reconocieran, exigieran el cumplimiento o convalidaran de cualquier otro modo los derechos de personas o entidades de Cuba sobre marcas y nombres comerciales vinculados a las propiedades confiscadas por el Gobierno Revolucionario, a menos que el dueño original o sus legítimos sucesores dieran consentimiento expreso.

Así, el embargo quedó extendido al ámbito marcario y se viró la tortilla judicial. De nada valdría que Pernod Ricard actuara por sí solo, como productor de ron en Barbados y firma distribuidora acreditada en EEUU, para impedir que Bacardí vendiera su Havana Club en el mercado estadounidense. Ambas partes gastaron millones, tanto en cabilderos como en las costas procesales de un pleito que discurrió largo y tendido por los tribunales de primera instancia y de apelaciones, sin que el Tribunal Supremo encontrara méritos para examinar el caso.

Día D

Contra la Sección 211 se reviró la Organización Mundial de Comercio (OMC) y EEUU, como Estado miembro, quedó acorralado tal y como estaba en Naciones Unidas con el embargo. El declive de este último y el restablecimiento de relaciones diplomáticas con La Habana propiciaron que Washington decidiera renovar la inscripción de la marca Havana Club por Cubaexport. Y como el precedente judicial impide a los tribunales revisar esta decisión de la agencia federal PTO y la licencia concurrente de OFAC, el derecho al pataleo tiene que ejercerse ante el Congreso, sin perjuicio de que la precitada empresa estatal cubana y la firma Bacardi & Company Limited, con sede en Bermuda, sigan disputando sus derechos sobre la marca comercial en EEUU.

Solo que ahora la bandería de Bacardí no tiene la llave con que el Tribunal del Distrito Sur de Nueva York —en la cuarta ronda (1999) del pleito— había cerrado al ron Havana Club hecho en Cuba la puerta de acceso al mercado de EE UU: “the executive and legislative determination that the Cuban embargo continues to be a component of our foreing policy”.


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