Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cambios, Exilio

La Línea Maginot de Mario Díaz-Balart

Muchos cubanoamericanos están emprendiendo una normalización incondicional por su cuenta al reconstruir las conexiones con su isla

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No estoy de acuerdo con él, pero tampoco puedo culparlo.

El representante Mario Díaz-Balart quiere que se apruebe un regreso a las restricciones de Bush a los viajes de los cubanoamericanos para evitar lo que llama los “abusos” de las personas que viajan demasiado o que llevan demasiado dinero y artículos a sus familiares en Cuba.

El senador Marco Rubio va más lejos. “¿Cómo se puede alegar que uno es un exiliado”, pregunta, “cuando se supone que el exilio está formado por personas que no pueden regresar por motivos políticos?” Todos los viajes de ida y vuelta a Cuba “amenazan el carácter de exilio de la comunidad cubana”, dice.

Bien, eso sin duda demuestra que el exilio es solo parte de la comunidad cubanoamericana. Los que están llenando unos 50 vuelos semanales a La Habana no se consideran “exiliados” y no consideran un acto político montarse en el avión.

“Si tuviera familia como yo”, le dijo una mujer de Miami al Canal 51 en reacción a la iniciativa del representante Díaz-Balart, “éramos doce y quedamos dos, y todos se me han muerto estando yo aquí, él no hiciera eso de restringir la ida a Cuba”.

¿Entonces por qué restringir los viajes?

¿Por qué no decir que es un país libre, que algunos viajarán y otros no, y que eso está bien?

Supongo que no se trata solamente de los contactos y los dólares, y que no se trata solamente de defender la idea y la identidad del exilio.

Creo que hay más. Lo que está en peligro de deshacerse es toda la estrategia que el exilio ha construido tan cuidadosamente a lo largo de los años para presionar y restringir al gobierno de La Habana que tanto aborrece.

El núcleo de esa estrategia es garantizar que la normalización —con Estados Unidos, la comunidad cubanoamericana y su capital colectivo— solo ocurra bajo ciertas condiciones. La larga lista de condiciones convertidas en ley de Estados Unidos en 1996 es el logro político más notable del exilio.

Ignorando todo eso, muchos cubanoamericanos están emprendiendo una normalización incondicional por su cuenta al reconstruir las conexiones con su isla.

Las remesas y las visitas familiares prácticamente no tienen restricciones. Con la apertura de Cuba a la pequeña empresa, se están abriendo muchos negocios con capital enviado por familiares en el extranjero. Las remesas se usaban para pagar el aceite de cocinar de la tía; ahora son inversiones a nivel familiar.

Como las nuevas regulaciones permiten a los empresarios contratar empleados, ya no es un sector estrictamente de microempresas. Los negocios pueden crecer aún más mientras el Gobierno cubano trata de añadir 1,8 millones de trabajadores a su sector privado para el año 2015. Las nuevas reglas permitirán la formación de cooperativas privadas, que equivaldrán a negocios medianos de servicios, reparaciones y fabricación ligera.

Las remesas son una forma de apoyar estos nuevos negocios. El Gobierno cubano podría implementar más formas oficiales de aceptar capital extranjero en este creciente sector, dependiendo de la seriedad de su deseo de ampliar la inversión extranjera.

Luego está la vivienda. El Gobierno ha prometido para fin de año nuevas políticas con vistas a permitir la compraventa simple de casas mediante procesos agilizados. Los cubanoamericanos participarán en este mercado financiando compras de casas por sus parientes en la Isla, quizá con espacio suficiente para recibir a los familiares de Miami cuando vayan de visita, o cuando se jubilen.

Se han prometido nuevas normas para ampliar el inventario de viviendas en Cuba, pero aún no se han definido. Entre las ideas está facilitar la construcción por entidades privadas e incrementar el suministro de materiales de construcción al público. Cuba podría incluso dar participación a inversionistas extranjeros en nuevas construcciones residenciales. Dependiendo del precio, entre los posibles compradores estarían ciudadanos cubanos, empresas extranjeras o residentes, o cubanoamericanos en busca de una residencia para ellos, o para sus familiares en Cuba.

Admito que esta última idea suena inverosímil.

Pero hay que preguntarse qué tenía Raúl Castro en mente cuando dedicó parte del discurso del primero de agosto a explicar por qué el Gobierno cubano debe modificar normas consulares y de inmigración anacrónicas que afectan a los cubanos emigrados. Si son ciertos los rumores de que a los cubanos en el extranjero que compren propiedades turísticas se les ofrecerá algo parecido a la condición de residentes, entonces podría hacerse fácilmente un arreglo similar para los cubanos que regresen.

Las barreras están cayendo. Los que van a conciertos en Miami están oyendo los sonidos de su juventud interpretados por grupos musicales de Cuba. Los hoteles y complejos turísticos cubanos, vedados para los ciudadanos cubanos hasta 2008, ahora están llenos de huéspedes cubanos. Mercancías compradas en Miami se venden ahora en tiendas privadas en toda Cuba. Las visitas a través del estrecho son más fáciles, en ambas direcciones.

Uno puede imaginar el desarrollo de un sector en Miami que apoye los negocios en Cuba, sea dueño de propiedades indirectamente, viaje de ida y vuelta, y tenga raíces en ambos lugares. Estos cubanoamericanos adquirirán una participación material en el éxito de las reformas y en la salud de la economía cubana. No querrán sanciones contra su propio país porque son malas para su gente y malas para el valor de las propiedades.

Todo esto se está apartando tanto del viejo guión que ni siquiera es gracioso.

Esta nueva dinámica cubana no es la “transición” concebida en el Gobierno de Bush, y no tiene nada que ver con las condiciones y los ultimátum imaginados por los creadores de las sanciones norteamericanas. No eliminará el embargo, pero con el tiempo pulverizará algunas fichas de negociación. Y no provendrá de un esfuerzo político organizado, sino más bien de las decisiones libres de individuos para relacionarse con su patria y su familia como lo deseen, en un momento en el que existen nuevas opciones en Cuba.

Los legisladores cubanoamericanos responden buscando más sanciones, esta vez para reducir la libertad de sus compatriotas cubanoamericanos. Y luego hablan de un modelo agotado.

Pero no puedo culparlos. Hay mucho en juego, y eso es todo lo que tienen.


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