Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cambios, Represión, Disidencia

La ofensiva neocastrista por la supervivencia del régimen

Tan planificada como una operación militar de largo alcance

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Tan planificada y detallada como una operación militar de largo alcance es la ofensiva neocastrista que tiene como misión estratégica la supervivencia del régimen, y que se materializa en varios frentes a la vez.

Como operación militar bien planificada, incluye además acciones diversionistas con la intención de desviar la atención de la dirección del golpe principal, y no queda más remedio que reconocer que han logrado algún éxito en estos aspectos.

El empantanamiento y deterioro constante de la situación económica del país, con su fallida “actualización del modelo”, a causa de un proceso cargado de acciones timoratas y limitaciones arbitrarias, de conjunto con el descalabro de la salud de Hugo Chávez y la puesta en peligro de las “relaciones económicas bolivarianas” entre Cuba y Venezuela —eufemismo para no llamarle escandalosos “subsidios” venezolanos, que es lo que son—, obligan a la gerontocracia a aferrarse a la única tabla de salvación estratégicamente disponible, que no es otra que la obtención de divisas del odiado “imperialismo yanqui”, porque a la otra opción, facilitar el surgimiento y funcionamiento de empresas privadas y cooperativas al margen de los dinosaurios empresariales estatales, le temen como el diablo a la cruz.

Como en La Habana saben perfectamente que no hay posibilidades reales de un levantamiento del embargo sin que se produzcan en Cuba determinadas transformaciones sustanciales —porque así está establecido en leyes norteamericanas vigentes—, y por otra parte va quedando claro que la explotación de los yacimientos petrolíferos submarinos, por muy real que resulte, necesita tiempo para materializarse —tiempo del que no dispone la gerontocracia, ni política ni biológicamente—, han llegado a la conclusión de que les resulta imprescindible obtener rápidamente grandes entradas de moneda fuerte por las dos únicas vías posibles en estos momentos: el turismo norteamericano hacia la Isla, y la contribución económica de “emigrantes respetuosos”.

No son cifras menores: el turismo norteamericano hacia Cuba en los primeros momentos, con el incentivo adicional de conocer lo prohibido durante medio siglo y explorar oportunidades de negocios, podría representar hasta mucho más de mil millones de dólares anuales sin demasiado esfuerzo. Y si se autorizaran determinadas inversiones en la Isla de cubanos “respetuosos” que viven en el extranjero y estarían dispuestos a “subirse al tren” de esos peculiares “cambios”, la inyección de moneda fuerte contante y sonante ayudaría al régimen, cuando menos, a capear lo peor del temporal, porque sumando esos ingresos adicionales a los que ya recibe por el turismo, las cifras resultantes permitirían cubrir una factura petrolera sin subsidios si Chávez no estuviera.

Pero para que eso pueda funcionar se necesita un maquillaje y cambio de imagen internacional. Y aquí es donde entra a jugar la decisión estratégica de La Rinconada: una parte de ese baño de imagen fue la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, y se ha reforzado con la actividad internacional del Cardenal Jaime Ortega y su descalificación de los disidentes, así como la ofensiva general de la Iglesia Católica cubana, presentándose como única alternativa de representación frente al Gobierno. Da igual lo que piensen los cubanos dentro de la Isla y en el exilio, la Iglesia continúa con su proyecto y ha mejorado su posición histórica frente al régimen, aunque se trate de actitudes oportunistas de ambas partes.

Por otro lado, resulta oportuno para el Gobierno el movimiento diversionista de la supuesta reforma migratoria, mencionada una y otra vez y que no acaba de materializarse. Ya el régimen celebró una reunión de “respetuosos” en Washington, y cuenta además con grupos de lobbistas (cabilderos) también muy respetuosos, que reclaman “adecuaciones” de las violaciones de los derechos migratorios de los cubanos, pero no la eliminación de arbitrariedades y restitución de libertades.

En el flanco latinoamericano, gracias a la ofensiva “bolivariana” a favor de la admisión de la Isla en las Cumbres de Las Américas, el régimen obtuvo beneficios a largo plazo, aunque la firme oposición de EEUU y Canadá impidió una debacle en Cartagena. Antes de la próxima Cumbre hay que resolver el tema cubano, y las palabras del presidente colombiano Juan Manuel Santos, que necesita la bendición de La Habana para acabar con el cáncer de las guerrillas narcoterroristas, son preocupantes: “no es solamente Ecuador el que quiere que Cuba venga. Una mayoría de países de América latina quisiera que Cuba estuviera en la cumbre”. ¿Y los principios democráticos qué? “Todo eso está sujeto a discusión” (…) “cada país tiene su forma de percibir y definir por ejemplo la libertad de prensa” (...) “no hay valores o posiciones totalmente estáticas, congeladas. Eso va teniendo una evolución. Tenemos que discutir todos esos temas”. Traducción: democracia puede ser cualquier cosa, con tal de que el Gobierno cubano participe en las Cumbres, que para eso somos “antiimperialistas”.

Otro frente de la ofensiva neocastrista es sobre la imagen de la disidencia interna y los blogueros alternativos. La represión no afloja ni un instante, y cuando es necesario ni siquiera se recurre a la sofisticación: mítines de repudio y camillazos son permitidos, aunque se sugiere llevarlos a cabo discretamente. Con una esmerada y elaborada clasificación operativa de peligrosidad de los disidentes y blogueros, se ensañan en algunos, a quienes no dejan ni respirar, publicar o ni siquiera ver la calle o conversar en una esquina, mientras que a otros se les permiten acciones y expresiones que no dejan de sorprender por el aparente grado de permisividad oficial que suponen. No hay que llegar a la paranoia de pretender adivinar agentes o provocación donde quizás no haya más que candidez o “tontos útiles”, pero no sería inapropiado analizar con profundidad y sutileza las distintas posiciones “alternativas” que van surgiendo con significativa rapidez.

Es imperativo, frente a estas realidades, pensar detenidamente en la manera de enfrentar esta ofensiva neocastrista. En muchas ocasiones nos “vamos con bola mala”, para decirlo en el argot de la pelota cubana, y nos desgastamos en batallas que, en el mejor de los casos, dan satisfacciones breves o insignificantes, mientras no concentramos suficientes esfuerzos en temas que serían decisivos frente a la amplia ofensiva del régimen.

Naturalmente, no todo el mundo tiene que coincidir conmigo. Ni siquiera en esta invitación a pensar, que implica muchas más preguntas que respuestas. Pero, por favor, como cantó Silvio Rodríguez —no importa lo que piensen de él—, “cualquier reclamación que sea sin membrete”.


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