Largo y tortuoso camino
La no violencia no es una lucha con odio, sino con amor
Estudiar la historia es indispensable para asimilar las experiencias del pasado y poder actuar, en el presente, con mayor efectividad. Todas las acciones y movimientos que acudieron a la violencia contra el régimen dictatorial y luego totalitario que se impuso por la fuerza en Cuba desde 1959, fueron derrotados, todas las conspiraciones, desarticuladas, muchas, incluso, antes de nacer, casi todos sus protagonistas, encarcelados o fusilados. La lista sería muy extensa. ¿Cuál fue el único movimiento que jamás pudo ser derrotado? La disidencia. ¿Por qué? Porque la principal característica que lo define es la no violencia. El poder se preparó para enfrentar toda forma violenta de lucha, pero no para las no violentas. Cuando el primer grupo disidente surgió en 1983, sus fundadores, apenas media docena de hombres, no podían ser arrestados… porque ya lo estaban. Y la cárcel no podía detener su forma de lucha.
Generalmente los presos políticos continuaban sus actividades en sus respectivas organizaciones, pero casi siempre circunscritas al presidio político, y cuando enviaban algún escrito al exterior, firmaban con seudónimos. Por eso, cuando ese año en el Combinado del Este Ricardo Bofill me propuso firmar una denuncia con nuestros propios nombres para que tuviera credibilidad, me pareció un acto suicida. Sin embargo, como se trataba de dar a conocer las condiciones infrahumanas del prisionero Jacinto Fernández en los corredores de la muerte donde yo había compartido temporalmente una celda con él, accedí, y lo hicimos en nombre de un supuesto comité de derechos humanos que hasta entonces no existía. Cuando ese documento, primera denuncia del movimiento disidente, se hizo público en el exterior con la noticia implícita de que en Cuba había surgido el primer grupo de derechos humanos, la reacción de nuestros represores no fue tan brutal como habíamos esperado, porque ya teníamos la protección de la opinión pública internacional. Y ésta es otra característica de la disidencia, la lucha frontal, dar la cara, aún en una aparente lucha desigual.
Se podrá decir que, si bien nunca fue derrotada, tampoco fue victoriosa. Y aunque llegara a triunfar en el futuro, ha sido una lucha que podríamos calificar con el nombre de una canción de los Beatles: “largo y tortuoso camino”. Las razones fueron dos:
Primero, porque el poder pudo instrumentar una maquinaria represiva muy efectiva, con todos los medios de difusión bajo su control para manipular la mentalidad de los ciudadanos, y, al suprimir a la clase media, dejó a la población dependiente absolutamente del Estado para subsistir, por lo que se añadía, a la coacción política, la económica. Por lo tanto, se requería tiempo suficiente para desarrollar una conciencia que calara en las diferentes capas de la sociedad sobre la violación de derechos que eran inherentes de los seres humanos. Se trataba de la “gestación natural y laboriosa” que José Martí había mencionado en su famosa crítica a Carlos Marx, quien, según Martí, “anduvo de prisa y un tanto en las sombras, sin ver que no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido una gestación natural y laboriosa”. Lo que contaba no era el número de armas en las manos, sino “el número de estrellas en la frente”. Si se quería la libertad “para todos los tiempos”. No se trataba simplemente de sustituir en los cargos públicos a unas personas por otras, sino de cultivar una nueva espiritualidad en la conciencia de los ciudadanos.
La otra razón para que ese proceso se prolongara fue un error estratégico: algunos grupos exhortaban al pueblo a unirse a ellos, pero ellos no se unían al pueblo. Marx había sostenido que los seres humanos, antes de hacer política, arte y religión, debían tener antes un techo bajo el cual vivir, alimentos con qué alimentarse y ropa con qué abrigarse. Esos grupos, influidos principalmente por una retórica de organizaciones políticas del destierro, cayeron en el mismo error de la dirigencia gubernamental, que, a pesar de calificarse de “marxista”, ignoraron las necesidades más urgentes de la población. Esos grupos apoyaban en sus mensajes el fortalecimiento del embargo estadounidense y la suspensión de remesas y viajes. Y el pueblo, que veía en las remesas y gastos de turistas un respiro para sus penurias, se distanciaba de ellos e hicieron que la disidencia quedara reducida a un segmento marginal de la sociedad. Aquellos del destierro que no solo niegan ayuda económica a sus familiares en Cuba, sino que además exhortan a otros a que tampoco lo hagan con el pretexto de que el opresor se beneficia, tienen una forma muy extraña de liberarlos cooperando con ese opresor que los está matando de hambre y contribuyendo aún más a que dependan de él, porque nadie romperá con el Estado que le da la subsistencia, por muy miserable que ésta sea si los que dicen que lo quieren liberar le niegan hasta las migajas. Por el contrario, lo que será decisivo en esa liberación no es el debilitamiento del opresor sino el fortalecimiento de los oprimidos.
Esta actitud contrasta con la del líder Luis Manuel Otero Alcántara, que cuando la Seguridad del Estado destruyó o se apropió de sus pinturas, le exigió, en medio de una huelga de hambre y sed, una indemnización de medio millón con el propósito de reparar las casas de su barrio de San Isidro. Aun cuando los opresores se nieguen a pagar tal suma, esa actitud de apoyar a la población sufriente e indefensa que el régimen ha abandonado a su suerte, es una actitud de gran generosidad que demuestra quiénes son los verdaderos aliados del pueblo.
La no violencia no es una lucha con odio, sino con amor. Esto no significa que no seamos implacables al denunciar la injusticia y desenmascarar la mentira, pero lo que debe guiarnos en nuestra lucha no debe ser el odio contra el que reprime y calumnia, sino el amor a la justicia y la verdad. Cuando uno de los más feroces represores de los cristianos, Saulo de Tarso, fue enviado a Damasco a perseguir a los cristianos de esa ciudad, Jesús se interpuso en su camino y le preguntó: “Saulo, ¿por qué me persigues?”. Y Saulo se convirtió en uno de los más devotos seguidores de Jesús. Ha habido muchos Saulo de Tarso en la historia de la disidencia.
El poder de la no violencia es el verdadero poder de los sin poder.
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