Las leyes de Galileo
El proceso de acercamiento entre Washington y La Habana, del que ya se completó un año, tiene todas las trazas de ser irreversible
Han transcurrido un año y pocos días desde que Washington reconoció que su política de confrontación con La Habana había fracasado y en las dos capitales se anunció el proceso de reconciliación. Pero todavía hay quienes no pueden contemplarlo sino con la boca abierta. Tal vez por eso exhalan una y otra vez el mismo mantra: “Nada ha cambiado (y nada cambiará)” y cuando son muy osados al evaluar estos doce meses nos sirven una de cal y otra de arena —que no está mal por aquello del balance— pero que resulta fatal porque al fin y al cabo no nos dice nada.
Sería preferible que los que miran la política del presidente Barack Obama como un disparate o un fracaso —por ser republicanos o por pensar que lo de Cuba solo se resuelve con un primero de enero al revés—, nos explicaran cómo eso podría suceder a estas alturas. Hay una variante sigilosa que consuela a muchos de ellos, aunque tampoco se atrevan a enunciarla: que el poder económico norteamericano logrará, por la vía suave, lo que no logró con la mano dura. Es aquello de que cambiaron las tácticas pero no los objetivos. El asunto sería, para los que rumian y argumentan esa tesis —ya sea como esperanza o como amenaza— tanto desde Miami como desde La Habana, determinar cuáles serían, ponderadamente, esos objetivos. No sería aventurado decir que, además de salvar cara[1], casi ninguno. Como no fuera quitarse de encima ese entuerto continental iniciado hace 56 años por Nixon y Eisenhower; hacer negocios si la realidad cubana lo permite; pero sobre todo mantener la calma en la Isla a toda costa. Carpe Diem, Take it easy, Cógelo Suave. No hay a quien le interese tanto como al Gobierno cubano la tranquilidad social de la Isla como al Gobierno americano.
¿Y si ganan los republicanos en 2016?, se esperanzan muchos con la quijada colgante. Me temo, sin temerlo, que la cosa siga igual. Este proceso del que ya se completó un año, tiene todas las trazas de ser irreversible. Fuentes confiables cercanas al Departamento de Estado aseguran que de llevarse a votación hoy mismo en el Congreso la vigencia de las leyes Torricelli y Helms-Burton, serían derogadas con apoyo bipartidista. Al parecer dos son los elementos que previenen hoy por hoy dicha votación: el efectivo cabildeo de los congresistas cubanoamericanos y organizaciones exiliadas que mantienen con el embargo su último aliento, y el interés de la bancada republicana de no regalarle tal triunfo al presidente Obama. Pero acaba de formarse un comité de doce representantes, tanto demócratas como republicanos, que pedirán al Congreso un acercamiento en las relaciones comerciales con la Isla, un abordaje “más pragmático” para una mejora de las relaciones con Cuba “que refleje los intereses de los estadounidenses”. Eso en simple castellano indica una ofensiva bipartidista para dejar sin más dientes al embargo comercial. Su muerte es inevitable, solo falta el cuándo.
Y es cierto que el tema de las compensaciones entre Washington y La Habana es un feo atascadero para la “normalización” de las relaciones, pero también lo es que no hay nada que no pueda resolverse con voluntad política. En el año 2014 el banco francés BNP Paribás fue multado, por violar sanciones económicas de Estados Unidos contra Cuba, Sudán e Irán en unos ocho mil ochocientos millones de dólares, monto semejante a las reclamaciones norteamericanas a la Isla. No hace mucho, fuentes interesadas manejaron públicamente la posibilidad de que esos fondos confiscados fueran destinados a la compensación de las reclamaciones norteamericanas. Después ha habido silencio sobre esto. La racionalidad política de dicha solución por Washington sería que aunque Cuba estuviera dispuesta a pagar dichas compensaciones, su precaria situación económica no se lo permitiría, según el abogado especialista en temas económicos Cuba-USA Pedro Freyre, de la firma legal Akerman, radicada en Miami.
En conclusión, no se han resuelto todos los problemas ni se van a resolver porque el día que se resuelvan toditos se para el mundo en seco y eso no le interesa a nadie porque imagínense ustedes, la noche siempre noche en una mitad del globo y el día siempre día en la otra. Sabemos que “Nada ha cambiado en Cuba (y nada cambiará)” pero como dijo Galileo: Sin Embargo, se mueve.
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